Cartas al director

Acerca de la desaparición del PCE

Veo que a mi hija le han colocado un pequeño crucifijo en el cuello, y, de inmediato, se lo quito, no porque tenga nada en contra de la figura histórica de Jesucristo; al contrario, quizá sea el personaje que más admiro, pero siglos de utilización de su nombre y de sus símbolos por la Iglesia católica, la Inquisición y el Opus Dei han convertido a su símbolo, la cruz, en la representación de lo contrario a lo que Él defendió: la defensa de los valores tradicionales, tales como la propiedad privada, la moral burguesa más arcaica y la jerarquía más absoluta.Algo parecido debe de ocurrirle a los ...

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Veo que a mi hija le han colocado un pequeño crucifijo en el cuello, y, de inmediato, se lo quito, no porque tenga nada en contra de la figura histórica de Jesucristo; al contrario, quizá sea el personaje que más admiro, pero siglos de utilización de su nombre y de sus símbolos por la Iglesia católica, la Inquisición y el Opus Dei han convertido a su símbolo, la cruz, en la representación de lo contrario a lo que Él defendió: la defensa de los valores tradicionales, tales como la propiedad privada, la moral burguesa más arcaica y la jerarquía más absoluta.Algo parecido debe de ocurrirle a los que han usado durante estos 70 años la hoz y el martillo con las mejores intenciones y los más elevados ideales; hoy, que se ha destapado el abusivo uso de estos símbolos en perjuicio de la población, en exclusivo beneficio de unas gerontocracias esclerotizadas e inútiles, su uso empieza a pesar como uña losa. Quizá no baste ya con explicar que ésos no eran verdaderos partidos comunistas, que no eran las teorías de Marx y Lenin las que aplicaron; quizá sea más fácil crear una nueva organización de izquierdas, ni tan siquiera partido, donde entren, por qué no, las ideas de Marx y Lenin, junto con las de otros personajes históricos con bellas y espléndidas ideas: Jesucristo, Bakunin, Sandino, Tierno Galván incluso. Las ideas de los grandes hombres no son patrimonio de nadie, lo son de la humanidad, y la historia está llena de los que, en nombre de éstos y de sus símbolos, han creado monstruosidades en nada parecidas a sus propuestas.

Deshagámonos de viejos y gastados símbolos y vayamos a lo que interesa: transformar una sociedad injusta, consumista y alienante; lo demás son baratijas de puesto de feria-

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