'Rambos' maternales

Se pasean por el campamento como enormes osos pardos. Miden casi dos metros y esconden su rostro tras unas gafas oscuras. Bajo su aspecto feroz esconden, sin embargo, una sonrisa siempre a punto y una mano que acaricia las cabezas peladitas de los niños.Son los 52 hombres de las fuerzas especiales del Ejército estadounidense, cuerpo de élite que caída de la estabilidad de los campos de refugiados kurdos de la frontera turco-iraquí. Han construido la principal conducción de agua del campamento y han organizado con los líderes kurdos el reparto de la comida. Además, ayudan noche y día a los rrié...

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Se pasean por el campamento como enormes osos pardos. Miden casi dos metros y esconden su rostro tras unas gafas oscuras. Bajo su aspecto feroz esconden, sin embargo, una sonrisa siempre a punto y una mano que acaricia las cabezas peladitas de los niños.Son los 52 hombres de las fuerzas especiales del Ejército estadounidense, cuerpo de élite que caída de la estabilidad de los campos de refugiados kurdos de la frontera turco-iraquí. Han construido la principal conducción de agua del campamento y han organizado con los líderes kurdos el reparto de la comida. Además, ayudan noche y día a los rriédicos que trabajan en el hospital de campaña y no se les caen los anillos a la hora de quemar letrinas inmundas.

El 30 de abril, Día de la Tierra en Estados Unidos, los soldados decidieron celebrar la jornada en el campamento, que es lo más alejado de cualquier concepto ecológico. Repartieron grandes bolsas de plástico y comenzaron a recoger la basura de modo ejemplarizante. El éxito fue parcial. Muchos refugiados prefirieron usar las bolsas para necesidades más perentorias, como tapar los agujeros de las tiendas.

Los más mayores los adoran, mientras los jóvenes, que han perdido la ingenuidad a fuerza de sustos, suelen reservarse su opinión. Peter Tasker, sanitario de Illinois, asegura que los kurdos son gente acogedora y que se siente feliz de poder ayudarles.

Según los soldados, los recelos han pasado, especialmente después de los sustos causados por la brusca puntería de los helicópteros, que al arrojar los cargamentos de comida aplastaron algunas tiendas. También se ha olvidado ya la decepción de la población musulmana, mayoritarla en el campamento, al ver que los paquetes de alimentos del Ejército norteamericano, que se han convertido en la dieta base para miles de personas en la zona, incluían como plato esencial carne de cerdo.

"Los refugiados confían en nosotros", dice con orgullo Bob Adanis, que acaba de salir de una diarrea, como el 80% de sus compañeros, pese a la asepsia que les rodea. "Cuando paseamos por el campamento, la gente nos ofrece agua y comida. Es algo que no podemos rechazar".

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