Cartas al director

Críticas

Hace años, al abandonar sus funciones como crítico, Gabriel y Galán hizo una autocrítica admirable en la que, con argumentos valientes y sinceros, cuestionaba no sólo algunas atribuciones de los críticos, sino su misma razón de ser. De todas esas reflexiones hay algo que hoy adquiere caracteres dramáticos: la actitud intolerante que, a modo de modernos Torquemadas, adoptan algunos críticos. No pretendo que se silencie lo que está mal -o se considera que está mal-, sino que no haya ensañamiento. Además, en ocasiones, la subjetividad de una crítica, consciente o inconscientemente, se ve influida...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Hace años, al abandonar sus funciones como crítico, Gabriel y Galán hizo una autocrítica admirable en la que, con argumentos valientes y sinceros, cuestionaba no sólo algunas atribuciones de los críticos, sino su misma razón de ser. De todas esas reflexiones hay algo que hoy adquiere caracteres dramáticos: la actitud intolerante que, a modo de modernos Torquemadas, adoptan algunos críticos. No pretendo que se silencie lo que está mal -o se considera que está mal-, sino que no haya ensañamiento. Además, en ocasiones, la subjetividad de una crítica, consciente o inconscientemente, se ve influida por la simpatía o antipatía personal del crítico hacia un autor o unos intérpretes, y nos encontramos con el añadido de la injusticia. Espectáculos como el cine y el teatro atraviesan momentos muy dificiles, y a sus mayores enemigos, la televisión y el vídeo, no debería sumarse la actitud despiadada de algunos críticos que parecen complacerse en convertir su cometido en auténticos autos de fe.-

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Archivado En