GOLPE DE ESTADO EN LA U.R.S.S.

El Ejército es la clave

Los políticos se fueron de vacaciones ignorando el peligro de involución

"Nunca se debería haber caído en la trampa de firmar el Tratado de la Unión en plenas vacaciones de agosto". Con estas palabras, el diputado Lev Ponomariov, uno de los dirigentes del movimiento Rusia Democrática, lamentaba en un pasillo del Parlamento ruso lo que ya parecía un error sin remedio, al saber la valoración optimista de1a correlación de fuerzas en la directiva de la URSS.Las advertencias de que el golpe de Estado era posible se habían repetido desde que el exministro de Exteriores Edvard Sheverdnadze denunció el peligro de dictadura en la URSS el pasado diciembre. Se habían repetido...

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"Nunca se debería haber caído en la trampa de firmar el Tratado de la Unión en plenas vacaciones de agosto". Con estas palabras, el diputado Lev Ponomariov, uno de los dirigentes del movimiento Rusia Democrática, lamentaba en un pasillo del Parlamento ruso lo que ya parecía un error sin remedio, al saber la valoración optimista de1a correlación de fuerzas en la directiva de la URSS.Las advertencias de que el golpe de Estado era posible se habían repetido desde que el exministro de Exteriores Edvard Sheverdnadze denunció el peligro de dictadura en la URSS el pasado diciembre. Se habían repetido tantas veces que ya habían perdido su efecto movilizador. Por eso, cuando Alexandr Yákovlev, ex consejero jefe de Gorbachov, volvió a decirlo la semana pasada, pocos fueron quienes le hicieron verdaderamente caso.

En agosto, la mayoría de los políticos soviéticos estaba de vacaciones, y la firma del Tratado de la Unión -el límite de lo que los sectores conservadores podían resistir- era sólo un paréntesis de tres días en las vacaciones de Gorbachov. Los diputados parlamentarios estaban también de vacaciones, y de veraneo se encontraba el alcalde de Moscú, Gavriil Popov, y buena parte de los diputados radicales, algunos de los cuales, como Yuri Afanásiev y Galina Starovóitova, estaban en el extranjero. Estas circunstancias fueron aprovechadas por los golpistas, que, a juzgar por lo sucedido, habían ensayado su plan en el pasado.

Ensayo general

El gran ensayo general del golpe se dio en enero en Lituania, donde se formó un comité de salvación nacional que fue el precursor de lo que hoy es el Comité Estatal para el Estado de Emergencia. Lituania fue un micromodelo de golpe que no acabó de consumarse, y, curiosamente, hasta ayer, el gran golpe tampoco había acabado de hacerlo. Esto revelaba que en el grupo de los conjurados tal vez existen indecisiones y titubeos que dificultan la realización del plan con todas sus consecuencias.

La acción golpista demuestra, sin embargo, que las viejas estructuras que vinculaban el aparato del partido comunista en el KGB y el Ministerio de Defensa conservaban su funcionalidad y estaban engrasadas.

Los titubeos de los golpistas parecían ponerse de manifiesto en la información de los medios de comunicación centrales, que, pese al férreo control impuesto sobre ellos, emitían noticias que eran favorables también a la causa de la legalidad representada por el Parlamento ruso y Borís Yeltsin.

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De este modo, los soviéticos se enteraron por el telediario Vremia de que Yeltsin había exhortado a la huelga general. Por supuesto, la información se ajustaba a pautas previas a la glásnost, es decir, a la técnica del sandwich, consistente en colocar el mensaje que se desea transmitir en un contexto crítico.

La sociedad soviética de hoy no es la de 1985, cuando Mijaíl Gorbachov asumió el poder. Ha cambiado y se ha hecho más libre, aunque el cambio afecta en distinta medida a diversos sectores, y ciertamente el KGB, gran implicado en el golpe, es uno de los más refractarios al mismo. Gorbachov no había hecho caso, porque no pudo o porque no quiso, a los llamamientos para que se destituyera a Kriuchkov, el presidente del KGB, después de que éste pusiera en cuestión al presidente y toda su política en el Parlamento de la URSS.

A diferencia del KGB, donde los sectores disidentes son muy minoritarios, el Ejército soviético, que vive en su propia carne los problemas derivados de su cambio de función y el traslado desde Europa del Este, ha sido más permeable a la diversificación de la sociedad. No obstante, el alcance de esta permeabilidad, que hoy se pone a prueba en los alrededores del Parlamento ruso, puede ser aún limitado.

