LA SUCESIÓN DE LA 'DAMA DE HIERRO'

Major acaba con las amarguras de Thatcher

La llegada de John Major al 10 de Downing Street cierra con broche de oro los días más amargos de la vida política de Margaret Thatcher, quien ha dedicado sus últimos esfuerzos como primera ministra a promover con pasión a este joven conservador al que ve como el más digno y capaz heredero de llevar sus creencias políticas. El triunfo de Major supone bastante más que la derrota del temido Michael Heseltine.

Es de hecho, un cambio generacional en la cúspide de la vida política británica y la llegada a la cima de un producto típico del thatcherismo, el hombre de origen humilde que por mér...

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La llegada de John Major al 10 de Downing Street cierra con broche de oro los días más amargos de la vida política de Margaret Thatcher, quien ha dedicado sus últimos esfuerzos como primera ministra a promover con pasión a este joven conservador al que ve como el más digno y capaz heredero de llevar sus creencias políticas. El triunfo de Major supone bastante más que la derrota del temido Michael Heseltine.

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Es de hecho, un cambio generacional en la cúspide de la vida política británica y la llegada a la cima de un producto típico del thatcherismo, el hombre de origen humilde que por méritos propios alcanza el súmmum.La vida del nuevo primer ministro es un poderoso arco iris que va del tenebrista violeta del paro al brillante rojo del instinto político y el poder. Major nació hace 47 años en una familia de la farándula, benjamín de una dinastía cuya cabeza había superado para entonces 60 años. Abraham Thomas Ball, más conocido por el alias de Tom Major, era un artista de variedades que actuaba, cantaba, hacía juegos de cartas y, en el aire, se paseaba como equilibrista. La primera esposa de Major pereció en un accidente, y el funambulista se casó con Gwen, una mujer de la compañía a la que sacaba 20 años: la madre de John y otros tres hermanos.

Major padre abandonó la vida itinerante, se instaló en una zona residencial de Londres y se puso a explotar industrialmente sus condiciones de escultor. La producción de gnomos para jardín fue un éxito que, en mala hora, le tentó a ampliar el negocio a otras áreas de la construcción. El proyecto capotó y los Major tuvieron que abandonar su casa en una zona residencial de clase media por un modesto piso en el barrio de Brixton, un microcosmos de la cultura negra o, con palabras del nuevo primer ministro, una barriada cosmopolita.

A John le siguieron mandando, sus padres al mismo colegio, en el otro extremo de Londres, pero el chaval no se encontraba cómodo con la disciplina y el continuo asentimiento requerido por el profesorado y lo dejó a los 16 años con un informe poco halagador de la dirección, lo que convierte a Major en un primer ministro sin estudios universitarios. El primer trabajo de poco pelo lo consiguió en un banco, con un salario que le permitía contribuir a las necesidades de la economía doméstica. Fue a esa edad cuando Major ingresó en el Partido Conservador, en respuesta a su disgusto con la política laborista, que veía como promotora de un orgullo pasivo de clase, frente a la conservadora que hablaba de promoción social. Eran tiempos también en los que acompañaba a su padre, que iba perdiendo progresivamente la visión, en cortos paseos por el barrio, en los que le escuchaba el relato de su vagabundeo bohemio por el Reino Unido, Estados Unidos y Latinoamérica.

Otros trabajos manuales siguieron al poco satisfactorio del banco, al que Major volvió tras una temporada en el paro en la que hasta vio rechazada su solicitud de conductor de autobuses: un abanico de experiencias personales que ningún ministro puede ni siquiera soñar con igualar y que convirtió la campaña electoral ya concluida en una inaudita exposición de credenciales trabajadoras.

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John Major volvió al banco, que lo destinó a la Nigeria de la guerra civil contra Biafra, y de África retornó a Londres para dar sus primeros pasos en la vida política activa, primero como concejal y luego como candidato fracasado en dos ocasiones al Parlamento, al que finalmente accedió en 1979, el año del primer triunfo de Thatcher. Para entonces ya llevaba nueve años casado con Norma, una aficionada a la ópera y hoy autora de una biografía de la soprano Joan Sutherland.

Una legislatura decisiva

El anónimo y joven parlamentario tardó una legislatura en llamar la atención de la primera ministra, de la que se dice que se fijó en él por el decidido modo en que Major defendió sus propios puntos de vista en una discusión. A partir de 1983 inició una lenta escalada por los eslabones más humildes de la Administración, que tuvo un primer flash dos años más tarde, cuando fue nombrado director general de la Seguridad Social, el primer cargo que a Thatcher le diera años atrás Edward Heath.

En 1987, Major fue el primero de la promoción de 1979 en acceder al Gobierno, donde se le encargó negociar el gasto público, misión beligerante por antonomasia en la que el ministro hizo sus primera armas en el juego político trascendente, no se granjeó enemigos y mostró su buena disposición a atender las necesidades sociales. En 1989 se produjo su forzada e inadecuada promoción al Foreign Office, que la dimisión de Nigel Lawson en Hacienda permitió rectificar a la primera ministra en cuestión de tres meses para colocar al político que se había convertido en la niña de sus ojos en el puesto que realmente le iba y que lleva aparejado un domicilio oficial en el 11 de Downing Street.

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