Cartas al director

¡Qué país nos están dejando!

En pocos años hemos olvidado el país donde más fácil era ganar dinero (algunos avisados, por supuesto), para encontrarnos en el más endeudado, burocratizado, con menor seguridad jurídica en los negocios y mayor desconfianza en el bien y buen hacer de los políticos. Hoy nos suben los impuestos directos retroactivamente (ya tenemos debate servido donde la legalidad prevalecerá sobre la justicia y donde el fracaso que subyace a la necesidad tampoco comportará dimisiones en servidores públicos) y mañana los indirectos, y todo ello para parchear en una mínima parte el déficit del Estado provocado p...

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En pocos años hemos olvidado el país donde más fácil era ganar dinero (algunos avisados, por supuesto), para encontrarnos en el más endeudado, burocratizado, con menor seguridad jurídica en los negocios y mayor desconfianza en el bien y buen hacer de los políticos. Hoy nos suben los impuestos directos retroactivamente (ya tenemos debate servido donde la legalidad prevalecerá sobre la justicia y donde el fracaso que subyace a la necesidad tampoco comportará dimisiones en servidores públicos) y mañana los indirectos, y todo ello para parchear en una mínima parte el déficit del Estado provocado por la ineficacia de sus gestores, los intereses partidistas allá donde se gobierna y el despilfarro improductivo.Las empresas, mientras tanto, y en particular las pequeñas y medianas como únicas que generan empleo y riqueza, se ven abocadas a la suspensión de pagos por no poder digerir las altas cargas financieras y las enormes demoras en el cobro de las deudas de la Administración, con la paradoja subsiguiente de contribuir en nada por impuesto de sociedades a regularizar el déficit que nos está ahogando.

Está claro que el dinero del país, a ese ritmo, con tantas administraciones y tales sentimientos de utilidad en los servidores públicos, se agotará sin remisión pese a que nos vuelvan a subir los impuestos. Hay tantos intereses creados ya, y tanta precariedad acomodada, que tampoco consuela la teórica eficacia del voto ni el colapso por denuncias en juzgados y estamentos de opinión pública; habrá que resignarse a que el deterioro económico y social llegue a tal punto que nuestros representantes públicos se retiren a desentrañar durante largos años las consecuencias de su inoperante prepotencia.-

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