La paz llega a Guazapa

Los guerrilleros salvadoreños asumen con tristeza la retirada de su mítico bastión

Un pedregal angosto conduce a Guazapa, la posición más avanzada de la guerrilla en el corazón de San Salvador. Menos de 30 kilómetros separan este bastión del FMLN de los núcleos de población urbana ya bajo control del Ejército. La guerrilla ahora descansa y algunos mandos, sin renunciar a la paz firmada solemnemente en México el pasado jueves día 16, expresan la tristeza de verse obligados muy pronto a abandonar esta montaña casi sagrada donde muchos salvadoreños de uno u otro bando, han dejado sus vidas.

En el cerro de Guazapa ha corrido la sangre sin cesar en estos últimos 12 años. L...

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Un pedregal angosto conduce a Guazapa, la posición más avanzada de la guerrilla en el corazón de San Salvador. Menos de 30 kilómetros separan este bastión del FMLN de los núcleos de población urbana ya bajo control del Ejército. La guerrilla ahora descansa y algunos mandos, sin renunciar a la paz firmada solemnemente en México el pasado jueves día 16, expresan la tristeza de verse obligados muy pronto a abandonar esta montaña casi sagrada donde muchos salvadoreños de uno u otro bando, han dejado sus vidas.

En el cerro de Guazapa ha corrido la sangre sin cesar en estos últimos 12 años. Los principales batallones de élite del Ejército han asediado en sucesivas operaciones este importante enclave sin poder exterminar a la guerrilla, que casi siempre ha salido airosa de los combates.El FMLN considera Guazapa como la mayor espina que tiene clavada el Ejército, pero la sangre derramada, los abusos de los militares y las desapariciones o el exterminio de familias enteras que sostenían con su apoyo popular la guerrilla no es ya motivo de odio o rencor. La paz ha llegado también a Guazapa y los guerrilleros esperan con los días contados la vuelta a casa confiados en que los acuerdos de Nueva York les permitan participar en la reconstrucción del país.

A sus 40 años, Dimas Rojas, uno de los tres miembros de la comandancia militar de Guazapa, reposa su mano derecha sobre el estómago, quejoso de las molestias que le proporcionan las siete perforaciones que un bombardeo aéreo le provocó en su intestino.

Rojas, veterano obrero agrícola con un cursillo guerrillero en Vietnam, perdió a su mujer, a su madre y a tres hermanos en asedios del Ejército a la zona. Sus dos hijas, pese a ser católico, se las encomendó a una Iglesia presbiteriana y hoy una es secretaria y otra aspira a ello. Su hijo pequeño, de 10 años, lo tiene bajo la tutela de unos familiares en San Salvador, y el mayor de los varones, Marcos, de 13 años, cambió en enero último la escuela por un subfusil de asalto y hoy integra una de las patrullas que defienden el monte.Profesión futura"No quiero ser policía porque no quiero un arma ni por profesión ni por necesidad", asegura Rojas mientras lee detenidamente los acuerdos de Nueva York. "Yo me conformo con un pequeño comercio o trabajando de transportista", añade.

Junto a Rojas, recostado sobre una hamaca, se encuentra su amigo Chano Guevara, el primer comandante de la zona. Guevara tiene 40 años y ya desde los 15 participaba en movimientos revolucionarios. No quiere hablar de su familia porque prácticamente toda -padres, hermanos, sobrinos y primos- fueron asesinados por el Ejército. Tiene a sus hijos, en Cuba, "protegidos", según él, porque es lo único que le queda.

Guevara hace apología de la paz y considera que lo logrado en Nueva York justifica estos años de lucha.

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Siente, aunque no lo confiesa explícitamente, dejar el monte y que entre sus frondosos bosques, de la noche a la mañana, se diluya el secreto de tantos años de resistencia para la guerrilla y de pesadillas para el Ejército. "Yo conozco todos los frentes de guerra en El Salvador, pero la paz ha llegado y la guerra nunca ha sido para nosotros un fin, sino un método. Quiero participar en la reconstrucción del país y seguiré hasta mi muerte luchando por una sociedad más justa y porque el pueblo viva mejor", explica.

Muy cerca de Guevara, refugiado en un tazón de café, se encuentra Walter Funes, de 29 años, el tercero de los comandantes de Guazapa y principal responsable político. Funes viajó a México en octubre para participar en las negociaciones de la paz junto a otros 11 comandantes. Salió del país protegido por observadores de Naciones Unidas y ahora le ha tocado de nuevo volver a México para asistir al acto solemne del día 16 en que se firmará la paz, pero está dispuesto a renunciar en favor de otro compañero.

Este joven comandante dejó a los 14 años sus estudios de bachillerato por un fusil y hoy repasa detenidamente los acuerdos de Nueva York explicándole al resto de sus compañeros cuáles son los -principales logros conseguidos, tras estos 12 años de guerra, en el aspecto económico y social.Fatiga de años

"Aquí la reconstrucción, pese a ser una zona devastada por la guerra, comenzó hace tiempo. Existe un ingenio azucarero en la zona, propiedad de un alemán que da trabajo a muchas familias, sometido a una concertación de carácter social. Pese a estar ocupado militarmente, la propiedad y nosotros firmarnos un acuerdo por un año. Es una forma de coexistir".

En Guazapa han cesado ya los bombardeos y la guerrilla, aunque patrulla diariamente, no vive en el trance de antes. Los mayores, como estos tres comandantes, acusan la fatiga de años y apuestan por la paz, pese a que en sus corazones late un sentimiento de rebeldía a dejar el monte.

Muy cerca de ellos, los adolescentes que integran la guerrilla, niños, en suma, a los que a veces les cuesta sostener los fusiles, hablan también de paz pero al mismo tiempo sueñan con ser los nuevos policías civiles de su país. Es el mayor logro que la guerrilla le ha arrebatado al Gobierno a cambio de una paz que todos en El Salvador consideran ya muy difícil de perturbar.

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