Tribuna:GUERRA EN ORIENTE PRÓXIMO

El que más aguanta, gana

La guerra es la continuación de la política por otros medios. De Clausewitz a Lenin ha sido la razón de la violencia, no la falta de razón. Como para Sadam también. Lanzando sus hombres contra el territorio saudí, donde no podían esperar más que la derrota militar, Sadam ponía sus ojos no tanto en alcanzar objetivos bélicos cuanto en conseguir una victoria psicológica y propagandística con la que, a pesar de los muertos y el material perdido, pudiera radiar desde Bagdad el arrojo de sus fuerzas, las dificultades de los aliados para expulsarlas y el sacrificio humano de hacerlo, con muertos e, ...

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La guerra es la continuación de la política por otros medios. De Clausewitz a Lenin ha sido la razón de la violencia, no la falta de razón. Como para Sadam también. Lanzando sus hombres contra el territorio saudí, donde no podían esperar más que la derrota militar, Sadam ponía sus ojos no tanto en alcanzar objetivos bélicos cuanto en conseguir una victoria psicológica y propagandística con la que, a pesar de los muertos y el material perdido, pudiera radiar desde Bagdad el arrojo de sus fuerzas, las dificultades de los aliados para expulsarlas y el sacrificio humano de hacerlo, con muertos e, incluso, prisioneros norteamericanos. Es más, también lanzaba al mundo un mensaje implícito: Irak no sólo no se rinde, sino que conserva la capacidad de elegir el momento de la batalla. Buscaba una victoria política.En la guerra, las armas son importantes, sobre todo si el conflicto es breve, pero si se prolongan las hostilidades, contar con un buen dispositivo logístico se vuelve una necesidad vital. Según todas las informaciones oficiales, a los iraquíes en Kuwait sólo les están llegando 2.000 toneladas de material de las 20.000 que necesitan diariamente. Y al igual que le ocurrió al último avión de aprovisionamiento de los alemanes que pudo llegar a Stalingrado, que no cargaba ni munición ni comida, sino pimienta y preservativos, los camiones que escapan a la interdicción aliada probablemente tampoco lleven aquello que es indispensable. Si Sadam no mueve sus tropas, cada día le faltará algo más para poder hacerlo, pero si las lleva a atacar, corre el riesgo de quedarse sin las reservas que tiene almacenadas en Kuwait.

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La defensa es la forma más fuerte para la batalla. Treinta y seis horas de combates para desalojar a unos pocos soldados de una ciudad lo ponen de manifiesto. Como también subraya las dificultades de la guerra abierta en el desierto, donde la aviación desempeña un papel decisivo.

Efectivamente, en el Golfo, la superioridad aérea puede ser vital. Por un lado porque permite a los aviones aliados el ataque a las líneas de comunicación y de abastecimiento de las tropas iraquíes en el frente, aislándolas. En segundo lugar, porque el poder aéreo se puede concentrar allí donde sea necesario para el apoyo táctico a la batalla terrestre, como ha sucedido en la reconquista de Jafyi. El problema es tener suficientes aparatos para no abandonar ninguna misión.

En la guerra, la sorpresa es media victoria y si, para conseguirla hay que engañar, se engaña, como lo han hecho los carros iraquíes avanzando con los cañones hacia atrás, en disposición aparente a rendirse. La guerra, lejos de ser un catálogo de armas, es una cuestión de voluntades. Los aliados que confiaban en la rendición de los atacantes, Sadam que esperaba los cadáveres de los marines llegando a su patria. Quien más aguanta, gana.

Rafael L. Bardají es director del Grupo de Estudios Estratégicos.

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