Cartas al director

El martirio de Jesús de Medinaceli

Nuestro Padre Jesús de Medinaceli, que habita en Madrid en la calle-plaza del mismo nombre, sufre el martirio mantenido de un ruido infernal y, al igual que sus vecinos, ya padece un desequilibrio nervioso por culpa de la vigilia y una grave pérdida de au, dición, consecuencia del alto nivel de decibelios.El martirio suele comenzar a eso de las seis de la mañana, con los insultos y palabras soeces de los mendigos de la calle con su alma cargada de mal vino. Inmediatamente comienza el repertorio de la carga y descarga, con su amalgama de ruidos diversos que se mantendrán durante toda la mañana....

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Nuestro Padre Jesús de Medinaceli, que habita en Madrid en la calle-plaza del mismo nombre, sufre el martirio mantenido de un ruido infernal y, al igual que sus vecinos, ya padece un desequilibrio nervioso por culpa de la vigilia y una grave pérdida de au, dición, consecuencia del alto nivel de decibelios.El martirio suele comenzar a eso de las seis de la mañana, con los insultos y palabras soeces de los mendigos de la calle con su alma cargada de mal vino. Inmediatamente comienza el repertorio de la carga y descarga, con su amalgama de ruidos diversos que se mantendrán durante toda la mañana. El sonido de los envases de refrescos avanza lo que será el auténtico estruendo de los barriles de cerveza. Sus repartidores se afanan en demostrar la resistencia del aluminio golpeándolo contra el asfalto y dejándolo rodar hasta las cervecerías ¡a las siete de la mañana!

Entre tanta algarabía ya comienzan a sonar los cláxones que acompañarán a Jesús durante toda la jornada. Los conductores los hacen sonar casi por cualquier motivo. Unos, simplemente por diversión; la mayoría, porque tiene prisa. Como la doble fila está institucionalizada, los que pretenden salir con su coche avisan de su situación, con insistentes pitidos, a toda la vecindad: frailes y feligreses, viandantes y turistas del Prado, consumidores de las cervecerías y cafeterías, hospedados del hotel Palace y, por supuesto, Jesús y sus vecinos.

Cuando ya parece amainar la jornada laboral entra el turno de noche. Ahí es donde el martirio se muestracon mayor crueldad si cabe. La proximidad de Jesús con la calle de Huertas le incluye en la ruta de la movida. Coches de foráñeos y provincianos insisten en aparcar como sea y deambulan por la calle haciendo sonar sus cláxones hasta las cuatro o cinco de la madrugada. Borrachos de última hora gritan, se insultan o cantan. Pero justo cuando se alejan las voces entran los camiones de la basura. En la misma esquina cargan los aproximadamente 30 o 40 cubos que corresponden al hotel Palace. A esas horas, extenuado, se le oye a Jesús decir aquello de: "... Señor, aparta de mí este cáliz".

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