Tribuna:

Signos de cambio en las monarquías del Golfo

Las fuerzas de oposición en las monarquías del Golfo están dando sorprendentes señales de vida que auguran un debate clave para el futuro de la región. Un año después de la guerra del Golfo, opositores al dominio inapelable de las monarquías están capitalizando el descontento interno y la presión exterior para ventilar muchas de las ideas que Estados Unidos se ha comprometido a apoyar a fin de encauzar a esos países por la senda democrática. Es un experimento y un proceso largo, pero los primeros pasos están dados."Gran invento, el fax", comenta satisfecho Jassem Abdel Aziz al Qatami, una de l...

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Las fuerzas de oposición en las monarquías del Golfo están dando sorprendentes señales de vida que auguran un debate clave para el futuro de la región. Un año después de la guerra del Golfo, opositores al dominio inapelable de las monarquías están capitalizando el descontento interno y la presión exterior para ventilar muchas de las ideas que Estados Unidos se ha comprometido a apoyar a fin de encauzar a esos países por la senda democrática. Es un experimento y un proceso largo, pero los primeros pasos están dados."Gran invento, el fax", comenta satisfecho Jassem Abdel Aziz al Qatami, una de las más prominentes figuras de la oposición liberal kuwaití. "Antes enviábamos casetes a la gente que está en lo mismo que nosotros en Kuwait y en los países vecinos. Muchos nunca llegaban, claro. Ahora basta con marcar un número y listo". La amplia sonrisa de Al Qatami, rara en este hombre de gafas gruesas y aspecto austero, lo dice todo.

La circulación de ideas políticas nunca ha sido tan fácil en el Golfo. Sin embargo, el cambio no se debe exclusivamente a la revolucionaria invención del telefax: en el ambiente que existe hoy en la zona, opositores de Kuwait, Arabia Saudí, Qatar y Bahrein están disfrutando de una primavera generada en los discretos pero cada vez más insistentes esfuerzos internacionales para lograr una liberalización política acorde con el nuevo orden diseñado por Washington.

La brisa política que sopla hoy en el Golfo indudablemente les inspira gran confianza. "El año 1992 será decisivo para la democracia en Kuwait", dice Abula al Nibari, el economista y ex parlamentario que encabeza el Frente Democrático Kuwaití, una coalición de fuerzas progresistas y panárabes que tiene la mirada puesta en las elecciones de octubre próximo.

En esferas oficiales, su plataforma es considerada radical, pero en la práctica no entraña más que una mínima y legítima reivindicación ampliamente apoyada por los Gobiernos de los países que salieron en defensa del emirato: el cumplimiento de la Constitución, que, si bien consagra el sistema monárquico de la familia Al Sabaj, aboga por una participación popular que hoy no existe.

Para el emir de Kuwait, el jeque Jaber al Sabaj, que disolvió el Parlamento en 1986, los comicios de octubre adquieren una importancia capital. El Gabinete encabezado por el príncipe heredero, el jeque Saad al Abdula al Salim al Sabaj, actúa a sus anchas, totalmente impermeable a las críticas de una oposición cada vez más escandalizada por la supuesta magnitud de la corrupción e ineptitud oficiales.

Desde la liberación de Kuwait, hace casi un año, la oposición kuwaití ha venido emplazando al Gobierno a cumplir con sus promesas de liberalización, pero muchos kuwaitíes han quedado defraudados. "El Gobierno sólo quiere ganar tiempo. Está ocupado tratando de manipular las elecciones y asegurarse una mayoría en el Parlamento", afirma Nibari. "Ya existe un grado de movilización sin precedentes, y eso le puede deparar sorpresas".

La primera señal de que la oposición, durante años sumida en el letargo absoluto, esta vez sí se las trae surgió hace menos de una semana. En la diwaniya, la sesión de tertulia del ex presidente de la Asamblea Nacional Ahmad al Jatib, los dirigentes de más de cinco organizaciones (en Kuwait los partidos están prohibidos) lanzaron el más abierto desafío al Gobierno, al anunciar la formación de la Alianza Política, una nueva coalición que busca "construir un nuevo Kuwait".Darse a la fuga

Son muy pocos en Kuwait los que dudan de que la ocupación del emirato expuso las debilidades de las instituciones del Estado, incluyendo las Fuerzas Armadas, muchos de cuyos jefes fueron los primeros en darse a la fuga cuando Irak invadió su diminuto país vecino en agosto de 1990.

