Cartas al director

El tráfico en Madrid

El día 22 de octubre de 1990 me encontraba circulando por el paseo de Recoletos, en sentido Cibeles, cuando el semáforo que hay delante del número 27 de esta calle se puso en rojo, motivo por el cual tuve que detenerme para no atropellar a los peatones que iban a empezar a cruzar en esos momentos. Yo estaba situado en la primera fila, pegado a la mediana de separación. En pocos segundos se precipitó sobre mi coche un furgón de una empresa comercial que, por despiste o por escasa frenada al estar el pavimento húmedo, se detuvo sobre mi vehículo, que salió impulsado hacia delante unos cuatro...

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El día 22 de octubre de 1990 me encontraba circulando por el paseo de Recoletos, en sentido Cibeles, cuando el semáforo que hay delante del número 27 de esta calle se puso en rojo, motivo por el cual tuve que detenerme para no atropellar a los peatones que iban a empezar a cruzar en esos momentos. Yo estaba situado en la primera fila, pegado a la mediana de separación. En pocos segundos se precipitó sobre mi coche un furgón de una empresa comercial que, por despiste o por escasa frenada al estar el pavimento húmedo, se detuvo sobre mi vehículo, que salió impulsado hacia delante unos cuatro metros, sin atropellar milagrosamente a nadie. Allí se encontraba un agente municipal, el cual se limitó a decir que el culpable era el otro.Afortunadamente no tengo lesiones físicas. Los dos vehículos afectados están asegurados a todo riesgo en una mutua. En el taller me comunican que tardará el arreglo del coche sobre un mes y medio. Todo hasta aquí es más o menos aceptable, y ahora empieza lo rocambolesco.

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Mi trabajo consiste en representar a una firma de productos para la construcción y tengo que realizar diversos desplazamientos por Madrid y provincias, por lo que el coche es para mí una herramienta de trabajo, ya que además llevo material de trabajo de cierto volumen. Ahora mismo me encuentro sin vehículo y teniendo además que realizar considerables gastos por este motivo.

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He realizado una consulta a la compañía de seguros, exponiendo correctamente mi reclamación, a lo que me contestan: "Nosotros no nos hacemos cargo de su perjuicio, eso lo tendrá que reclamar por vía jurídica, con abogado y procurador"; o sea, que hay que gastarse el dinero en el alquiler de un vehículo, pagar a un abogado, al procurador, poner la demanda en el juzgado contra la compañía de seguros, esperar que salga, que prospere y se falle a mi favor. Parece ser que también tendría que hacerme cargo del total de los daños ocasionados a mi vehículo, ya que si firmo el volante de la compañía aseguradora en el que se da conformidad a la reparación, se renuncia a cualquier otra compensación. Todo esto supondría unos gastos de unas 600.000 pesetas como poco, con la posibilidad de un fallo a mi favor tras un periodo de dos años.

Ante tal expectativa, a los que nos pueda ocurrir esto o algo parecido, sólo nos queda encoger como el del anuncio hasta desaparecer de la pantalla. ¿Tan poco valemos cuando vamos de particulares? ¿Quién nos defiende?-

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