Editorial:

Analfabetismo

LA ONU ha declarado 1990 Año Internacional contra el Analfabetismo, esa lacra que condena a una cuarta parte de la población mundial a un destino de miseria e ignorancia. Más del 90% de esas personas que no saben leer ni escribir habita en los países del llamado Tercer Mundo y dos tercios de ellas son mujeres. En continentes como África, la mitad de la población es analfabeta. Hace tiempo que se abandonó la falacia según la cual esas poblaciones tenían otras necesidades, las de combatir el hambre y la enfermedad, más perentorias que la de instruirse. La experiencia ha demostrado hasta la sacie...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

LA ONU ha declarado 1990 Año Internacional contra el Analfabetismo, esa lacra que condena a una cuarta parte de la población mundial a un destino de miseria e ignorancia. Más del 90% de esas personas que no saben leer ni escribir habita en los países del llamado Tercer Mundo y dos tercios de ellas son mujeres. En continentes como África, la mitad de la población es analfabeta. Hace tiempo que se abandonó la falacia según la cual esas poblaciones tenían otras necesidades, las de combatir el hambre y la enfermedad, más perentorias que la de instruirse. La experiencia ha demostrado hasta la saciedad que existe una relación entre una cosa y otra. La eficacia de las campañas sanitarias es escasísima en poblaciones analfabetas. La mortalidad infantil decrece en esos países en proporción directa a la instrucción de los padres. Y la productividad agraria es correlativa a la alfabetización de las poblaciones.En el mundo desarrollado persisten bolsas de marginación, tal vez agudizadas a raíz de la crisis de los setenta -y de los recortes presupuestarios a los planes de asistencia social-, que no por ocultas dejan de resultar vergonzosas. Una de las características de esas bolsas es el elevado índice de analfabetismo absoluto o funcional: personas que no acabaron sus estudios primarios o que aunque aprendieron en su día a leer y a escribir están incapacitadas para desenvolverse normalmente en su medio. En esa situación se encontrarían, dependiendo de la definición de analfabetismo funcional que se adopte, entre 17 y 65 millones de ciudadanos estadounidenses y el 25% de la población, de Canadá.

En España, los últimos datos disponibles son de 1981. Según el censo de ese año, el 6,36% de la población -unos dos millones de personas- declaraba espontáneamente no saber leer ni escribir. Veinte años antes, en 1960, el porcentaje era del 13,64%, por lo que es de suponer que ahora no supere el 3%. Pero si se considera el concepto de analfabetismo funcional como lo hace un informe del Ministerio de Educación, el porcentaje se eleva al 26%, comparable al de los demás países industrializados de Europa y América.

La relación entre analfabetismo y subdesarrollo se refleja en España en la desigual distribución geográfica de la masa de ciudadanos iletrados. Extremadura y Andalucía, con porcentajes cinco puntos por encima de la media nacional, son las regiones con mayor número relativo de analfabetos, si bien los programas de alfabetización de adultos puestos en marcha en ambas comunidades han obtenido resultados esperanzadores. Los efectos sociales del analfabetismo se han puesto de relieve últimamente con la disminución de puestos de trabajo no cualificados. Ya no son peones, sino obreros especializados, lo que demanda el mercado de trabajo. Ello se agudizará con la entrada en vigor del mercado único europeo, en el que el nivel de instrucción de la población será el criterio decisivo para definir las posiciones relativas de las economías respectivas. Por ello, invertir en educación es hoy la primera arma contra el desempleo. El año internacional nos lo recuerda.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Archivado En