El 'jemer rojo' Jieu Samphan vuelve a Phnom Penh

Poco se ha avanzado en la pacificación de Camboya desde que el 14 de noviembre regresara del exilio el príncipe Norodom Sihanuk en cumplimiento del acuerdo suscrito un mes antes en París por la ONU y los cuatro bandos en guerra. La violencia de los últimos acontecimientos registrados en Phnom Penh demuestra la fragilidad de] alto el fuego hilvanado en esta esquina asiática. Aplacadas las protestas callejeras, ayer se reanudó el diálogo institucional con la apertura de las sesiones de] Consejo Nacional Supremo, poco después de la llegada a Phnom Penh del jemer rojo Meu Samphan tras su prolongad...

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Poco se ha avanzado en la pacificación de Camboya desde que el 14 de noviembre regresara del exilio el príncipe Norodom Sihanuk en cumplimiento del acuerdo suscrito un mes antes en París por la ONU y los cuatro bandos en guerra. La violencia de los últimos acontecimientos registrados en Phnom Penh demuestra la fragilidad de] alto el fuego hilvanado en esta esquina asiática. Aplacadas las protestas callejeras, ayer se reanudó el diálogo institucional con la apertura de las sesiones de] Consejo Nacional Supremo, poco después de la llegada a Phnom Penh del jemer rojo Meu Samphan tras su prolongada estancia en Tailandia.

El Consejo Nacional Supremo abrió ayer sus sesiones en Camboya por primera vez desde su creación. Las conversaciones para retomar el acuerdo de París y serenar los ánimos fueron difíciles, y la Asamblea Nacional debió promulgar una legislación que prohibe manifestaciones como las que hace 10 días recorrieron airadamente las calles de Phonm Penh denunciando la corrupción de los funcionarios del Gobierno que malvenden en su provecho propiedades estatales.La represión de las protestas, en las que también participaron soldados y empleados de la Administración del presidente Hun Sen, se saldó con tres muertos y 26 heridos civiles. Más rápido que la paz, discurre en este país la ambición por el enriquecimiento a toda costa y el sembrado de nuevas minas en las zonas de combate por cuatro ejércitos que parecen esperar el reinicio de las hostilidades.

Los jemeres rojos de Pol Pot, responsables de la muerte de un millón de personas entre 1975 y 1979, habían estampado su firma en el documento del 23 de octubre que acabó con una guerra civil de 13 años entre el actual Gobierno, apoyado por Vietnam, y tr ' es facciones que, en coalición, lo combatieron respaldados por China, Corea del Norte, Estados Unidos y otros países del sureste regional. Sin embargo, su vuelta a la capital para integrar el Consejo Nacional Supremo constituía la primera prueba de fuego sobre la viabilidad del documento rubricado en París por contendientes que acudieron al diálogo empujados por mecenas políticos que se vieron abocados a la conciliación tras el vuelco de las relaciones internacionales provocado por la caída de la URSS.

Huido a Vietnam

Pocos días antes del apaleamiento de Samphan, el presidente del Gobierno, Hun Sen, jemer huido a Vietnam cuando Pol Pot puso precio a su cabeza, había advertido que iba a ser muy difícil garantizar la seguridad de los responsables del genocidio.La premonición se cumplió y una concentración de exaltados, muchos de ellos familiares de las víctimas, y otros empuñando garrotes oficiales, abrieron la cabeza del jemer rojo y las viejas heridas.

Sin embargo, en una nación de ocho millones y medio de habitantes, eminentemente agrícola, con siete de cada 10 de sus habitantes viviendo en el umbral de la miseria, los jemeres rojos son odiados por los familiares del millón de víctimas, por los partidarios de la libre empresa y por los nuevos ricos que gastan en una noche de farra el salario anual de un campesino.

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Pero la implantación de los polpotistas es todavía significativa en las zonas más deprimidas del país, donde los labradores más pobres, agraviados unos por la injusticia social y arrastrados otros por el temor, les han dado cobertura. En Phnom Penh, el enriquecimiento rápido, que facilitan la corrupción y la ausencia de controles, y la mendicidad que surge paralelamente del subdesarrollo y la guerra son cada día mayores.

Corregir esta divergencia enla sociedad camboyana se considera uno de los objetivos fundamentales para evitar que ganen de nuevo posiciones los rendentores convertidos en verdugos durante el macabro experimento colectivista de 1975.

Los incidentes del pasado día 20 hicieron tambalear el acuerdo de París. Sin apenas fondos para pagar los salarios del funcionariado al desaparecer los subsidios soviéticos, el Gobierno autorizó la venta de propiedades del Estado. "¡Son unos ladrones!", gritaban los manifestantes que tomaron el centro de Phnom Penh.

Una de las viviendas escamoteadas por el ministro de Comunicaciones y Transportes, Ros Chun, blanco de la rabia callejera y obligado a dimitir, fue saqueada por las turbas.

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