Editorial:

Acuerdo y amenazas

LA REUNIÓN en Ginebra del cartel petrolero ha tenido en esta ocasión mayor relieve del que habitualmente se concede a estas sesiones de fijación de precios y cuotas que regularrriente celebran los 13 miembros de la OPEP. En el orden económico, se acordó elevar el precio en tres dólares el barril, menos de lo solicitado por Irak y Libla y bastante más de lo aceptado por Kuwalt. Irán propuso el nuevo precio intermedio, lo que no, impidió al presidente Rafsanyani anunciar, desde el púlpito, que se aliaría con Libla e Irak para vender el barril a 30 dólares.La causa del estrépito que precedió a la...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

LA REUNIÓN en Ginebra del cartel petrolero ha tenido en esta ocasión mayor relieve del que habitualmente se concede a estas sesiones de fijación de precios y cuotas que regularrriente celebran los 13 miembros de la OPEP. En el orden económico, se acordó elevar el precio en tres dólares el barril, menos de lo solicitado por Irak y Libla y bastante más de lo aceptado por Kuwalt. Irán propuso el nuevo precio intermedio, lo que no, impidió al presidente Rafsanyani anunciar, desde el púlpito, que se aliaría con Libla e Irak para vender el barril a 30 dólares.La causa del estrépito que precedió a la reunión ha sido el conflicto militar -más sonoro que real- que ha enfrentado en estos días a Irak con Kuwalt y los Emiratos Árabes Unidos (EAU). Irak, que nunca ha escondido sus ambiciones hegemónicas en la zona o su codicia sobre Kuviait, comparte frontera y, sobre todo, bolsas petrolíferas con el pequeño emirato. Le acusa de robarle petróleo y de dedicarse, junto con los EAU, al dumping de crudo en perjuicio de su precio.

Kuwalt, que dispone de tina de las mayores reservas de petróleo del mundo, lleva años sin respetar la cuota de producción que le Impone la OPEP. En cambio, a Irak le Importa prioritariamente el precio a obtener por la explotación de su crudo; necesita dinero para hacer frente a la reconstrucción de su país, destrozado por ocho años de guerra con Irán, y a la deuda exterior (cifrada por algunos en 80.000 millones de dólares, por más que al menos la mitad de esa cifra proviniera de ayuda a fondo perdido entregada a Bagdad precisamente, entre otros países árabes ricos, por Ku-walt y los EAU). Este conflicto, junto con los inmediatos movimientos de respuesta iniciados por la flota que Estados Unidos tiene estacionada en el Golfo, contribuyó a disparar el precio del crudo de 14 a 18 dólares por barril en los días previos a la reunión de Ginebra. Con ello no se llegó a los 25 dólares que pretendía Irak, pero se superaron los 14 que le eran indiferentes a Kuwait.

Es interesante comprobar la velocidad a la que se producen repentinas inversiones de alianzas en el mundo del petróleo. Irak e Irán, antiguos y acérrimos enemigos, han actuado juntos en esta miniguerra. Al fin y al cabo, ambos necesitan el dinero. ¿Querrá ello decir que Irak, que cuenta con el líder más pendenciero del Próximo Oriente y con el mayor Ejército del mundo árabe, está intentando verdaderamente convertirse en la potencia hegemónica de la zona? Ninguno de los regímenes árabes conservadores tiene capacidad o fuerza para disputarle el puesto. Teherán tampoco. Pero si el líder iraquí, Sadam Husein, consigue su propósito, habrá comprometido de un solo golpe el futuro de la paz en la región. Y la paciencia de Israel nunca es demasiado grande frente a las amenazas de la zona: esta misma semana, el ministro de Defensa israelí aseguró, a la vista de la actitud amenazante de frak, que el riesgo de guerra en el Próximo Oriente era el más grave de los últimos años. Y cuando Moshe Arens lo dice, el mundo árabe debe tenerlo en cuenta.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Archivado En