Editorial:

Victoria excesiva

LA VICTORIA de Ion Illescu y del Frente de Salvación Nacional (FSN) en las elecciones rumanas supera -según las estimaciones publicadas hasta ahora- todas las previsiones. Si estos datos son confirmados por el escrutinio oficial, Rumania presentará una situación totalmente distinta a la de los otros países que se han liberado de la dictadura comunista. Mientras que en Polonia, la República Democrática Alemana y Hungría la mayoría de la población ha votado a partidos de orientación democristiana, con los comunistas reducidos a un modesto porcentaje, se perfila un escenario político rumano domin...

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LA VICTORIA de Ion Illescu y del Frente de Salvación Nacional (FSN) en las elecciones rumanas supera -según las estimaciones publicadas hasta ahora- todas las previsiones. Si estos datos son confirmados por el escrutinio oficial, Rumania presentará una situación totalmente distinta a la de los otros países que se han liberado de la dictadura comunista. Mientras que en Polonia, la República Democrática Alemana y Hungría la mayoría de la población ha votado a partidos de orientación democristiana, con los comunistas reducidos a un modesto porcentaje, se perfila un escenario político rumano dominado por una formación sui géneris, el FSN. Éste surgió en medio del torbellino revolucionario que derribó a Ceausescu y asumió enseguida el poder, agrupando a muchos de los antiguos cuadros comunistas. Ha gobernado durante los cinco últimos meses, presentándose con una ideología socialdemócrata pero acusado por muchos de ser un refugio de comunistas.Su actual victoria -más del 80% de los votos a Iliescu para la presidencia de la República, y el 66% en la elección de la Cámara y el Senado- es excesiva, incluso desde el punto de vista de los intereses del FSN, porque recuerda demasiado el pasado. ¿Hasta qué punto ha sido limpia la votación? No hay duda de que se han cometido numerosas irregularidades, sobre todo en las zonas alejadas de las grandes ciudades, como han denunciado los partidos de la oposición. Los observadores internacionales -de varios países y de tendencias políticas diversas- han expresado opiniones no siempre idénticas, pero parecen coincidir en que esas irregularidades, por profundas que hayan sido, no permiten invalidar las elecciones. No se ha producido un fraude sistemático desde el poder.

La anomalía del caso rumano estriba en que, por un lado, el partido comunista no se ha presentado a las elecciones. Por otro lado, sin embargo, la presión del aparato comunista sobre la sociedad se sigue haciendo sentir más que en otros sitios. Ello puede parecer sorprendente, porque en Bucarest la caída del dictador fue particularmente violenta; pero esa caída afectó a un número limitado de personas. Gran parte del aparato se ha conservado. En cambio, en los países en que la caída del sistema comunista se hizo por una vía más lenta y progresiva -como en la revolución de terciopelo checoslovaca-, la erosión del aparato comunista ha sido profunda, y las fuerzas democráticas han tenido tiempo para preparar una alternativa radical. Así se fueron creando las condiciones para pasar a un verdadero pluralismo, con el surgimiento de partidos de diversas corrientes ideológicas.

En Rumania las cosas han sido diferentes. Es cierto que se han formado partidos, pero con escasa incidencia, sin posibilidad de penetrar en extensas zonas del país. Con dirigentes ancianos y exiliados, sin prestigio de masas. Incluso el número de partidos, 82, fue excesivo, porque ello creó confusión a la hora de votar. Esa debilidad intrínseca de la oposición se ha reflejado en los resultados. Por el contrario, el FSN gozaba de una situación privilegiada. No sólo dominaba la televisión, sino que tenía a su servicio todo el aparato del Estado. Numerosas mesas estaban presididas por jefes de cooperativas o autoridades locales. En ese marco, votar al FSN era una obligación casi automática, era repetir la rutina de siempre.

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A pesar de las deficiencias apuntadas, la celebración en sí de las elecciones, con diversidad de candidaturas y con cierta libertad de prensa y de propaganda, es un hecho importante y positivo. Conviene considerarlo como un primer paso a partir del cual Rumania deberá avanzar hacia una democracia pluralista. En la etapa que ahora se abre, dos problemas fundamentales estarán en primer plano: la nueva Constitución, con el aspecto esencial del respeto a las minorías nacionales, y el avance hacia una economía de mercado, para sacar el país del atraso y la miseria. Para hacer frente a esas dificultades, el FSN deberá colaborar con las principales fuerzas democráticas del país. Sólo así podrá consolidarse una democracia cuya base es aún frágil.

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