Los últimos fugados de Augusto Pinochet

49 presos políticos protagonizan la fuga más espectacular de la historia de Chile

Los perros que rondan por los patios del edificio que antes albergó a la estación ferroviaria de Mapocho ladraron inesperadamente cuando de entre la tierra vieron surgir en la oscuridad a hombres sudorosos, sucios, tensos, que saboreaban la libertad: eran 49 presos políticos, la primera gran evasión de una de las cárceles de Pinochet. En la prisión, a 100 metros de distancia, los gendarmes oyeron los ladridos. Uno de ellos informó al jefe de turno, un tal teniente Gutiérrez, que probablemente acabará renunciando a su cargo o será despedido, lo mismo que el director de gendarmería, coronel Hora...

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Los perros que rondan por los patios del edificio que antes albergó a la estación ferroviaria de Mapocho ladraron inesperadamente cuando de entre la tierra vieron surgir en la oscuridad a hombres sudorosos, sucios, tensos, que saboreaban la libertad: eran 49 presos políticos, la primera gran evasión de una de las cárceles de Pinochet. En la prisión, a 100 metros de distancia, los gendarmes oyeron los ladridos. Uno de ellos informó al jefe de turno, un tal teniente Gutiérrez, que probablemente acabará renunciando a su cargo o será despedido, lo mismo que el director de gendarmería, coronel Horacio Ojeda. El guardia no fue atendido. Su jefe creyó que eran borrachos o vagabundos. En todo caso, todos pensaban que los muros del centro de detención preventiva de Santiago, una cárcel de alta seguridad, eran inexpugnables.

Fue el momento crítico de la evasión. Literalmente bajo sus narices ocurría una de las más audaces y masivas fugas carcelarias de la historia chilena, que puso en ridículo a la dictadura de Pinochet, despertó la simpatía de muchos opositores al régimen y molestó a algunos señalados dirigentes. Nerviosos, los evadidos hacían callar a los perros con tenues silbidos y sshhist susurrados, mientras silenciosamente, en "fila india", aprovechando las sombras, se desplazaban hacia el río Mapocho.A intervalos de dos minutos, uno tras otro, los prisioneros, rehenes de un régimen que está llegando a su fin, recobraban la libertad después de un año de cavar como topos. Primero se fugó el grupo de 24 que estaba al tanto de la evasión y había trabajado en todos los preparativos. Eran los casos más críticos: entre ellos, siete condenados a muerte en primera instancia por participar en el atentado contra el general Augusto Pinochet. Al salir se cambiaban la ropa de color negro, facilitada por sus familiares, sucia por la tierra del túnel, para quedar con la vestimenta de calle que llevaban debajo.

Abrir el muro

Dejaron abierta la entrada del túnel, de 50 centímetros de diámetro, en un muro de una de las celdas más alejadas de la calle -y por todo ello la menos sospechosa-, camuflada con yeso y tiza. Fue una especie de invitación al resto de presos políticos que quisieran sumarse, aprovechando que tenían permiso esa noche para ver un vídeo y que sus celdas estaban comunicadas entre sí. Otros 25 más decidieron no dejar pasar escapar la ocasión.

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La libertad es una tentación irresistible: hasta se fugaron al gunos que podrían haber salido de la cárcel en fechas próximas o con posibilidades de obtener permisos o acortamientos de condena.

El persistente bullicio que se originó provoco finalmente que los guardias tocaran la alarma a las dos y media de la madrugada del martes 3 1. Cuando llegaron al túnel encontraron cerca de la salida a Jorge Martínez, de contextura gruesa, atrapado como un tapón en las estrechas paredes. Detrás de él venían otros ocho evadidos.

Uno de ellos, otro Martínez, el presidente de la coordinadora de presos políticos, que tuvo la precaución de no intentar salir primero, fue agarrado por uno de sus compañeros desde el túnel y por los guardias desde el exterior, hasta ser finalmente capturado. En la calle, seis prisioneros fueron detenidos cerca del río Mapocho. LLevaban sus ropas todavía mojadas.

