El Senado aprueba el nuevo IRPF en una sesión en la que hubo 156 senadores que emitieron 177 votos

En los escaños del Senado se sentaban ayer 156 senadores; el panel electrónico llegó a contabilizar hasta 177 votos. Estaban en juego decenas de enmiendas de la nueva Ley del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas, una ley de sobra conocida por sus siglas IRPF. En ninguna de las votaciones el cómputo bajó de 167. Algunos senadores llegaron a desarrollar auténticas dotes de virtuosismo para pulsar a la vez tres teclas -hubo quien se ayudó de un pie- en los escasos segundos que dura la votación. Para el presidente del Senado, Juan José Laborda, todo lo que allí ocurría era perfectamente...

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En los escaños del Senado se sentaban ayer 156 senadores; el panel electrónico llegó a contabilizar hasta 177 votos. Estaban en juego decenas de enmiendas de la nueva Ley del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas, una ley de sobra conocida por sus siglas IRPF. En ninguna de las votaciones el cómputo bajó de 167. Algunos senadores llegaron a desarrollar auténticas dotes de virtuosismo para pulsar a la vez tres teclas -hubo quien se ayudó de un pie- en los escasos segundos que dura la votación. Para el presidente del Senado, Juan José Laborda, todo lo que allí ocurría era perfectamente legal, puesto que ningún senador ni grupo parlamentario presentó reclamación alguna.

Todavía está caliente el litigio sobre una reciente votación del Congreso, en la que se registraron al menos cuatro votos irregulares y sobre: cuya validez habrá de decidir finalmente el Tribunal Constitucional, a instancias del Partido Popular. En aquella ocasión el texto legal, que concede a los parlamentarios el privilegio de no acudir en persona a declarar ante el juez, obtuvo 176 votos, exactamente el mínimo para su aprobación.Un dato curioso es que la votación de las enmiendas que se discutieron ayer no exigía ningún malabarismo electrónico, toda vez que el PSOE contaba con el respaldo de los grupos nacionalistas, suficiente para imponer sus puntos de vista frente a un Partido Popular que reconocia su "soledad" en el ejercicio de la oposición.

La sesión empezó poco después de las doce de la mañana. Un total de 148 senadores tomaron asiento en sus escaños y otros ocho ocuparon la mesa. Poco después comenzó una cadena de votaciones que se prolongó durante más de media hora. Tras la frase: "Comienza la votación", que el presidente Laborda repitió tras cada enmienda, el panel llegó a mostrar hasta 177 votos emitidos, frente a sólo 156 parlamentarios presentes.

"Para Vds lo único importante es si había tres senadores más o menos, cuando lo relevante es que estamos aprobando una ley que ha sufrido innumerables mejoras en el Senado", se quejaba el senador socialista Daniel García, ponente del proyecto de ley.

Desajuste de cuentas

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Esta singular explicación al desaguisado fue mejorada por el ex ministro de UCD y ahora senador popular Luis Ortiz, también ponente de la ley. En opinión del ex ministro, "estas cosas, en alguna medida, suceden siempre y en todos los grupos, por lo que no digo que no haya ocurrido hoy".

La ventaja, para el senador Ortiz, es que él, "por suerte o por desgracia", está en la primera fila. Esta ubicación le impide, según sus palabras, darse cuenta "de lo que ocurre detrás".

El sistema de votación ejercitado por los senadores respalda la tranquilidad con la que el senador Ortiz califica de habitual esta superabundancia de votos. Desde el tercer piso, en un estrecho pasillo habilitado para los periodistas, se podía ver con nitidez la habilidad con la que el senador socialista Jesús Galán Pérez, sin levantar la vista de una novela al parecer apasionante, alargaba el pie derecho para votar por el escaño situado inmediatamente a su izquierda, al tiempo que con la mano derecha ejercía su derecho al voto.

Los senadores del Partido Popular no practicaron el sistema de un pie, un voto, pero no faltó quien demostrara excelentes dotes de pianista para alcanzar incluso los dos escaños adyacentes, a izquierda y derecha. Tal fue el método utilizado, al menos, por los senadores populares Alejandro Mena Cerrajón y Juan José Ortiz Pérez.

Aunque el PSOE y el PP son los dos partidos más fácilmente visibles desde la ubicación de los periodistas, es probable que la rapidez de voto se extendiera por toda la Cámara hasta sumar la veintena de votos de diferencia.

Claro que diferencia no significa irregularidad ni fraude, como se apresuró a explicar el presidente del Senado. Juan José Laborda aseguró a los periodistas que "ya no hay posibilidad de impugnación porque a ningún miembro de la Cámara le consta que se hayan producido irregularidades". Reglamento en mano, el Senado consagra la elemental norma democrática de un hombre, un voto, pero como cláusula de seguridad establece que las reclamaciones sólo pueden presentarse en el acto mismo de la votación. Como en una sala de subastas, una vez que el presidente sella el resultado con el mazo, el escrutinio queda convalidado.

Destaca, de todas formas, el fuerte bajón de votos que contabilizaba el panel electrónico desde que un redactor gráfico comenzó a fotografiar los juegos malabares de algunos senadores. Así, de 177 se bajó hasta 167, todavía 11 más que los presentes.

El dato más preocupante, para el portavoz del grupo socialista en el Senado, Jaime Barreiro, no es la discrepancia entre votos y asientos, sino la actuación de los periodistas. La conclusión de Barreiro, visiblemente alterado, a la salida de la votación, fue la siguiente: "Desconozco a los profesionales que vienen pagados a esta Cámara para hacer fotografías desde los ángulos". Lo importante, en opinión de Barreiro, es pues la prueba gráfica y no la práctica de votar por parlamentarios ausentes.

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