LA TRANSICIÓN HÚNGARA / 2

Empresarios y banqueros

El partido gobernante pretende beneficiarse de la creación de la nueva clase de empresarios. La Agencia de la Propiedad Estatal es el organismo encargado de privatizar las empresas y entregarlas a los más adecuados postores después de hacer un estudio de valoración. La Agencia se ha convertido en el eje de la política subterránea en Hungría, ya que por sus manos pasan las futuras oportunidades de hacer negocio, y se ha convertido también en el eje de la polémica.En cualquier caso, los primeros pasos de este organismo han podido ser relativamente sencillos: valorar la empresa Videotón y venderl...

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El partido gobernante pretende beneficiarse de la creación de la nueva clase de empresarios. La Agencia de la Propiedad Estatal es el organismo encargado de privatizar las empresas y entregarlas a los más adecuados postores después de hacer un estudio de valoración. La Agencia se ha convertido en el eje de la política subterránea en Hungría, ya que por sus manos pasan las futuras oportunidades de hacer negocio, y se ha convertido también en el eje de la polémica.En cualquier caso, los primeros pasos de este organismo han podido ser relativamente sencillos: valorar la empresa Videotón y venderla a un grupo de inversores húngaros no ha dado problemas. El problema vendrá cuando se intente con empresas no rentables y sin viabilidad.

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El proceso de privatización

húngaro se ha caracterizado, además, por la falta de complejos. No hay el menor pudor a la hora de aceptar la presencia de capital extranjero. Como no lo hay a la hora de decidir que se corta por lo sano con alguna empresa obsoleta.

Los húngaros vendían autobuses Raba a la Unión Soviética hasta hace poco tiempo. Hoy nadie se acuerda de la fábrica de autobuses y, en cambio, se mira con deleite la silueta del primer Opel (se montarán 15.000 este año) que surge de la cadena de montaje de Szentgotthard, cerca de la frontera austriaca, una planta que ocupa a 650 trabajadores y que es propiedad de General Motors y Raba, que posee un tercio de las acciones. La planta producirá 200.000 motores al año para las factorías de GM en España, Portugal y Turquía. La japonesa Suzuki seguirá los pasos de GM y abrirá otra planta de producción de vehículos en Esztergom.

La mano de obra es otro motivo de satisfacción: cuesta la décima parte que en España, por ejemplo, y no hay organización sindical entre los felices trabajadores.

Junto con las plantas de automóviles, los bancos son la estrella de la transición húngara. Existen ya más de media docena de bancos comerciales con un alto porcentaje de capital privado. Es una banca aún balbuceante, poco ágil, que tiende más a la realización de prácticas de usura que a cumplir una función de apoyo a la economía. No se usa apenas la tarjeta de crédito, los talones bancarios son una rareza y los húngaros se quejan de que la obtención de un crédito es casi un milagro que, cuando se produce, puede ir acompañado de la retención de una gran parte de la cantidad para garantizar los compromisos.

El mercado de valores, la Bolsa, ha cumplido un año y es la pionera en los países del Este. Es una Bolsa con garantías, apoyada en un sistema moderno y fiable, de la que se espera transparencia en el proceso de transformación de la economía.

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