Turnos de excavación

Los preparativos de la evasión, llamada operación Exito por los fugados y dirigida desde la cárcel por el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), un grupo guerrillero cercano al partido comunista, comenzaron de una manera clásica, cortando el muro con una sierra. En una conferencia de prensa que dieron a las 24 horas de estar en libertad, rnientras eran buscados intensamente con allanamientos y controles en las calles, trenes, fronteras y aeropuertos, Miguel Montecinos, jefe operativo de operación Éxito y el dirigente Mario Melo, revelaron los detalles, uno de ellos desconocido por las autoridades carcelarias: ocultaron la tierra sacada del túnel, con la que se llenaron después seis camiones, en el entretecho de la cárcel.

Ambos jefes admitieron haberse inspirado en La gran evasión, que protagonizó Steve McQueen. "Usamos un carrito similar al de la película para sacar la tierra, con rieles hechos de palo", dijo Montecinos. Tres presos políticos se turnaron para excavar, provistos de cucharas, tenedores y pequeñas herramientas, mientras los compañeros "montábamos un show tomando mate o bebida,conversando, tocando la guitarra o haciendo deportes", contó Melo.

Con envases de bebidas plásticas desechables hicieron una tubería, que unieron con cinta adhesiva, para airear el túnel, de 80 centímetros de diámetro en su interior. Una bomba fabricada con motores extraídos de ventiladores renovaba el aire, y las tablas de algunas camas se usaron en el riel, el carrito, una especie de trineo, y en las vigas de contención. Armaron equipos artesanales de comunicación con radiorreceptores viejos. Aunque de forma precaria, pudieron contar con la iluminación suficiente para proseguir la excavación el tiempo necesario. Todo se aprovechó y todo sirvió para la causa, hasta las muletas de un compañero enyesado.

A pesar de sus convicciones, pasaron por momentos de crisis: tres derrumbes, principios de asfixia en algunos de los excavadores, los allanamientos

periódicos de sus celdas. El muro externo de la prisión, de 90 centímetros de espesor, fue el principal obstáculo. No les fue difícil sortear el metro. Usaron para el tune el espacio antisísmico de 50 centímetros que hay entre la calzada y el techo del metro.

El Gobierno sostuvo que los evadidos recibieron ayuda del exterior, más con el fin de disminuir el perfil de epopeya que podía adquirir la fuga de los presos desarmados que por la existencia de pruebas concretas. Mientras la policia pidió ayuda a la población para delatar a los fugados, los abogados y familiares de los presos pidieron, por el contrario, la solidaridad popular. "Dios bendiga a los fugados. Ojalá no caigan en poder de las actuales autoridades", dijo José Galiano, presidente de la Agrupación de Abogados de Presos Políticos.

Presos de guerra

La evasión masiva puso en primer plano el problema de los 460 presos políticos, considerados peligrosos terroristas" por el régimen. Gallano replicó esta calificacion: "Para mí, los delincuentes de alta peligrosidad son los que han hecho desaparecer a más de 22.500 personas y han asesinado por razones políticas a mas de 10.000 chilenos". El presidente electo, Patricio Aylwin, ha dicho que dará la libertad a los que no están comprometidos en hechos de sangre y que habrá una revisión de los procesos del resto.

Pero los presos consideran que no han cometido ningún delito al luchar contra la dictadura, y además, que la fuga es legítima según la convención de Ginebra, puesto que son prisioneros de guerra: "Pinochet nos declaró la guerra. Nosotros hicimos lo que quedaba hacer, defendernos. Ante una metralleta, decidimos rebelarnos, incluso usando las armas", dijo Montecinos. Muchos han admitido culpabilidad sólo en confesiones arrancadas bajo inhumanas torturas.

Sus procesos, casi todos en la justicia militar, han estado llenos de irregularidades. Los presos políticos aspiran a una absolución que dificilmente permitirán las fuerzas armadas y que el Gobierno de Aylwin no puede por ahora ni siquiera conceder. Por eso la evasión, según Montecinos, "ayuda a sacar de la encrucijada al presidente Aylwin".

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