Editorial:

El fantasma del ajuste

HISTORIAS PARA no dormir como las del vídeo electoral del PSOE -en el que se incluyeron imágenes de más de 40 personajes famosos sin su permiso-, o la permanente tergiversación televisiva, no deben hacer olvidar otros hechos de calado más profundo, más a ras de tierra, y que, por suceder cuando suceden, forman parte de la campaña de los comicios generales y afectan al conjunto de los ciudadanos. Tal es el caso de las cifras de la coyuntura económica, que, presentadas ayer, constituyen un sonoro varapalo a la política económica del Gobierno. La subida de un 1,1% del índice de precios al consumo...

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HISTORIAS PARA no dormir como las del vídeo electoral del PSOE -en el que se incluyeron imágenes de más de 40 personajes famosos sin su permiso-, o la permanente tergiversación televisiva, no deben hacer olvidar otros hechos de calado más profundo, más a ras de tierra, y que, por suceder cuando suceden, forman parte de la campaña de los comicios generales y afectan al conjunto de los ciudadanos. Tal es el caso de las cifras de la coyuntura económica, que, presentadas ayer, constituyen un sonoro varapalo a la política económica del Gobierno. La subida de un 1,1% del índice de precios al consumo (IPC) registrada en el pasado mes de septiembre supera de nuevo las más pesimistas predicciones oficiales, e indica una vez más que algunos de los desequilibrios básicos de la economía española siguen desbocados.La inquietud del ministro de Economía y Hacienda, con ser moderada como corresponde a la antesala electoral y estar envuelta en un análisis en el que se incluye la tendencia al enfriamiento de la coyuntura, no es baladí. Uno de los mensajes claves de esa España en progreso que se manifiesta en la propaganda electoral socialista se centra en la mejora de la situación económica, algo estadísticamente innegable, aunque los vientos no soplen con la misma intensidad en todas las direcciones; los dos aspectos más preocupantes de la economía -la escalada inflacionista y el déficit por cuenta corriente- están creciendo en densidad, con lo que el fantasma del ajuste económico sigue presente para después de las elecciones generales.

El ministro de Economía prevé un aumento de los precios para final de año entre el 6% y el 7%, cálculo poco comprometido cuando el acumulado anual ha llegado ya al 5,9% y cuando la tasa acumulada en los últimos 12 meses se eleva al 6,8%. Cualquiera que sea el porcentaje definitivo, estará alejado no solamente del 3% de inflación previsto inicialmente para el conjunto del año -y que, con una actitud triunfalista, sirvió de primera pauta para ajustar los salarios públicos y las pensiones-, sino también de la segunda hipótesis planteada por el Gobierno, en la que se preveía finalizar el año con una inflación inferior al 5,8% registrado en 1988. Las protestas sindicales, que tuvieron su máxima expresión en la huelga general del 14-D, cobran ahora nuevos elementos de reflexión.

La principal causa del fuerte aumento de los precios en septiembre es, según la versión oficial, el incremento de los precios de los productos alimenticios debido a las inundaciones. De ser únicamente esto, supondría un comportamiento estacional y, por tanto, fácilmente superable. Pero no parece ser exacto: el sobresalto de los precios en la mayor parte del año en curso denota enfermedades en otros cuerpos reales de la economía, como, por poner algún ejemplo, las diversas modalidades de especulación o los inadecuados y obsoletos canales de distribución. El IPC de septiembre y el del conjunto del año reiteran que España está inmersa en un rebrote inflacionista que el Gobierno no ha podido domesticar. El que otros países de nuestro entorno vivan una situación similar (véase el caso del Reino Unido, en donde ayer se conoció que la tasa interanual de inflación es del 7,6% y el índice de precios de septiembre creció el 0,7%) no debe servir de atenuante para esta realidad compleja, puesto que todo lo que se gana en precios se pierde en competitividad.

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Si en los meses sucesivos se confirma que las medidas introducidas para enfriar la economía y rebajar el consumo (disminución del crecimiento del dinero en manos del público, reducción de los créditos concedidos, etcétera) están dando resultado, pero no contienen al mismo tiempo la inflación, estarían afectando regresivamente a aquellos sectores de la población con menor capacidad de compra, que ya la han visto recortada por el desfase entre el aumento de los precios y las subidas salariales pactadas en base a unos objetivos que nunca pudieron cumplirse. Estos sectores son, por otra parte, los más vinculados a la declaración del impuesto sobre la renta, con la que el Gobierno espera retirar de la circulación 300.000 millones de pesetas en el próximo mes de noviembre.

Si la coyuntura económica tiene una venta electoral, es decir, si la política y la economía van juntas, como se deduce por sentido común, el PSOE debe tener la honestidad de revisar sus tesis más justificativas, aceptar que no ha sido capaz de superar importantes necesidades de su electorado y avisar de lo que se nos viene encima. De nuevo estamos cerca de un reajuste económico invisible, que explicaría el anticipo electoral que soportamos.

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