Cartas al director

La ley en Barajas

Soy corresponsal de la agencia Efe en la provincia de Huelva. En estos días esperaba la visita de mi compañera Ana, una salvadoreña que está estudiando en la Universidad de La Habana (Cuba), con la que hace ya tres años que mantengo relaciones sentimentales estables.Ana venía por un mes, aprovechando sus vacaciones en la Universidad, y traía un billete de ida y vuelta, desde el 30 de julio al 1 de septiembre.

Al llegar a Madrid no la dejaron entrar al país. El motivo, según los funcionarios de emigración, era que no traía los 1.500 dólares (unas 150.000 pesetas) que al parecer exige la ...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Soy corresponsal de la agencia Efe en la provincia de Huelva. En estos días esperaba la visita de mi compañera Ana, una salvadoreña que está estudiando en la Universidad de La Habana (Cuba), con la que hace ya tres años que mantengo relaciones sentimentales estables.Ana venía por un mes, aprovechando sus vacaciones en la Universidad, y traía un billete de ida y vuelta, desde el 30 de julio al 1 de septiembre.

Al llegar a Madrid no la dejaron entrar al país. El motivo, según los funcionarios de emigración, era que no traía los 1.500 dólares (unas 150.000 pesetas) que al parecer exige la legislación migratoria vigente para pasar un mes en España, circunstancia que no le comunicaron ni en el Consulado español ni en las oficinas de Iberia en La Habana.

De nada sirvió que yo me personara en Madrid y que, tras identificarme como periodista, corresponsal de Efe, y como la persona que ella venía a visitar, dijera que me hacía cargo de ella.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Cuando, ingenuamente, se me ocurrió plantear que yo podía erliregar el dinero que ella necesitaba, los funcionarios de turno me replicaron: "Nosotros estamos aquí para inipedirlo".

A la desagradable sorpresa de la negativa a la entrada de Ana a España se unió el trato vejatorio al que nos vimos sometidos tanto Ana como yo por parte de los funcionarios de emigración, quienes achacaron a la ley esa situación.

Personalmente fui tratado como un delincuente, pese a que en todo momento me comporté con absoluto respeto con, los funcionarios que me atendieron.

Como justificaciones a este tipo de medidas tuve que soportar insinuaciones, en alusión a mi compañera, como la de que en el vuelo de Ana venían también unas dominicanas presuntamente con la intención de dedicarse a la prostitución.

Cuando después de horas de mendigar un poco de humanidad permitieron que nos viesemos, lo tuvimos que hacer en los pasillos de tránsito del aeropuerto en presencia de unas 50 personas, la mayoría latinoamericanos que esperaban su deportación, y con un policía al lado que nos dirigía comentarios como "tengo que vigilar que no le pases ningún cuchillo o pistola" y "no se te ocurra pasarle dinero".

El funcionario interrumpió a los cinco minutos, con malos modos, nuestro encuentro, cuando todavía no habíamos tenido oportunidad de recuperarnos del mal trago que estábamos pasando.

A las cuatro y media de la tarde del día siguiente devolvían a Ana a La Habana sin que me permitieran volver a verla.

La legislación migratoria actual y ¡os hechos que menciono creo que lo que reflejan es un cerrojazo a América Latina, una discriminación real hacia los latinoamericanos, una violación de los derechos humanos y un trato vejatorio hacia los latinoamericanos y hacia los ciudadanos españoles que, como yo, nos vemos implicados en tan desagradables circunstancias.-

Archivado En