Tribuna:

Seguridad y cooperación en el Mediterráneo

Decir que los partidarios de un Gobierno de carácter islamista en Argelia militan en y sostienen al Frente Islámico de Salvación (FIS) puede parecer una tautología. Desde luego, sectores importantes de la población no lo desean. Sin embargo, lo interesante es estimar cuántos de los que dieron su apoyo electoral en diciembre al FIS no son partidarios de un sistema de gobierno basado en la intolerancia y el totalitarismo.Desde 1989, caído el muro de Berlín, estamos cada día más acostumbrados a la dificultad inherente a los análisis y, sobre todo, previsiones en política internacion...

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Decir que los partidarios de un Gobierno de carácter islamista en Argelia militan en y sostienen al Frente Islámico de Salvación (FIS) puede parecer una tautología. Desde luego, sectores importantes de la población no lo desean. Sin embargo, lo interesante es estimar cuántos de los que dieron su apoyo electoral en diciembre al FIS no son partidarios de un sistema de gobierno basado en la intolerancia y el totalitarismo.Desde 1989, caído el muro de Berlín, estamos cada día más acostumbrados a la dificultad inherente a los análisis y, sobre todo, previsiones en política internacional.

En sólo dos semanas, las transcurridas desde los comicios hasta la renuncia del presidente Benyedid, dentro y fuera de Argelia se ha reflexionado y opinado sobre un par de cuestiones fundamentales. Una: ¿puede llegar a convertirse Argelia -y subsiguientemente el norte de Africa- en un Irán mediterráneo? Dos: ¿debe haber libertad para los enemigos de la libertad, para aquellos que, ganando democráticamente una mayoría parlamentaria se proponen, haciendo previamente gala de ello, destruir el Parlamento, eliminar la democracia pluripartidista que ha permitido su victoria?

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Respecto a la posibilidad de que Argelia se convirtiera en una república teocrática, se ha opinado de diversa manera, tanto dentro como fuera del país magrebí. Mucha gente en Europa y en Estados Unidos, al igual que muchos argelinos, ha mostrado su temor a que los integristas no respetaran el juego democrático una vez logrado el poder.

Pero no ha faltado quien ha manifestado que Argelia nunca podrá originar un sistema de corte iraní. Antes que nada, se dice, porque Argelia no es Irán ni Chadli Benyedid es el sha. En Persia, los fundamentalistas ganaron con muchos muertos y en ausencia de libertades. El FIS ha ganado pacífica y democráticamente.

Tampoco hay que olvidar, se argumenta, que el integrismo shií iraní es mucho más primario que el sunismo mediterráneo. Pero, además, se esgrime, Argelia es una sociedad culturalmente muy influida por Occidente. Sin olvidar que -continúa el argumento- muchos de los que han votado al FIS lo han hecho más que por apoyar su programa por castigar al FLN, el partido que, tras 30 años en el Gobierno, ha conducido al país a una situación insostenible.

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Hay incluso quienes, como los editorialistas de The Egyptian Gazette piensan que "el hecho de que los fundamentalistas estén a punto de llegar al poder gracias a elecciones libres debe moverles a fomentar la naciente democracia y evitar caer en una política de ajuste de cuentas".

No lo han entendido así las actuales autoridades argelinas. No sólo porque la actitud del FIS en años recientes no permitía hacerse muchas ilusiones, sino también porque últimamente ha sido suficientemente explícito: el responsable de las relaciones internacionales del Frente ha proclamado paladinamente que aquellos que se oponen a la opción islámica deben cambiar de pueblo o de país.

Así las cosas, el presidente Chadli y el Gobierno de Gozali han tirado por la calle de en medio: de momento, nada de segunda vuelta electoral y luego ya veremos. Opción política que zanja la polémica: sin elecciones, el FIS no llegará electoralmente al poder. Técnicamente, la decisión está bien sustentada: la Constitución de 1989 prevé que en caso de ausencia del presidente no se pueden celebrar elecciones.

Pero, aparte de cuál será el futuro calendario electoral argelino, si es que llega a haberlo, la cuestión a plantearse es qué vías elegirá el FIS -si le cierran la de las urnas- para intentar llegar al poder. Si se decanta por la violencia, en un país como Argelia y con un Ejército y partidos importantes no islamizados, no lo tendrá fácil. Si adopta una actitud más inteligente, organizándose aún mejor y logrando penetrar no sólo en multitudes desheredadas o hastiadas del caos y de la ineficiencia del FLN sino también en cuadros y en sectores más diversificados, dentro de cierto tiempo, electoral o revolucionariamente , supondrá un peligro evidente para cualquier tipo de sociedad que rechace los modos teocráticos e intolerantes.

Salir del marasmo

Mientras tanto, la respuesta ha de venir desde dentro y desde fuera. En Argelia, sólo una amplia colaboración de todos los partidos democráticos, incluido el FLN, puede remediar la situación de marasmo, frustración y desintegración social y económica que está teniendo lugar en un país que nos es vecino. Si personas como el actual jefe de Gobierno, Ahmed Gozali, sobreviven políticamente, la cuestión será menos ardua. Gentes que, como él, parten de la no ocultación de la verdad, son importantes para no llamarse a engaño a la hora de diseñar la estrategia adecuada. Y Gozali ha manifestado verdades que suponen un escalofriante reconocimiento de un fracaso de 30 años: "La falta de diálogo es un error histórico que se comenzó a cometer desde la independencia en 1962. Olvidamos explicar a los argelinos lo que estábamos haciendo".

¿Qué hacer desde fuera? La respuesta exterior al FIS argelino y a sus homólogos de la zona ha de venir sobre todo de Europa. Españoles, mediterráneos y europeos debemos poner de una vez por todas manos a la obra tantas veces proclamada y aún no iniciada: la construcción de un sistema de convivencia económico, social y político en ambas orillas del Mediterráneo.

Jean Daniel es escéptico y sarcástico sobre este tema. Asegura que cuando los ministros francés, italiano y español de Asuntos Exteriores se encuentran, acarician el proyecto de un Plan Marshall para los ribereños del Mediterráneo, pero que todo queda reducido a charlas de café (EL PAÍS, 17 de octubre de 1991). No creo que sea exactamente así. Cuenta también Daniel que Jacques Delors halla indiferencia entre los socios europeos cuando habla del Mediterráneo. Es posible. Sin embargo, también lo es que, después de los acontecimientos de Argelia, más de uno haya visto las orejas al lobo. Es hora de relanzar la Conferencia para la Seguridad y Cooperación en el Mediterráneo (CSCM).

es embajador de España en Italia.

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