Siete años en el gueto

Abandonan el poblado gitano de Quinta Julieta de Zaragoza las dos últimas familias

Las familias de Pablo Jiménez (esposa y cinco hijos) y de Manuel Hernández (mujer y 10 hijos) fueron las últimas en abandonar el poblado gitano de Quinta Julieta, en Zaragoza. Eran los últimos de Quinta Julieta. Tras de sí dejaron un paisaje de ruinas y escombros de lo que fueron 115 casas y una historia de siete años llena de luces y sombras.

Quinta Julieta surgió en 1982 como una iniciativa pionera para erradicar el chabolismo en la ciudad de Zaragoza. Con el paso del tiempo se convirtió en un gueto de marginación y delincuencia. Las instituciones públicas (el Gobierno a través de...

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Las familias de Pablo Jiménez (esposa y cinco hijos) y de Manuel Hernández (mujer y 10 hijos) fueron las últimas en abandonar el poblado gitano de Quinta Julieta, en Zaragoza. Eran los últimos de Quinta Julieta. Tras de sí dejaron un paisaje de ruinas y escombros de lo que fueron 115 casas y una historia de siete años llena de luces y sombras.

Quinta Julieta surgió en 1982 como una iniciativa pionera para erradicar el chabolismo en la ciudad de Zaragoza. Con el paso del tiempo se convirtió en un gueto de marginación y delincuencia. Las instituciones públicas (el Gobierno a través del Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo, Ayuntamiento, Diputación, Cáritas y arzobispado) unificaron esfuerzos para construir el poblado con casas unifamiliares dotadas de casi todas las comodidades, servicios comunes y otras dependencias. Allí fueron a vivir 115 familias gitanas procedentes de chabolas del extrarradio de la ciudad.La droga, el aislamiento y un sinfín de problemas fueron transformando poco a poco el poblado en un foco de delincuencia, en el que vivían más de 1.000 gitanos de los 8.000 censados en Aragón. Todos coincidieron en que su construcción no fue la mejor salida para el chabolismo y la marginación, aunque sí le reconocen el mérito de servir de puente hacia la integración social de los gitanos. Se coincidió en que había que desmantelarlo. "Todo lo que sea aislar y sacar fuera de la ciudad a los gitanos, sin medios de comunicación, está condenado al fracaso", asegura el presidente de la Asociación Gitana en Zaragoza, Juan Antonio Hernández, Fortuna.

El proceso de desmantelamiento se inició hace más de un año y concluyó hace unos días con la salida de las dos últimas familias. Las 214 familias censadas en Quinta Julieta han sido reinstaladas en su mayoría en otros puntos de la ciudad y 34 fuera de Zaragoza. Cada una de estas familias ha recibido del Ayuntamiento millón y medio de pesetas para la adquisición de una nueva vivienda. Se ha procurado distribuir las familias por diversos barrios de la ciudad para evitar su concentración y crear nuevos guetos.

360 millones

La operación ha costado a las arcas municipales más de 360 millones. Se recuperarán con la venta de los 25.000 metros cuadrados sobre los que se asentaba el poblado, que saldrán a subasta por cerca de 500 millones y donde se edificarán viviendas unifamiliares.Las familias gitanas no podrán vender su nueva vivienda antes de 10 años, aunque en algunos casos especiales se reduce este plazo. El Ayuntamiento ya ha ejercido el derecho de recomprar al precio simbólico de 100 pesetas en varios casos en los que no se cumplieron las condiciones pactadas.

Los últimos ecos del problema de Quinta Julieta aún no se han apagado. Fortuna denuncia que existen cuatro familias "descolgadas que todavía no han sido reinstaladas: el Ayuntamiento nos da largas al tema pero no lo soluciona". Más de 40 de las nuevas viviendas carecen de los servicios mínimos y, en opinión de Fortuna, son "auténticas pocilgas". Sigue habiendo chabolismo en Zaragoza, unas 70 familias viven en las márgenes del río Gállego en condiciones infrahumanas.

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Otro problema de la comunidad gitana es el trabajo. Unas 150 familias trabajaban en la Femera (el vertedero municipal) recogiendo desperdicios. Fue cerrada y se les prohibió la entrada aunque se anunciaron, a cambio, puestos de trabajo "que no han llegado". El 38% de los gitanos aragoneses se dedica a la recogida de chatarra y a la venta ambulante; el 18% está en el paro, aunque sin subsidio; el 8% realiza trabajos eventuales, y el 377. se dedicaba a la Femera.

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