Editorial:

Una paz negociada

EN LAS dos últimas semanas, Oriente Próximo se ha hundido con renovada intensidad en la dinámica de sangre estéril que le ha sido típica desde el final de la II Guerra Mundial. Dramático ejemplo de ello han sido la matanza de 21 palestinos frente al Muro de las Lamentaciones, el asesinato de tres israelíes en las calles de Jerusalén, la liquidación del líder maroní libanés Dany Chamún y de su familia, entre otros. Esta marcha hacia incontroladas explosiones de violencia conduce a la constatación de que, por mucho que la merezcan, los ciudadanos de la zona son incapaces, por mor de las circunst...

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EN LAS dos últimas semanas, Oriente Próximo se ha hundido con renovada intensidad en la dinámica de sangre estéril que le ha sido típica desde el final de la II Guerra Mundial. Dramático ejemplo de ello han sido la matanza de 21 palestinos frente al Muro de las Lamentaciones, el asesinato de tres israelíes en las calles de Jerusalén, la liquidación del líder maroní libanés Dany Chamún y de su familia, entre otros. Esta marcha hacia incontroladas explosiones de violencia conduce a la constatación de que, por mucho que la merezcan, los ciudadanos de la zona son incapaces, por mor de las circunstancias, de asegurarse la paz. Es preciso buscarla por medios que les involucren a ellos, pero que den a la comunidad internacional ocasión de coadyuvar al arbitrio de soluciones.La más elemental justicia impone que la búsqueda de la paz en Oriente Próximo deje de estar compartimentada. Las interrelaciones y efectos mutuos hacen inalcanzable la solución de uno sin que se considere la de los restantes. En las condiciones actuales, retrasando la guerra contra Irak, se da oportunidad a que el embargo -hecho creíble por el montaje militar- demuestre su eficacia forzando a Husein a retirarse de donde está y, al mismo tiempo, extienda la posibilidad de solución a los conflictos del área.

Ello abriría la puerta a una solución pacífica, lo que necesariamente implica negociación. Las declaraciones de Arafat, de políticos jordanos e iraníes, la reunión Al Qods en Marruecos o los viajes del secretario de Defensa de EE UU y el asesor especial soviético dan idea de que se están barajando propuestas sobre una posible negociación, basada en varias alternativas.

Es factible, aunque no fácil, pensar que Irak se retirará de Kuwait al coincidir varias circunstancias: los efectos del embargo, la inminencia de un ataque militar percibida con claridad por las autoridades iraquíes y, concluida la retirada, la oferta de negociar que permita a Husein, por evidente que sea su fracaso, salvar la cara. La negociación -que debería darse entre los integrantes del Consejo de Seguridad, Irak y Kuwait- podría versar sobre la posibilidad de que se ofrezca a Irak el arrendamiento de las islas de Bubiyán y Warba, con lo que se garantizaría su salida al Golfo. Alternativamente, podría intentarse una soberanía compartida por Irak y Kuwait sobre las islas.

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Igualmente cabría considerar como punto de negociación el arrendamiento a Irak por un tiempo específico de los yacimientos de Rumaila para paliar con ello la pérdida de disfrute por Bagdad de los réditos de los yacimientos de la antigua zona neutral saudí-kuwaití, que estos dos países les habían garantizado para compensar los efectos deja guerra con Irán. Kuwait también se comprometería a abordar una reforma constitucional democrática.

A cambio de todo ello, Irak se retiraría al otro lado de una zona desmilitarizada de 100 kilómetros en el interior de su territorio. La franja quedaría garantizada por la presencia de un contingente militar de la ONU. Las modalidades de la presencia armada internacional serían establecidas para asegurar, sobre todo, el progresivo desarme de Oriente Próximo, de tal modo que ningún país conservara en el futuro la capacidad de repetir una agresión como la de Irak. Para ello, es evidente que debería contarse con unidades de los países de la zona como integrantes de la fuerza multinacional. Cualquier solución efectiva debe contar con un protagonismo árabe.

Sería necesario abordar simultáneamente la realización de una conferencia internacional sobre el problema palestino. Nuevamente, deberían ser sus miembros los del Consejo de Seguridad de la ONU, Jordania, Israel y una representación palestina, bien designada por la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), bien elegida en los territorios ocupados sin considerar como excluyente su pertenencia a aquélla. Como el Gobierno de Israel ha demostrado su negativa constante a aceptar este curso negociador, recaerá sobre su valedor -Estados Unidos- la responsabilidad de ejercer las presiones para que lo tome, al tiempo que mantiene su compromiso con el Estado israelí. El patrocinio por el presidente Bush de la resolución de condena por la matanza de Jerusalén es un excelente augurio. Otra conferencia internacional integrada por los mismos miembros más Siria y el Gobierno legítimo de Líbano se ocuparía del problema Ebanés.

El ministro de Asuntos Exteriores español ha declarado en varias ocasiones: ."Nada tiene un coste mayor que la guerra. No sólo por la pérdida de vidas humanas, sino además por los enormes efectos políticos, económicos y de estabilidad", La guerra es un mal que hay que evitar por todos los procedimientos; se trata de ponerlos en práctica sin violar las normas esenciales del derecho internacional, que aseguran la existencia de Estados establecidos legítimamente.

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