Cartas al director

¿Fuerza o derecho?

Estados Unidos se reserva el derecho al uso de la fuerza contra Noriega, titular de EL PAÍS de 5 de octubre pasado. Dejando de lado el hecho de colocar juntos los conceptos derecho y fuerza, a nadie que tenga memoria podrá extrañar esta reafirmación de la vocación del imperio a intervenir en cualquier lugar del mundo con el irrefutable argumento de la superioridad militar. Enumerar las veces que lo ha hecho a partir de la II Guerra Mundial es un ejercicio que no por indignante deja de ser tedioso.Si la esencia de todo Estado es precisamente ese derecho exclusivo al uso de la fuer...

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Estados Unidos se reserva el derecho al uso de la fuerza contra Noriega, titular de EL PAÍS de 5 de octubre pasado. Dejando de lado el hecho de colocar juntos los conceptos derecho y fuerza, a nadie que tenga memoria podrá extrañar esta reafirmación de la vocación del imperio a intervenir en cualquier lugar del mundo con el irrefutable argumento de la superioridad militar. Enumerar las veces que lo ha hecho a partir de la II Guerra Mundial es un ejercicio que no por indignante deja de ser tedioso.Si la esencia de todo Estado es precisamente ese derecho exclusivo al uso de la fuerza, se había Regado a cierto consenso, al menos verbal, de que lo civilizado sería reducir ese derecho al ámbito interno, y que los conflictos entre naciones deberían (verbo inútil) dirimirse pacíficamente. Por lo menos ésa era la finalidad principal de la creación de la ONU, que tras muchos años de esterilidad ha logrado algunos éxitos en ese terreno.

Se podría creer que un periódico como EL PAÍS, sedicente defensor del derecho, vería con preocupación todas las violaciones al derecho internacional, vinieran de donde vinieran. Su editorial, ese mismo día, se encarga de mostrarnos que no es así. Todos sus malabarismos verbales no alcanzan a cubrir decorosamente las tesis principales: es urgente hallar algún modo, legal o ilegal, para expulsar a Noriega del poder; que esa acción sea de los panameños, forzada desde el exterior o una mezcla habilidosa de ambas, es un problema secundario; es una lástima que no se haya podido comprobar la bondad de las intenciones de los golpistas. O sea, es una lástima que fracasaran.

¿Por qué no preconizar que los países latinoamericanos traten de mediar entre Noriega y la oposición, tal y como lo han hecho en Centroamérica, sin la intervención de Washington?-

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