Salvar la naturaleza, pero sólo para el hombre

La sensibilidad ecológica es hoy en día una actitud tan necesaria en la buena sociedad como, digamos, la creencia en la democracia o la aversión al poliéster. (...)¿Cómo habremos de elegir entre las docenas de propuestas incompatibles, restricciones, proyectos, regulaciones y leyes anunciadas en nombre del medio ambiente? Es fácil; en primer lugar hay que distinguir entre lujos y necesidades. ( ... ) Combatir el cambio ecológico que amenaza directamente la salud y la seguridad de las personas es una necesidad; todo lo demás es un lujo. Por ejemplo, la conservación de la atmósfera -detener la d...

La sensibilidad ecológica es hoy en día una actitud tan necesaria en la buena sociedad como, digamos, la creencia en la democracia o la aversión al poliéster. (...)¿Cómo habremos de elegir entre las docenas de propuestas incompatibles, restricciones, proyectos, regulaciones y leyes anunciadas en nombre del medio ambiente? Es fácil; en primer lugar hay que distinguir entre lujos y necesidades. ( ... ) Combatir el cambio ecológico que amenaza directamente la salud y la seguridad de las personas es una necesidad; todo lo demás es un lujo. Por ejemplo, la conservación de la atmósfera -detener la destrucción de la capa de ozono y el efecto invernadero- es una necesidad ecológica. ( ... )

Un ecologismo sensato, el único tipo de ecologismo que puede aspirar a un apoyo universal, empieza por declarar sin complejos que la naturaleza está al servicio del hombre. Un ecologismo sensato es completamente antropocéntrico: pone límites al hombre para preservar la naturaleza, pero lo hace en aras de su propia supervivencia.

Un ecologismo sensato no actúa de forma sentimental; no pide a la gente que se sacrifique por otras criaturas. Después de todo, es ya bastante duro el pedir un sacrificio por otros seres humanos. Un ecologismo sensato -y humanista- no trabaja para la naturaleza, sino para nosotros mismos.

15 de junio