Cartas al director

Se ha perdido un negociado

El 13 de julio de 19 8 7 tuvo lugar un hecho probablemente sin precedentes en la historia judicial española: un juez de instrucción y un fiscal dieron pruebas de haber leído unos escritos míos que iban dando tumbos por diversos juzgados desde el 16 de diciembre de 1981 sin que, al parecer, nadie los, leyera o les hiciera el menor caso. No contento con esta hazaña, el primero dictó un auto anulando actuaciones desde que presenté tal escrito, por apreciar mi total indefensión.Con este auto tenía yo sobrada base para reclamar una indemnización por daño causado por el anormal -léase normal-...

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El 13 de julio de 19 8 7 tuvo lugar un hecho probablemente sin precedentes en la historia judicial española: un juez de instrucción y un fiscal dieron pruebas de haber leído unos escritos míos que iban dando tumbos por diversos juzgados desde el 16 de diciembre de 1981 sin que, al parecer, nadie los, leyera o les hiciera el menor caso. No contento con esta hazaña, el primero dictó un auto anulando actuaciones desde que presenté tal escrito, por apreciar mi total indefensión.Con este auto tenía yo sobrada base para reclamar una indemnización por daño causado por el anormal -léase normal--funcionamiento de la Administración de justicia, que presenté en el Ministerio de Justicia el 11 de enero de 1988.

El 3 de mayo de 1988 telefoneé al ministerio y me confirmaron que habían recibido mi reclamación, que la tramitaban y que en pocos meses me notificarían la resolución. "¿No serán años?", pregunté yo. "No, meses; unos pocos meses".

El 27 de febrero de 1989, más de un año después, telefoneé, porque, claro está, no me habían notificado resolución alguna. Aún estaban esperando la información pedida al Juzgado de Instrucción 18 de Madrid, o sea, al principio del proceso. Mi llamada servía para que se la reclamaran. Que llamase yo al cabo de un mes y me informarían.

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El 27 de marzo de 1989 llamé. En la extensión 222 ya no estaba el negociado. Me dieron dos nuevos teléfonos. El primero estaba, al parecer, descolgado. El segundo comunicaba. Por fin contestó el segundo. Pregunté por tal negociado. Como si hablara en chino.

Me pusieron con información. ídem. Les dije que en el ministerio me habían dado aquel número. Que no, que no, que no era allí, que me habían informado mal. Llamé otra vez al ministerio. Que sí, que sí, que era ese número. Y así, cual pelota de pimpón.

Por fin llamé al ministerio y pedí por la secretaría particular del ministro. Una señora o señorita me dijo que tal negociado se había trasladado, me hizo esperar mientras indagaba los nuevos teléfonos, me volvió a dar los dos citados, y le dije que en esos números -el que me contestaba, para mayor precisión- me decían que no. Me dio la solución de que les dijera que me lo habían dicho en la secretaría del ministro. Le dije que la verdadera solución es que llamase ella u otro funcionario, e informasen a información que el negociado estaba allí, que lo buscasen y, cuando llamase yo, me pusieran con él. Me dijo que no, que tenía otras cosas que hacer en lugar de telefonista; que debía llamar yo. Le repliqué que el ministerio es un organismo público al servicio del público, y no es el público quien debe hacer el trabajo de los funcionarios ni enmendar los fallos del funcionamiento del ministerio. Me replicó que telefoanease, que telefonease, y colgó sin despedirse.

Se ha perdido un negociado. Se gratificará generosamente a quien lo encuentre y me dé razón-

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