Editorial:

Accidentes urbanos

LA CADENA de accidentes urbanos que se han producido en Barcelona en los últimos 50 días revela de forma trágica e irreparable las peligrosas contradicciones que entrañan una economía en pleno crecimiento y una ciudad que se transforma a sí misma en uno de los esfuerzos más importantes de su historia. Se han producido tres explosiones de gas en 17 días, con el resultado de cuatro víctimas mortales. Además, una vivienda construida con cemento aluminoso se hundió, con resultado de un fallecido, y el barrio entero del Turó de la Peira quedó atenazado por el miedo a posteriores derrumbes.Varios ce...

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LA CADENA de accidentes urbanos que se han producido en Barcelona en los últimos 50 días revela de forma trágica e irreparable las peligrosas contradicciones que entrañan una economía en pleno crecimiento y una ciudad que se transforma a sí misma en uno de los esfuerzos más importantes de su historia. Se han producido tres explosiones de gas en 17 días, con el resultado de cuatro víctimas mortales. Además, una vivienda construida con cemento aluminoso se hundió, con resultado de un fallecido, y el barrio entero del Turó de la Peira quedó atenazado por el miedo a posteriores derrumbes.Varios centenares de familias barcelonesas se hallan en este momento alojadas en hoteles o acogidas por familiares, después de las tragedias que han llevado a un desalojo precipitado o a la desaparición de su vivienda.

Desde las viguetas aluminosas localizadas en barrios populares hasta las explosiones de gas natural, atribuibles, en unos casos, a deficiencias de las instalaciones de la red y, en otros, a una inspección que podría haber actuado con poca energía, todo revela la fragilidad de la transformación espectacular en la que se halla empeñada España.

El comportamiento de determinadas empresas públicas y privadas, grandes por su dimensión y por su responsabilidad, es un claro exponente de las paradojas del crecimiento español. Por una parte, financian la restauración de monumentos y el remozamiento de fachadas, o se comprometen en importantes inversiones de infraestructura para la Barcelona de 1992. Pero, por otra, tienen serias dificultades cuando se trata de mejorar las redes de distribución de sus servicios, hasta el punto de que una de las fases de renovación de tendidos subterráneos barceloneses estuvo a un paso del fracaso por la falta de colaboración de las grandes empresas de servicios implicadas.

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En este paisaje de accidentes y de tragedias humanas merece, además, una reflexión especial el gas natural, energía apreciable e interesante siempre que todos juntos (administraciones, distribuidores y ciudadanos) seamos capaces de utilizarla sin poner en peligro una y otra vez las vidas de los usuarios, como ha sucedido en esta última cadena de accidentes.

Desde 1972, en que una explosión destruyó por causas judicialmente no determinadas un edificio de la calle del Capitán Arenas de Barcelona, ocasionando 18 muertos, los siniestros relacionados con el gas se han saldado en Cataluña con 59 víctimas mortales y 89 heridos. El valor de una fuente energética no lo proporcionan únicamente sus características intrínsecas, sino, ante todo, su utilidad práctica, y ésta es indisociable de la capacidad de los usuarios y de la sociedad para sacarle provecho en condiciones que supongan el riesgo mínimo.

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