Editorial:

Pilar Miró

PILAR MIRó cometió un grave error, pero no fue el error mismo, sino su empecinamiento en no reconocerlo, lo que provocó la justificada irritación de mucha gente. Pero lo cierto es que acabó dimitiendo de su cargo y devolviendo el importe de los gastos de dudosa justificación por los que ha sido procesada. El contraste entre dicha actitud y la impasibilidad de los protagonistas de otros escándalos recientes es demasiado llamativo como para no otorgar el beneficio de la duda a sus alegaciones: que fue mal informada por el personal administrativo de RTVE sobre la forma de dar cobertura presupuest...

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PILAR MIRó cometió un grave error, pero no fue el error mismo, sino su empecinamiento en no reconocerlo, lo que provocó la justificada irritación de mucha gente. Pero lo cierto es que acabó dimitiendo de su cargo y devolviendo el importe de los gastos de dudosa justificación por los que ha sido procesada. El contraste entre dicha actitud y la impasibilidad de los protagonistas de otros escándalos recientes es demasiado llamativo como para no otorgar el beneficio de la duda a sus alegaciones: que fue mal informada por el personal administrativo de RTVE sobre la forma de dar cobertura presupuestaria a sus gastos de vestuario y que, en todo caso, pudo haber enmascarado esos gastos a posterior¡ y se negó a hacerlo.De otro lado, la existencia de gastos destinados a regalos calificados de institucionales, y cuyo destino concreto se ha negado a desvelar, es más, un síntoma de la pervivencia de atávicas prácticas sociales que de un comportamiento específicamente culpable de la exdirectora general de RTVE, y resulta inverosímil la hipótesis de que eran regalos para ella misma. Por eso mismo, parece fuera de toda lógica la petición de 14 años de prisión por parte de la acusación particular, que considera a Pilar Miró responsable de una mal versación de fondos por importe de más de 11 millones de pesetas (el fiscal, por su parte, solicita tres meses de suspensión de cargo público). Las circunstancias no bastan, tal vez, para borrar el error cometido, pero sí para aplicarle una consideración diferente a la de la malversación en sentido estricto. No tenerlo en cuenta sería confundir la justicia con el ensañamiento.

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