Editorial:

Socialismo a la china

EN LA actual sesión de la Asamblea Nacional china se manifiesta claramente la victoria del grupo reformista encabezado por el anciano Deng Xiaoping, después de una dura batalla de tres meses contra el sector más conservador, atrincherado en la vieja burocracia del Partido Comunista de China (PCCh). Incluso el jefe del Gobierno, Li Peng -favorable a las tesis de los más ortodoxos y responsable de la matanza de Tiananmen-, ha tenido que defender en su informe las tesis expuestas por Deng y refrendadas por el Buró Político del PCCh en un comunicado oficial difundido en el Diario...

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EN LA actual sesión de la Asamblea Nacional china se manifiesta claramente la victoria del grupo reformista encabezado por el anciano Deng Xiaoping, después de una dura batalla de tres meses contra el sector más conservador, atrincherado en la vieja burocracia del Partido Comunista de China (PCCh). Incluso el jefe del Gobierno, Li Peng -favorable a las tesis de los más ortodoxos y responsable de la matanza de Tiananmen-, ha tenido que defender en su informe las tesis expuestas por Deng y refrendadas por el Buró Político del PCCh en un comunicado oficial difundido en el Diario del Pueblo y en toda la prensa china. Li Peng hace en su discurso un llamamiento, con palabras casi idénticas a las de Deng, a marchar por el camino del "socialismo a la china", a "liberar los espíritus, atreverse a innovar y adoptar una actitud más audaz para impulsar la reforma y la apertura al exterior".La batalla empezó cuando el sector duro del partido propuso que se prohibieran las "zonas económicas especiales", que, situadas principalmente en la costa, tienen un desarrollo económico basado en esquemas y normas capitalistas, en contacto directo con Hong Kong y con las empresas extranjeras. Ante esta ofensiva, el anciano Deng, que llevaba mucho tiempo sin. aparecer en público, surgió de nuevo a la luz: hizo un viaje por las zonas especiales y elogió sus éxitos económicos. Tras una dura batalla en el buró político se impuso la línea reformista. La nueva teoría se resume en lo siguiente: son "socialistas" aquellas medidas que sirven para elevar la productividad nacional. El grado de socialismo se mide, pues, por la eficacia económica. Deng ya había preconizado una China con "dos sistemas", socialista y capitalista. Ahora la nueva teoría convierte en "socialista" la parte en la que prevalece una economía capitalista.

Esta contradicción refleja la tendencia china a envolver las luchas políticas en complejos juegos verbales. Lo decisivo es la realidad económica, y ésta indica el triunfo de los reformistas y el hecho de que incluso Li Peng se haya sumado a ellos. La enumeración de algunos datos explica con claridad la evolución político-económica: la industria no estatal representa ya más de la mitad de la producción, cuando a principios de los años ochenta era inferior al 15%. El comercio exterior alcanzó, en 1991, 135.000 millones de dólares, un tercio del producto nacional bruto. El volumen de las inversiones extranjeras directas se sitúa en torno a los 40.000 millones de dólares. La provincia meridional de Guangdong, con 65 millones de habitantes, goza de un auge económico estimulado por el traslado de muchas empresas de Hong Kong a territorio chino. El dato significativo es que en Hong Kong, lejos de huir los capitales ante la próxima incorporación a China en 1997, éstos afluyen por las buenas perspectivas de negocios.

Esta realidad económica, que desde las zonas especiales se extiende al resto del país, se impone pese al rechazo de los dogmáticos que hablan de la "traición" de Deng. Pero la otra cara del "socialismo a la china" es el abandono de la reforma política prometida en etapas anteriores. La actual reunión de la Asamblea Nacional no presenta en ese orden ninguna apertura. Los cambios en China se hacen con un doble rasero: sí al mercado, no a la democracia. El sistema chino evoluciona hacia una economía capitalista en un contexto político autoritario. El comunismo queda como puro lenguaje, y ello explica el favor que esta originalidad china encuentra en algunos políticos conservadores occidentales.

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