Tribuna:GUERRA EN ORIENTE PRÓXIMO

La guerra de los dioses

Hay una paradoja formidable en esta guerra del Golfo: es la más moderna, la más tecnificada, la más visible y la más fría de las guerras que ha conocido la humanidad y, al mismo tiempo, la más primitiva y la más invisible de todas. Y no sólo es invisible y fría porque faltan los heridos y los muertos, las ruinas, las tropas, sino también porque junto a una verbena de videojuegos, de misiles y antimisiles, de aviones y proyectiles antiaéreos que estallan en el cielo, está en marcha, subterránea, pero enormemente real, otra guerra: la de los dioses. En ella se enfrentan los tres grandes dioses m...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Hay una paradoja formidable en esta guerra del Golfo: es la más moderna, la más tecnificada, la más visible y la más fría de las guerras que ha conocido la humanidad y, al mismo tiempo, la más primitiva y la más invisible de todas. Y no sólo es invisible y fría porque faltan los heridos y los muertos, las ruinas, las tropas, sino también porque junto a una verbena de videojuegos, de misiles y antimisiles, de aviones y proyectiles antiaéreos que estallan en el cielo, está en marcha, subterránea, pero enormemente real, otra guerra: la de los dioses. En ella se enfrentan los tres grandes dioses monoteístas, el del pueblo judío (Jehová), el del mundo islámico (Alá) y el de los cristianos (Jesucristo). Dioses absolutos que salvan o condenan pero que no negocian.Baste recordar que Sadam Husein, hasta ayer uno de los líderes árabes más laicos, se ha erigido en hijo devoto de Mahoma, y afirma que la suya es una "guerra santa" contra los "infieles". Por otra parte, en todas las sinagogas se reza hoy para que el Dios terrible del Sinaí no se olvide de su pueblo elegido. En Roma, la comunidad judía se siente ofendida amargada y airada porque el Papa, tras haber condenado la guerra desencadenada contra Sadam, se había olvidado de condenar igualmente la agresión del dictador de Bagdad contra Israel.

Juan Pablo II, defensor de la causa palestina, que es una causa de cristianos, representante supremo de la Iglesia que predica el Dios de la misericordia pero que fue también un día el Dios de las cruzadas y de la Inquisición, ha empuñado esta vez el arma de la no guerra condenando el conflicto armado. Ha pedido que los católicos recen al Dios "de la paz" para que callen las armas.

Rezar por la victoria

Y sin embargo, a ese mismo Dios de los Evangelios se ha dirigido el presidente de Estados Unidos, el cristiano protestante George Bush, para pedirle lo contrario: que bendiga a los soldados que combaten en el Golfo. Pide a América que rece por la victoria de sus armas.

Los islamistas hurgan en la religión de Mahoma descubriendo que existen dos almas del dios Alá: la de la cruzada y la del pacifismo, mientras que hay judíos que han ido a la plaza de San Pedro para aplaudir al Papa católico que clama contra la guerra, y católicos que se han apiñado con los judíos en las sinagogas para invocar la ira del Dios irritado contra quien osa desafiar al pueblo elegido de Israel. Y entre los mismos católicos, los hay que en manifestaciones pacifistas callejeras enarbolan pancartas con la frase de Juan Pablo II: "La guerra es una aventura sin retorno", y obispos franceses que han justificado el actual conflicto como "guerra justa".

Los islámicos desempolvan sus manuscritos para analizar la conducta de Alá frente a la guerra. Los judíos no se olvidan del Antiguo Testamento, que pide "ojo por ojo y diente por diente". Los cristianos analizan el Nuevo Testamento para saber si el Cristo genuino era el que decía que había que poner la otra mejilla o el que afirmaba que el reino de Dios "sufre violencia" y que "sólo los violentos se adueñarán de él".

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Al fin y al cabo, la guerra de misiles, precisamente porque es moderna, científica, tecnológica, podría acabar resolviéndose. Porque esto se puede resolver poniéndose los hombres a discutir alrededor de una misma mesa.

Se puede discutir si Bush ha querido la guerra a causa del petróleo o para rehacerse de la mancha de Vietnam, o para imponer su supremacía tecnológica en lo militar. Se puede discutir si la violación del derecho internacional perpetrada por Sadam podía haber tenido otro arreglo que el conflicto armado. La guerra de los hombres puede discutirse, negociarse. La guerra de los dioses, no, porque no es pensable organizar una conferencia de paz a la que se sienten juntos los dioses que se ven enfrentados en esta guerra. Los dioses no dialogan. Los dioses bendicen o maldicen y suelen ser invocados por aquellos a quienes ellos menos suelen escuchar: las grandes masas de pobres del mundo, las que menos tienen que perder. Y ahora que las ideologías han muerto es más fácil que esos desheredados del mundo, con petróleo pero en su miseria global, hagan resucitar a los antiguos dioses con espadas de fuego.

Archivado En