'Boinas azules' en el verano croata

Mosaico de nacionalidades en la misión de paz de las Naciones Unidas en Eslavonia

Cuatro jóvenes rusos, vestidos con pantalón color oliva del uniforme militar, sin camisas, tumbados en las camas plegables, se aburren y con la boina y el pañuelo azules propios de las fuerzas de paz de las Naciones Unidas. Roman, de 19 años, toca la guitarra: canciones rusas y serbias. Intenta acelerar las interminables horas de espera en Klisa, uno de los 30 puntos de control, vigilados por los soldados del batallón ruso integrante de las fuerzas de la ONU, en la misión de separar a los croatas de los serbios en Eslavonia oriental (Croacia).

La vida de los ocho soldados en este punto ...

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Cuatro jóvenes rusos, vestidos con pantalón color oliva del uniforme militar, sin camisas, tumbados en las camas plegables, se aburren y con la boina y el pañuelo azules propios de las fuerzas de paz de las Naciones Unidas. Roman, de 19 años, toca la guitarra: canciones rusas y serbias. Intenta acelerar las interminables horas de espera en Klisa, uno de los 30 puntos de control, vigilados por los soldados del batallón ruso integrante de las fuerzas de la ONU, en la misión de separar a los croatas de los serbios en Eslavonia oriental (Croacia).

La vida de los ocho soldados en este punto de control -cuatro descansando y cuatro sentados sobre la carretera vigilando el cumplimiento del alto el fuegose desarrolla en tres tiendas de campaña idénticas. La primera sirve de comedor, la segunda, de dormitorio para los ocho soldados, la tercera de dormitorio para un oficial. "Dormimos y cantamos", dice Alexei, de 19 años, moscovita. Fuman tabaco ruso para ahorrar su sueldo de 280 dólares (unas 27.000 pesetas) al mes. En Rusia' como reclutas, recibirían un dólar mensual. Una semana pasan en el puesto de control, en medio del campo de maíz abandonado, sembrado de minas, sin sombra para esconderse del sol, y una en el cuartel en la ciudad de Klisa. "Me faltan cuatro meses para terminar el servicio militar", cuenta VIadimir. El contingente ruso, el primero en participar en una misión de paz de la ONU, está compuesto por oficiales de carrera y reclutas-paracaidistas.Los contornos de la zona industrial de Osijek se perfilan en la lejanía. La ciudad croata está a sólo 10 kilómetros. La línea del frente está enmedio. Soldados rusos, en uniforme de guerra, con chaleco antibalas, controlan la carretera junto a los milicianos serbios. A menos de un kilómetro de distancia, sus colegas belgas hacen lo. mismo. Vigilan junto con los milicianos croatas. En ausencia de los disparos, los soldados pasan las largas horas charlando. Los milicianos serbios intentan convencerles de que la guerra estaba justificada y les enseñan canciones serbias. Los rusos hablan algo de serbocroata. Los dos idiomas tienen bases lingüísticas comunes.

Veterano de Afganistán

El mayor Andrei, de 32 años, tuvo más suerte: le tocó trabajar en Erdut con el coronel Kromchenkov, comandante del Sector Este, una de las cuatro zonas bajo el control de la ONU. Andrei, paracaidista, estuvo dos años en Afganistán. Asegura que la misión en Eslavonia es más fácil. Además, supone un sueldo 10 veces superior de lo que tendría en Rusia. "El único problema es la dificultad con el desarme de los milicianos y los civiles, según el plan de la ONU", asegura Andrei,, quien tiene problemas para precisar dónde se encuentra: "En Yugoslavia, en Serbia, en Croacia, no lo, sé... es un tema político". Eslavonia oriental, junto con otras zonas de Croacia, fueron ocupadas por el Ejército yygoslavo y las tropas serbias y luego sometidas al control de la ONU. Su estado político lo interpretan los serbios de una forma, y Zagreb de otra.

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A unos 20 kilómetros de Erdut, la unidad de ingeniería canadiense y de sanidad británica se instalaron en un antiguo cuartel del Ejército federal en medio de la ciudad desaparecida de Vukovar. Un soldado británico comenta su única confusión en esta misión: "Trabajar con los rusos hace sentirse raro. Ellos vivían antes detrás del muro".

El capitán canadiense Lawrence Fogwil, al mando de la unidad de ingeniería, comparte la misma confusión: "Llevo 10 años de soldado y aprendiendo cómo matar a los rusos. Ahora, un coronel ruso es mi comandante. Realmente, no hay ningún problema. Es un buen militar". Los canadienses montaron bien su cuartel: tienen los alimentos importados de su tierra, un bar, salas de televisión, y hasta un autobús para llevarles a la costa dálmata durante las vacaciones.

La unidad de ingeniería llegó para quitar las minas de los campos. El trabajo se hizo parcialmente. "Los serbios y los croatas no quieren quitar las minas de las zonas fronterizas", precisa el capitán Fogwil, y agrega que le asombra la falta de precaución con la que los serbios y croatas entran en los campos de minas. "Mueren sin necesidad", cuenta el capitán y relata el último acontecimiento, que los canadienses, alejados de las pasiones balcánicas, tienen dificultades para comprender. Tres croatas intentaron quitar del asta una bandera serbia en el pueblo de Lovac. Uno murió al pisar una mina y dos resultaron heridos. Tres serbios, al ver amenazada su bandera, corrieron a investigar la osadía del enemigo. Dos murieron pisando minas. "Tres muertos por una bandera", concluye sin comprender el capitán canadiense. Para los canadienses, la misión en Eslavonia no supone un beneficio material o ascenso militar. "Proporciona la oportunidad de poner en práctica lo aprendido".

Para comunicarse con las autoridades locales, emplean la mediación de un oficial del Ejército yugoslavo, es decir, un profesional. El viceministro de Defensa de la autoproclamada república serbia de Krajina,Milan Milanovic, era mecánico antes de la guerra. Eso sí, Milanovic tiene una visión política: "El mundo reconocerá nuestra república. Es como durante la II Guerra Mundial. En 1942 Europa no reconocía a los partisanos. En 1945 los reconoció. Estamos en l942", precisa Milanovic, agregando: "Nunca más viviremos junto a los croatas".

Los policías colombianos, el teniente Jorge Vargas y el agente Carlos Peña, tienen problemas para entender esta lógica. Orgullosos cuentan que es la primera participación de la policía de su país en una misión de la ONU. Están determinados a cumplir bien con su tarea: controlar la policía local. Basados en Dalj, un pueblo entre Erdut y Vukovar,'Carlos Peña comenta: "Entiendo el conflicto entre el Ejército y la guerrilla; entre la policía y los narcotraficantes. No entiendo, sin embargo, este odio que sale por dentro". El teniente Vargas sabía poco de Yugoslavia antes de salir de Bogotá. Aún después de dos meses dice: "Tengo problemas para entender los motivos del conflicto". Vargas y Peña esperan que Dalj sea el punto de partida para conocer Europa. "Estamos por primera vez en Europa y durante las vacaciones pensamos viajar a los países cercanos". Más de 20 países componen los 14.500 cascos azules de la ONU en el territorio de la antigua Yugoslavia.

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