Jóvenes toxicómanos trabajan día y noche para los chabolistas a cambio de droga

Son los esclavos modernos. Jóvenes toxicómanos que a cambio de droga trabajan día y noche para los traficantes que viven en los poblados chabolistas de Madrid. El Consorcio para el Realojamiento de la Población Marginal ha detectado desde hace dos años más de una docena de casos. Los toxicómanos trabajan a destajo como albañiles, sirvientes particulares, electricistas o fontaneros, y ninguno tiene más de 30 años. Algunos trabajan sólo durante el día y otros duermen incluso en las mismas chabolas durante meses.

Juan, un gitano de casi 40 años, tiene la chabola más bonita de Los Focos, el...

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Son los esclavos modernos. Jóvenes toxicómanos que a cambio de droga trabajan día y noche para los traficantes que viven en los poblados chabolistas de Madrid. El Consorcio para el Realojamiento de la Población Marginal ha detectado desde hace dos años más de una docena de casos. Los toxicómanos trabajan a destajo como albañiles, sirvientes particulares, electricistas o fontaneros, y ninguno tiene más de 30 años. Algunos trabajan sólo durante el día y otros duermen incluso en las mismas chabolas durante meses.

Juan, un gitano de casi 40 años, tiene la chabola más bonita de Los Focos, el núcleo de población marginal más grande de Madrid en cuanto a extensión y número de habitantes. Con ladrillos, rejas en las ventanas, flores en la entrada y baldosas en el interior, la chabola de Juan es con mucha diferencia la más ostentosa de Los Focos, seguida muy de lejos por la de El Quiqui. Rafa, un joven en vaqueros, con bigote y pelo largo, trabaja para Juan. "Curro aquí desde las nueve de la mañana hasta que se pone el sol. Nunca he trabajado de albañil porque soy camionero, y es lo que voy a hacer cuando termine de arreglar esto". Nadie puede asegurar que Rafa cobre en especias y nadie, ni la policía, ni los trabajadores sociales de Los Focos, ni siquiera los enemigos de Juan estarían dispuestos a asegurar que tiene como empleado a un yonqui. Tal vez Rafa es uno más de los que llegan desde el barrio de San Blas para trabajar en chapuzas de fontanería o albañilería. En el consorcio, organismo dependiente del Gobierno regional y del Ayuntamiento de la capital, detectaron este curioso mercado laboral hace dos años cuando los inspectores se percataron de que algunos jóvenes permanecían durante demasiado tiempo en determinadas chabolas. "Empezamos a preguntarles que dónde dormían y si trabajaban de albañiles y nos fuimos dando cuenta, tras meses y meses de observación, que se trataba de una verdadera relación de esclavitud", indicaron inspectores del consorcio.En el consorcio aseguran que el principal asentamiento de los esclavos de chabolas está en Los Focos, pero también los hay en otros sitios, como La Veguilla.

En medio de los asentamientos chabolistas más importantes se encuentran las casetas que ha instalado el consorcio para facilitarles la labor a sus educadores de calle. Ellos se encargan de alfabetizar a menores y adultos y de inculcar los hábitos higiénicos entre las poblaciones. A las siete de la tarde, los propios gitanos acompañan a los educadores de calle desde las escuelas al automóvil. "Se ofrecen a nosotros porque saben que más de una vez nos han atracado los yonquis y porque es a esa hora cuando viene más gente a pillar droga", comenta uno de los trabajadores sociales de la comunidad.

'Varas' contra la droga

Hace algunos meses, a instancias del consorcio, se reunieron las diez varas (representantes de diversos clanes) que hay en Madrid para intentar erradicar la droga de los núcleos gitanos. En algunos asentamientos, como el de La Plata y Castañar, lo han conseguido de forma parcial; en otros, como Los Focos o El Rancho del Cordobés, la situación ha degenerado aún más. En La Plata, los tíos (hombres respetados) han logrado que se deje de traficar con drogas, pero los camello han solventado el problema vendiendo la mercancía a 300 metros de La Plata.En los Focos, el negocio más rentable es el de la droga. No existe ninguna jerarquía y cada semana se da un enfrentamiento entre clanes. La Policía Nacional vigila las chabolas, fotografía las rnatrículas de las lujosas furgonetas del núcleo y cada día una patrulla suele pasearse por el poblado para realizar alguna inspección.

En el consorcio aseguran que la policía no es consciente de las relaciones laborales que existen entre algunos yonquis y sus proveedores. Leoncio Lorente, comisario del distrito de San Blas, afirma que aunque no tiene "pruebas fehacientes" del hecho, sería "algo muy probable y no me extrañaría nada. La gente del consorcio tiene un acceso más directo que la policía, porque casi siempre que vamos nosotros es para realizar detenciones".

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El gerente del Ivima (Instituto de la Vivienda de Madrid), Miguel Ángel Pascual, asegura que la labor es de ingeniería social. "Tenemos que procurar, a la hora de realojar o instalar a la gente de los poblados, que coincida un clan poderoso que no trafique con droga con otro clan donde los traficantes sean minoría. Trabajamos con personas, pero tenemos que hacerlo con la precisión de un ingeniero".

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