Tribuna:

El agente

Parece que anda por ahí un agente inflacionista que encuentra algún placer en destrozar las previsiones del Gobierno. El índice de precios al consumo (IPC) de febrero se colocó en el más alto de los últimos cinco años. Quizá no sea necesario ser un experto para advertir que es mucho. La solución, ahora que aún no ha terminado marzo, consistiría en localizar a dicho agente y reducir su operatividad. El problema es que nadie sabe en qué lugar se esconde. Según los empresarios, se oculta en los sindicatos, que piden aumentos salariales excesivos. Para los sindicatos, habría que buscarlo en el sen...

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Parece que anda por ahí un agente inflacionista que encuentra algún placer en destrozar las previsiones del Gobierno. El índice de precios al consumo (IPC) de febrero se colocó en el más alto de los últimos cinco años. Quizá no sea necesario ser un experto para advertir que es mucho. La solución, ahora que aún no ha terminado marzo, consistiría en localizar a dicho agente y reducir su operatividad. El problema es que nadie sabe en qué lugar se esconde. Según los empresarios, se oculta en los sindicatos, que piden aumentos salariales excesivos. Para los sindicatos, habría que buscarlo en el seno mismo de las organizaciones patronales, que pretenden reducir los salarios para aumentar aún más los beneficios. El Gobierno se limita a decir que la inflación alcanzada pone en peligro sus previsiones. Da la impresión de que el Gobierno ignora dónde se esconde el maldito sujeto inflacionista, aunque el otro día, por la televisión, un ministro aventuró la posibilidad de que se ocultara en los talleres de reparación de automóviles.Entre tanto, nos enteramos de que unos terrenos comprados por los Albertos en 4.000 millones fueron inmediatamente revendidos por éstos en 20.000 millones. Parece que su precio actual sobrepasaría los 40.000 millones. A lo mejor, el agente inflacionista permanece escondido en los sótanos de las torres de KIO; el problema es que estas torres no se han construido todavía.

Ayer, en un semáforo, se me acercó una niña de nueve o diez años, algo estropeada, que no quería venderme nada ni pedirme dinero. Contempló el paquete de pañuelos, que suelo llevar a la vista para que los pobres comprueben que he pagado el peaje, y me pidió que le regalara uno. Inmediatamente vi cómo iba a vendérselo al del coche, de atrás. A lo mejor, el agente inflacionista es esta niña. Tiene los ojos negros y la melena sucia; suele estar en la esquina de Francisco Silvela. con María de Molina. Cácenla.

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