El general Konstantin Kobets, jefe del Comité de Defensa y Seguridad de Rusia, manifestó a esta corresponsal que "el Ejército se encuentra mayoritariamente del lado de la Junta, pero en el estamento militar crece el movimiento a favor de la democracia, el restablecimiento de la soberanía de Rusia y el reconocimiento del presidente Yeltsin". Las palabras de Kobets eran corroboradas por los mandos militares que, a cuentagotas según los indicios y de forma casi clandestina, se presentaban a las autoridades rusas para anunciarles una lealtad que, hoy por hoy, es prácticamente un acto de heroísmo.

Leales en Sebastopol

En la mañana de ayer, un regimiento de paracaidistas de Riazan, un batallón motorizado de Sebastopol y un batallón de tanques de la división Tamánskaya de Moscú se contaban entre las fuerzas que habían declarado su lealtad a las autoridades rusas, y a ellas se sumaban dos unidades más no identificadas por la dirección de la República. Ésta trata de mantener el máximo de discreción sobre la identidad y el número de las tropas fieles.

Un contingente de las unidades de intervención especial, el OMON, tristemente famoso por sus acciones arbitrarias en las repúblicas bálticas, defendía al Parlamento ruso, que contaba también con paracaidistas de la región de Moscú y destacamentos de voluntarios que recordaban cada vez más a los defensores del Parlamento lituano.

Medios próximos a la dirección rusa señalaban que el mando central je las fuerzas de paracaidistas, un cuerpo de élite, ha sido el que más resistencia ha puesto a su participación en el golpe. Sin embargo, pasada la medianoche, Kobets explicó que un regimiento paracaidista se hallaba volando desde su base en la ciudad de Pskov en dirección a Moscú con el objetivo de apoyar un supuesto ataque de tropas especiales del KGB contra el Parlamento ruso. Paralelamente, algunas de las divisiones situadas en los alrededores de Moscú que se habían declarado afines a Yeltsin durante la mañana, dejaron de comunicarse con el presidente ruso inmediatamente después de que Yázov abandonara el Ministerio de Defensa. Yeltsin decid¡ó, a la vista de la nueva situación, dirigir un mensaje especial a estas divisiones reclamando su fidelidad. Por primera vez en su existencia, el Ejército Rojo se ve hoy en peligro de Íma lucha interna fratricidal entre camaradas de armas. Tanto los que eligen un camino como los que eligen otro tienen miedo a los ajustes de cuentas.

La dirección rusa cuenta con las simpatías de algunos altos mandos militares dispersos por el territorio de la URSS, pero esta simpatía es clandestina, afirmaron fuentes próximas a la dirección rusa. Yeltsin ha sido siempre muy consciente de la importancia de ganarse al Ejército para su causa (y en los cuarteles, el dirigente ruso obtuvo porcentajes superiores al 50% de los votantes). Durante sus viajes por el territorio ruso, Yeltsin ha procurado visitar los cuarteles y entre sus anfitriones están las unidades militares de Tula, que hoy podrían recompensarle con una sensibilidad especial por su causa.

Después de producirse el golpe, grupos de diputados rusos se han coordinado en grupos para acudir alos cuarteles de la región de Moscá a hablar con soldados y oficiales y hacerles entrega de los llamamientos al estamento militar, efectuados primero por Yeltsin y luego por el vicepresidente Alexandr Rutskoi, un coronel de aviación héroe de la URSS que ha sufrido una profunda transfórmación personal desde los sucesos de Lituania.

Rutskoi, un símbolo

Rutskoi es un símbolo de todos los dilemas a los que se enfrenta el estamento militar y no un joven oficial arrogante y deslenguado a quien los altos jefes militares que fueron sus compañeros en el pasado puedan dar con la puerta en las narices. Las autoridades militares al servicio de los golpistas han dado muestras de tener miedo al contagio de los soldados por el espíritu que emana del Parlamento ruso y, según fuentes de este organismo, relevan con gran frecuencia a los soldados que han estado expuestos durante mucho tiempo a las conversaciones con los ciudadanos de a pie, que debilitan su moral de combate.

Los golpistas querían posiblemente una "acción blanda" y, hasta ayer por ka nozhe, por lo menos, no se habían atrevido a usar la violencia necesaria para culminar la empresa comenzada.

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