Editorial:

Música y enseñanza

LA CELEBRACIÓN del Día Europeo de la Música nos sorprende a los españoles engolfados en los mismos problemas de siempre. El básico: la enseñanza. Desdeñada por los ministerios o tratada como una molesta manía de pegajosos enseñantes que fastidian con sus peticiones a los funcionarios, las instituciones oficiales no saben ni siquiera albergar a quienes quieren aprender. Tienen la idea de que España produce algunos genios por creación espontánea, y les parece que todo lo demás es superfluo.A partir de estos defectos de enseñanza, de las clases de música que no se dan en las escuelas, se produce ...

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LA CELEBRACIÓN del Día Europeo de la Música nos sorprende a los españoles engolfados en los mismos problemas de siempre. El básico: la enseñanza. Desdeñada por los ministerios o tratada como una molesta manía de pegajosos enseñantes que fastidian con sus peticiones a los funcionarios, las instituciones oficiales no saben ni siquiera albergar a quienes quieren aprender. Tienen la idea de que España produce algunos genios por creación espontánea, y les parece que todo lo demás es superfluo.A partir de estos defectos de enseñanza, de las clases de música que no se dan en las escuelas, se produce todo el conjunto de desastres: las orquestas mal formadas, los directores en fuga, los grandes compositores contemporáneos a los que nadie escucha porque se ha roto la tradición en la continuidad de oír, y la música imitativa en los terrenos populares, donde miriadas de grupos compiten por ser contratados para las fiestas masivas con que los Ayuntamientos creen que cumplen una obligación cultural.

A favor: algunos esfuerzos privados, pequeñas agrupaciones que luchan solas para crear algo, y artistas que intentan seguir como pueden cursos en el extranjero. Parece también a favor la venta creciente de aparatos de alta fidelidad y de discos compactos, pero no hay que engañarse: forman parte de una sociedad de consumo, de unos modelos domésticos de decoración y de exhibición de poder adquisitivo, y la mayor parte de las veces interesa más el fenómeno técnico que registran los indicadores de los instrumentos, cada vez más espectaculares, porque los oídos no están acostumbrados a distinguirlos.

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