Tribuna:

Bailable

Cuando esto suceda, felizmente ya no existirá España ni el País Vasco. Dentro de 500 años, cuando la historia haya mandado a ambas patrias a tomar por el saco, en la plaza de alguna ciudad del Norte cuyas fachadas serán de un material que aún no se ha inventado, se celebrará un acto cultural en presencia de un público selecto de éste o de otro planeta. El espectáculo consistirá en una danza cómica de origen desconocido. Unos bailarines vestidos con ropas de finales del siglo XX treparán por la pared de un edificio oficial de cartón piedra para quitar del balcón un trapo de color rojo y gualda,...

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Cuando esto suceda, felizmente ya no existirá España ni el País Vasco. Dentro de 500 años, cuando la historia haya mandado a ambas patrias a tomar por el saco, en la plaza de alguna ciudad del Norte cuyas fachadas serán de un material que aún no se ha inventado, se celebrará un acto cultural en presencia de un público selecto de éste o de otro planeta. El espectáculo consistirá en una danza cómica de origen desconocido. Unos bailarines vestidos con ropas de finales del siglo XX treparán por la pared de un edificio oficial de cartón piedra para quitar del balcón un trapo de color rojo y gualda, mientras otra parte del elenco disfrazada de guardia tratará de impedirlo tocando la flauta dulce. Con pasos alados y mimos indescifrables, la coreografía hará la representación de una batalla con muertos, pero nadie comprenderá el sentido de la acción. Sólo algunos antropólogos sabrán interpretar el valor que en el pasado tuvieron las banderas, e ,intentarán, sin éxito, explicar el ritual sangriento de aquellas tribus expresado con esta danza. De la misma forma que, el día de la patrona, en cualquier pueblo, hoy se baila con unos bastones que son un vestigio estilizado de las garrotas del troglodita, así, después de pocos siglos, los coches bomba en el supermercado, los tiros en la nuca, todos los actos de terrorismo que ahora se representan en carne viva, se transformarán en ejercicios de expresión corporal, en motivos musicales para sinfonías cuyo sentido se habrá perdido, si bien los espectadores aplaudirán con entusiasmo la función. La cultura consiste en convertir la violencia en folclore, en bailar sobre lo que se mata. Cuando el terrorismo se convierta en un ballet, España y el País Vasco no existirán, pero, en una plaza del Norte, unos payasos morirán en escena tratando de arriar una misteriosa tela roja y gualda. Nadie comprenderá el argumento de esa obra. Sólo algunos eruditos sabrán que matar a un guardia fue en aquel tiempo un acto de iniciación sexual, que la bandera significó una patria llena de sangre.

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