GUERRA EN ORIENTE PRÓXIMO

Europa, una estéril gesticulación

La crisis del Golfo ha dado al traste, por ahora, con los intentos europeos de desarrollar una política exterior común, y más aún con los esfuerzos de sentar las bases de una seguridad y defensa colectivas. Como un quiero y no puedo sintetizaba un diplomático español la "estéril gesticulación" de los Doce a lo largo de los cinco meses y medio transcurridos desde que Irak ocupó Kuwait.Los Doce coincidieron desde el primer momento en su condena de la invasión, y se anticiparon incluso a la ONU a la hora de imponer sanciones al agresor. Pero a partir de ahí emergieron las divergencias entre aquel...

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La crisis del Golfo ha dado al traste, por ahora, con los intentos europeos de desarrollar una política exterior común, y más aún con los esfuerzos de sentar las bases de una seguridad y defensa colectivas. Como un quiero y no puedo sintetizaba un diplomático español la "estéril gesticulación" de los Doce a lo largo de los cinco meses y medio transcurridos desde que Irak ocupó Kuwait.Los Doce coincidieron desde el primer momento en su condena de la invasión, y se anticiparon incluso a la ONU a la hora de imponer sanciones al agresor. Pero a partir de ahí emergieron las divergencias entre aquellos Estados miembros alineados con EE UU y aquellos otros que, sin desmarcarse abiertamente de Washington, pretendían que la CE desempeñase su propio papel.

Para el primer grupo, capitaneado por el Reino Unido y Holanda, el seguidismo del presidente George Bush le llevó a resistirse a recordar, en algunas declaraciones comunitarias, que desde 1987 los Doce preconizan la celebración de una conferencia de paz palestino-israelí patrocinada por las Naciones Unidas.

Argumentaban que no había que dar satisfacción a la reivindicación de un Sadam Husein convertido en súbito abanderado de la causa palestina, y sólo en vísperas de la expiración del ultimátum dieron su brazo a torcer. El 14 de enero aceptaron, por fin, que se estableciese un tenue vínculo entre la retirada iraquí y el apoyo a la convocatoria de una conferencia de paz.

Convencido de que el Viejo Continente tiene más interés que EE UU en preservar buenas relaciones con el mundo árabe, el segundo grupo, integrado por Francia, España, Italia, etcétera, apostó en vano por recordar la especificidad de la postura europea y atreverse a tomar alguna iniciativa propia.

Las tergiversaciones europeas en torno a la oportunidad de mantener un diálogo con Bagdad al margen de Washington acabaron incitando al titular de Exteriores iraqui, Tarek Aziz, a humillar a los Doce rechazando su tardía oferta de diálogo, que sólo se materializó cuando quedó apalabrada la cita en Ginebra entre los jefes de la diplomacia de Irak y de Estados Unidos.

Quizá el ejemplo más ilustrativo de la actuación en orden disperso de los Estados miembros sea la presentación ante el Consejo de Seguridad, horas antes del vencimiento del ultimátum de la ONU a Irak, de sendas declaraciones por parte del Reino Unido y de Francia, que finalmente no prosperaron.

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Si Londres secundó entonces las tesis norteamericanas, París se desmarcó ligeramente de ellas sin ni siquiera haber tomado la precaución de informar previa mente al Reino Unido ni a los demás socios comunitarios, excepto a Alemania y a España porque probablemente sabía que podía contar con su respaldo.

La inutilidad de la UEO

En el plano militar, la teórica coordinación en el marco de la Unión Europea Occidental (UEO) no ha sido más eficaz Los ministros de Exteriores y de Defensa se han reunido cuatro veces desde agosto, pero los jefes de Estado Mayor sólo una, prueba de que en el único foro exclusivamente europeo competente en materia de defensa no había mucho que coordinar, si se exceptúa el reparto entre sus miembros de las zonas marítimas a vigilar.

Al no contar con un mando castrense un mando, la UEO ha actuado en realidad casi como mera depositarla de la información que cada miembro suministró sobre su aportación al esfuerzo común contra Irak. Ésta, además, es harto dispar.

De los nueve miembros, tres (Portugal, Luxemburgo y Alemania) sólo contribuyen con ayuda financiera o logística; dos (España y Bélgica) han llegado a enviar buques para hacer respetar el embargo, pero sin entrar en guerra, a diferencia de los cuatro últimos miembros (Francia, el Reino Unido, Italia y Holanda), que además se han colocado a las órdenes, o por lo menos bajo control operativo, de EE UU.

Quiza el principal mérito de esta organización militar europea haya consistido en permitir aplazar el debate sobre eventuales intervenciones de la OTAN fuera de zona, es decir, en el Golfo. A Gobiernos como el español les ha proporcionado además una cobertura para. su apoyo a EE UU menos comprometida que la de la Alianza Atlántica.

Esta cacofonía europea tendrá, obviamente, secuelas perjudiciales sobre la negociación en curso sobre el tratado de una unión política de los Doce que debería incluir la política exterior y hasta aspectos relacionados con la seguridad común. España, Italia y algunos más deseaban incluso incorporar paulatinamente la UEO a la CE.

"Si no se atenúa la desconfianza entre los Estados miembros", comentaba un diplomático, "veo difícil que prosperen proyectos como la introducción del voto por mayoría en cuestiones relacionadas con la política exterior". La vieja idea de crear un pilar europeo en la OTAN tiene también ahora menos visos de concretarse. En cinco meses y medio de crisis la integración europea ha retrocedido varios años.

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