Editorial:

Impotencia

LOS VOTOS unidos de todos los partidos democráticos vascos, representativos de más del 80% de los electores de Euskadi, han servido para aprobar en 200 municipios vascos una moción en favor de la construcción de la autovía que unirá Guipúzcoa con Navarra, amenazada por ETA. La firmeza puesta de manifiesto por esos partidos en vísperas de la reelección de Ardanza como presidente del nuevo Gobierno vasco constituye el mayor aval de la continuidad de la política de consenso antiterrorista plasmada durante la anterior legislatura en el Pacto de Ajuria Enea. Esa continuidad no depende de la presenc...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

LOS VOTOS unidos de todos los partidos democráticos vascos, representativos de más del 80% de los electores de Euskadi, han servido para aprobar en 200 municipios vascos una moción en favor de la construcción de la autovía que unirá Guipúzcoa con Navarra, amenazada por ETA. La firmeza puesta de manifiesto por esos partidos en vísperas de la reelección de Ardanza como presidente del nuevo Gobierno vasco constituye el mayor aval de la continuidad de la política de consenso antiterrorista plasmada durante la anterior legislatura en el Pacto de Ajuria Enea. Esa continuidad no depende de la presencia o ausencia de los socialistas en el Ejecutivo de Vitoria, y si bien es comprensible la preocupación de sus dirigentes ante algunos aspectos del programa de los tres partidos nacionalistas que integrarán el nuevo Gobierno, no sería justo deducir riesgos inmediatos para la coherencia del pacto contra la violencia.Frente a esa coherencia, resalta aún más la ausencia de cualquier atisbo de argumentación racional en la posición de Herri Batasuna (HB), cuya dependencia de ETA lo ha conducido, en relación a la autovía, a una situación ridícula. Sus portavoces han repetido en los plenos municipales el argumento según el cual ha sido la falta de diálogo de las instituciones lo que ha conducido a la situación actual. Su consecuencia es que la imposibilidad de que un "movimiento ciudadano desarmado" llegue a imponer sus puntos de vista hace inevitable el recurso a otros métodos, es decir, a la violencia terrorista. Hablar de falta de diálogo tras ocho años de incesantes debates en los organismos concernidos -singularmente las Juntas Generales, en las que HB no participa- parece una broma. Aparte de que la lógica del planteamiento revela lo que HB entiende por diálogo: proceso por el cual todos los demás aceptan lo que decimos nosotros, porque en caso contrario llamamos a los del amonal.

Entonces, si la paralización de las obras plantea un serio problema a las instituciones, no es menor el que se abre ante los dirigentes de HB. Su pretensión de establecer un paralelismo entre el asunto de la autovía y el de Lemóniz carece de fundamento. Primero, porque no es lo mismo una carretera que una central nuclear. Segundo, porque el movimiento de rechazo social a dicha central, en el que irrumpió ETA -envileciéndolo-, era inseparable de las irregularidades que precedieron, en los últimos años del franquismo, al inicio de su construcción. Ahora no sólo cuenta la autovía con todas las garantías democráticas, sino con el apoyo mayoritario de la población. Si ETA llevase a término sus amenazas no sólo supondría un desafío directo a las instituciones vascas, sino al conjunto de los ciudadanos, incluyendo seguramente a parte de la propia base social de HB.

El impotente se complace con la sensación de omnipotencia que le produce aterrorizar a los demás. La sustitución de cualquier razonamiento por la apelación a la intervención de los pistoleros constituye una implícita confesión de impotencia por parte de quienes, tras el abrumador pronunciamiento de los representantes de la ciudadanía, ahuecan la voz para decir: "De todas formas, la autovía no se hará".

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Archivado En