Editorial:

El camino de la paz

LA ENTREVISTA que celebran hoy en Ammán el secretario general de la ONU, Javier Pérez de Cuéllar, y el ministro de Exteriores de Irak, Tarek Aziz, tiene lugar en un momento en el que se multiplican las gestiones tendentes a encontrar fórmulas para poner fin a la agresión de Sadam Husein sin llegar a la guerra. En el marco de esa intensa actividad diplomática destaca la visita a Madrid del rey de Jordania, en gira por diversos países árabes y europeos para explicar sus tesis negociadoras. La crisis del Golfo parece llegar a una fase en la que hace falta dar cierto protagonismo a la búsqueda de ...

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LA ENTREVISTA que celebran hoy en Ammán el secretario general de la ONU, Javier Pérez de Cuéllar, y el ministro de Exteriores de Irak, Tarek Aziz, tiene lugar en un momento en el que se multiplican las gestiones tendentes a encontrar fórmulas para poner fin a la agresión de Sadam Husein sin llegar a la guerra. En el marco de esa intensa actividad diplomática destaca la visita a Madrid del rey de Jordania, en gira por diversos países árabes y europeos para explicar sus tesis negociadoras. La crisis del Golfo parece llegar a una fase en la que hace falta dar cierto protagonismo a la búsqueda de un "camino de paz", según la expresión empleada por el propio presidente Bush. Incluso en El, UU, los halcones partidarios de precipitar un bombardeo de los centros vitales de Irak pierden terreno. En cambio, se refuerza la idea de que, precisamente: gracias a la concentración de medios militares y a la decisión del Consejo de Seguridad respaldando un eventual empleo de fuerza para imponer el embargo, es posible obligar a Sadam Husein a retroceder mediante una acción colectiva de casi todos los países del mando, agrupados en la ONU.Buscar vías de paz y reforzar el embargo, incluso con medios militares, lejos de ser actos contradictorios, se complementan. Si surgen posibilidades de negociación es precisamente porque nunca en la historia la aplicación de sanciones económicas ha alcanzado una fuerza comparable a la de hoy. Sadam Husein acusa el golpe, no sólo con medidas de racionamiento, sino con signos de ablandamiento en su actitud: a pesar de su ultimátum, no ha atacado las embajadas en Kuwait; promete liberar a una parte de los rehenes, las mujeres y los niños; ha ordenado a sus buques, que acepten los controles dictados por la ONU; y acaba de sufrir un revés muy grave con la decisión de la OPEP de elevar la producción de petróleo.

Gracias a esa decisión de la OPEP, un embargo prolongado no acarrearía secuelas graves para Europa, Japón o EE UU. Hoy la forma más segura de imponer a Sadam Husein que renuncie a su conquista es aplicar un embargo estricto que pueda prolongarse todo el tiempo necesario. Con acierto escribe The New York Times en un reciente editorial que la impaciencia de los halcones es hoy el principal peligro, proponiendo las bases para una negociación con Irak orientada a lograr que acepte las decisiones de la ONU.

En efecto, si se derrota a Irak por medios no directamente bélicos, sino mediante la acción de la ONU -respaldada por las fuerzas militares de EE UU y de otros países-, es fundamental reflexionar desde ahora sobre los términos de una posible negociación. Si la retirada de Kuwait de las tropas iraquíes y la salida de los extranjeros retenidos como rehenes son puntos irrenunciables, otros aspectos ofrecen algún margen de maniobra. Frente a la idea de una total solidaridad de Occidente con los emires del petróleo, la sugerencia de The New York Times de instalar en Kuwait un Gobierno provisional para una etapa transitoria podría ser interesante; y asimismo la propuesta de Ara fat, y de otros líderes, de que fuerzas militares árabes patrocinadas por la ONU garanticen las fronteras y la paz entre Arabia Saudí, Kuwait e Irak. Para restablecer la ley internacional -que es lo decisivo- conviene ser flexible en otros aspectos, sobre todo si con ello se estrecha el apoyo de Sadam Husein en el mundo árabe.

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Los peligros de que las cosas deriven por otros caminos son aún enormes. Las reacciones del dictador iraquí son imprevisibles en las etapas que quedan por cubrir si se avanza hacia soluciones de paz. Por eso mismo, sería positivo poner en marcha cuanto antes una dinámica de negociación. Para ello, a los europeos nos interesa estimular el papel de los países árabes. Después de las gestiones del presidente Mitterrand, el ministro de Exteriores de la RFA, Genscher, ha lanzado, con su colega egipcio, la iniciativa de una reunión conjunta de la CE y la Liga Árabe. La diplomacia española parece haber actuado en este terreno con una timidez excesiva, si bien la entrevista de Rabat entre Hassan II y Felipe González fue un paso en ese camino. La visita del rey Hussein ha ofrecido una ocasión para reactivar la labor diplomática de España en este campo, al lado de los otros países de la CE. Esperemos que haya sido aprovechada.

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