Los llamamientos a favor de una seria revisión de las políticas dictadas desde los palacios del Golfo han ido in crescendo desde la liberación de Kuwait, el 26 de febrero del año pasado. Las potencias que ayudaron al emir a recuperar el trono quieren que los Gobiernos de la zona estén más a tono con los tiempos. Lo contrario las convertiría en un factor determinante del statu quo que contradice el espíritu declarado de la Operación Tormenta del Desierto.

Washington, recuerdan oportunamente los opositores, ofreció un nuevo orden de cosas, y esto afecta a casi todos los Gobiernos monárquicos que durante décadas han ejercido el poder absoluto e indiscutible. En Kuwait existe la convicción de que las ganancias de la oposición van a repercutir decisivamente en el resto de la región. "Kuwait está llamado a convertirse en la vanguardia del movimiento democrático", señala Ahmed al Jatib. "Lo que ocurra aquí va a alentar a quienes buscan una apertura política en nuestros vecinos".

Ninguno de los grupos de oposición plantea cambios radicales ni cuestiona abiertamente el concepto monárquico. Lo que existe es un fuerte deseo de participación en la toma de decisiones. Importantes sectores en Arabia Saudí y Qatar se han hecho eco de esa inquietud. En pronunciamientos sin precedentes, la jerarquía religiosa de Arabia Saudí y jóvenes tecnócratas de Qatar ya han expresado su preocupación por la inercia de sus Gobiernos.

El enfoque de la oposición saudí se concentra en política exterior, aunque bajo esos argumentos yacen críticas al régimen religioso, que muchos juzgan anticuado e incongruente con la atmósfera de cambio. Una carta abierta firmada por diversas personalidades cuestiona, por ejemplo, el apoyo de Riyad al proceso de paz en Oriente Próximo, iniciado en Madrid en octubre, alegando que es obligación de todo musulmán luchar contra Israel y no negociar la paz con sus enemigos del Estado judío. En Qatar se registró hace dos semanas el primer pronunciamiento a favor de elecciones parlamentarias.

Ambos casos ilustran la creciente audacia de corrientes descontentas con la situación actual: el primero destaca la reafirmación de uno de los puntos cardinales de la política islámica; en el segundo hay un novedoso enfoque del concepto democrático como se entiende en Occidente.

El rey Fahd de Arabia Saudí se ha comprometido a presentar hacia finales de febrero ideas para la formación de un consejo consultivo basado en principios islámicos y que, de materializarse, podría dar a los saudíes una oportunidad sin precedentes para participar en las decisiones de Estado.

En Omán, el sultán Qabús ya ha puesto en marcha un proyecto similar, aunque cuidándose de no ceder demasiado poder a sus vasallos. Igual cautela es previsible por parte de los Emiratos Árabes Unidos, donde, a pesar de que ya existen consejos consultivos, su influencia sigue siendo más que limitada. Los contactos entre los grupos opositores de la región se han intensificado en los últimos meses al amparo del entusiasmo internacional por las propuestas de reformas democráticas, por más lentas que éstas resulten.Ejercicio fácil

"Antes de la guerra, hablar de reformas implicaba un riesgo. Hoy resulta un ejercicio cada vez más fácil, pues ninguno de los Gobiernos del Golfo quiere ser sorprendido suprimiendo voces discordantes. Sobre todo si éstas se inspiran en la idea de introducir cambios necesarios", admite un comentarista político cercano a las esferas del poder en Kuwait.

Es posible que no se vean cambios reales de inmediato, pero la atmósfera está cambiando velozmente. Los pronunciamientos, discursos y acuerdos de la oposición en Kuwait aterrizan en los despachos de la oposición saudí cada día. Con idéntica diligencia se conoce el pensamiento de la oposición de Riyad en casi todas las capitales del Golfo.

El efecto es multiplicador; el intercambio, constante. La democracia no está a la vuelta de la esquina, ni mucho menos. Pero la gimnasia política ha sido raras veces tan intensa. Gracias a la guerra y al fax.

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