Tribuna:LAS ISLAS CANARIAS EN EL MARCO EUROPEO

La fuerza de la paciencia

No podrán decir que nos ha faltado paciencia. Vivir lejos es dificil en la geografia, pero imposible en la razón. Apartadas de la realidad nacional, ausentes en la actualidad informativa del país, ajena a la dinámica de comunicaciones y relaciones continentales, las islas Canarias siguen siendo, en la España que sueña con Europa, marginales y desconocidas.Este lugar que algunos eligen para sus vacaciones y por el que pasan fugaces los líderes de la política nacional en la coyuntura propicia de las elecciones, es el hogar de un millón y medio de ciudadanos que empiezan a ver con preocupación có...

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No podrán decir que nos ha faltado paciencia. Vivir lejos es dificil en la geografia, pero imposible en la razón. Apartadas de la realidad nacional, ausentes en la actualidad informativa del país, ajena a la dinámica de comunicaciones y relaciones continentales, las islas Canarias siguen siendo, en la España que sueña con Europa, marginales y desconocidas.Este lugar que algunos eligen para sus vacaciones y por el que pasan fugaces los líderes de la política nacional en la coyuntura propicia de las elecciones, es el hogar de un millón y medio de ciudadanos que empiezan a ver con preocupación cómo un proyecto de modernidad y de futuro empieza a consolidarse lejos de su alcance.

En la vecindad preocupante de un continente africano en eclosión y un Magreb donde empiezan a resonar los tambores lejanos del fundamentalismo, Canarias se encuentra hoy en una de las más dificiles coyunturas de su historia. La plena integración en las Comunidades Europeas, junto al resto del Estado, fue tanto más una decisión política que exclusivamente económica: las islas tenían que acercarse a Europa. Para ello renunció a una buena parte de las excepciones fiscales que se concedieron para compensar, en la medida de lo posible ya que no de lo necesario, los múltiples handicaps derivados del hecho insular.

Es difícil singularizarse en la dinámica de una permanente confrontación constructiva en el centro y la periferia. Canarias no se plantea hoy un victimismo gratuito, expresa una angustia real. Con un índice de paro superior al 20% de la población activa, un 30% de analfabetos, una economía dependiente casi en exclusiva del sector terciario, un sistema de transportes caro e ineficaz y un déficit histórico en infraestructura e inversiones estatales, los canarios estamos afrontando una crisis sin precedentes en nuestro modelo de desarrollo. Es posible que alguna región de España padezca similares limitaciones y carencias, pero ninguna se encuentra a 2.000 kilómetros de la Península.

Mientras el presidente González se transforma en al adalid de la cohesión social y sienta en Maastricht las bases de una nueva política social para la Europa unida, su Gobierno consagra en España la desigualdad y la injusticia más deplorable. En Canarias la media de inversión pública real, durante los años 88 al 91, ha sido de 22.000 millones de pesetas menos que la media nacional. Los ciudadanos de las islas han tenido que afrontar con la hacienda autonómica el reto de una educación en el que arrastramos un déficit histórico superior a los 25.000 millones de pesetas de inversión y costear un sistema de carreteras transferidas sin recursos. Sin materias primas, sin riquezas naturales, cautivos de los monopolios aéreos y marítimos del transporte de viajeros y mercancías, Canarias ha sido considerada una de las 10 regiones infradotadas de las comunidades europeas. Singularmente hemos encontrado en Bruselas lo que nunca hallamos en Madrid: comprensión.

El Ministerio de Hacienda ha vertebrado un proyecto de financiación autonómica que sólo conculca la solidaridad contemplada en el artículo 138.1 de la Constitución española (el Estado garantiza la realización efectiva del principio de solidaridad consagrado en el artículo 2 de la Constitución, velando por el establecimiento de un equilibrio económico, adecuado y justo entre las diversas partes del territorio español, y atendiendo en particular a las circunstancias del hecho insular), sino que, desde la perspectiva política, consuma la increíble peripecia de un Gobierno central que pretende tratar igualmente a los desiguales, que no atiende a la corrección de los desequilibrios de una comunidad excepcional en lo geográfico y en lo social.

Indignación y estupor

Los representantes del nacionalismo canario nos debatimos hoy entre la indignación y el estupor. La apuesta continental de las islas, la expresa renuncia a las excepciones fiscales, nuestro esfuerzo por asumir los instrumentos tributarios de un mercado único y, por extensión, de un proyecto político global de los Estados europeos, está naufragado en la miopía de un economicismo de Estado que pretende fabricar sobre los menos dotados la prosperidad y el desarrollo de los más aptos.Las islas Canarias están siendo ignoradas en su realidad y expoliadas en sus necesidades por un Gobierno que ha heredado la miopía del más feroz de los centralismo del pasado. Sin entenderlas ni conocerlas, la hacienda del Estado está instando, desde lo económico, el auge de un sentimiento de abandono. Quienes desde posturas nacionalistas hemos venido defendiendo la moderación y el pragmatismo, creyendo en un proyecto solidario entre todos los pueblos de España, vemos en la realidad de un Gobierno que sólo sabe leer en el continente, el ocaso de toda esperanza para las islas.

Si la solidaridad se ha vuelto papel mojado en las páginas de la Constitución y Canarias queda anclada en este Atlántico lejano, habrá que buscar otros caminos. Y seremos los canarios solos, si estamos solos, quienes debamos encontrarlos.

Iremos a donde nos lleve el futuro. Llegaremos hasta donde nos empuje la irresponsabilidad de quienes pretenden medir igual a los desiguales. Aquí abajo, donde muchos de ustedes jamás han estado, no crece la ira, pero sí el despecho. Aquí abajo, a 2.000 kilómetros de distancia, seguimos esperando. No podrán decir después que nos ha faltado paciencia.

Manuel Hermoso Rojas es vicepresidente del Gobierno de Canarias y líder de las Agrupaciones Independientes de Canarias (AIC).

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