"Bienvenido, hijo de hombre"

El escritor Augusto Roa Bastos subraya la necesidad de un consenso nacional al regresar a su Paraguay natal después de un largo exilio

Erguido, pequeño, profundo como este Paraguay tan desconocido, Augusto Roa Bastos resistió el canto de una polka de su tierra natal, y envuelto en la bandera nacional, el choque del regreso. La multitud que le esperaba en el aeropuerto de Asunción le había traído en volandas hasta la sala de prensa, en donde los reporteros gráfcos y de televisión forcejearon para sentarle cerca. Lo primero que Roa Bastos dijo fue: "Yo también soy periodista y conozco los problemas de estos acontecimientos. Vamos a tratar...". Y no pudo seguir.

Todos estábamos encima del hombre que se califica a sí mismo...

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Erguido, pequeño, profundo como este Paraguay tan desconocido, Augusto Roa Bastos resistió el canto de una polka de su tierra natal, y envuelto en la bandera nacional, el choque del regreso. La multitud que le esperaba en el aeropuerto de Asunción le había traído en volandas hasta la sala de prensa, en donde los reporteros gráfcos y de televisión forcejearon para sentarle cerca. Lo primero que Roa Bastos dijo fue: "Yo también soy periodista y conozco los problemas de estos acontecimientos. Vamos a tratar...". Y no pudo seguir.

Todos estábamos encima del hombre que se califica a sí mismo como un "funcionario de honor de la cultura paraguaya en el exterior, que me he fundado como cargo público, que me pago mi sueldo, y nadie puede echarme de ese puesto".Tan pequeño como es, con sus ojos del color de la avellana y, a sus 72 años -42 de exilio, los siete últimos sin pasaporte, que le fue entregado tras la caída de Stroessner-, Augusto Roa Bastos posee una voz joven, que casi se le quebró cuando leyó las pancartas que le estaban refiriendo: "Bienvenido, hijo de hombre" -alusión al título de su primera novela-, "Augusto, ¡qué gusto!", y otras referidas al papel de la cultura en la democratización que se avisa en Paraguay.

Dijo el creador de Yo, el Supremo: "He venido para hablar con todos los paraguayos, para enterarme de la realidad, porque yo vivo de profesor en Tolouse, que es un rincón de Europa al que no llega la información tal como se da en estos momentos". No quiere Roa Bastos prestarse a juegos políticos en este su primer contacto sin temores con el país del que debió marcharse hace más de la mitad de su vida. Pero vuelve sediento.

Reintegrarse

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"Quiero repatriarme como un mueble viejo a mi país. Mi intención es quedarme para siempre. Ahora he venido sólo un mes, para enterarme". Aunque el escritor se encontraba abrumado no sólo por los periodistas sino por la intervención de parte de sus fanáticos, de un trío folclorico y de un campesino que le hablaba en guaraní -y al que él respondía también en la lengua materna-, no perdía de vista el objetivo fundiamental de su regreso: reintegrarse. Y demostrar que a pesar de que alega que se encuentra alejado, al menos parcialmente, de la realidad paraguaya, tiene muy claro lo que ocurre y lo que puede ocurrir.

Hizo una especie de manifiesto. A parte dek campesinado, que le preocupa especialrnente "puesto que Paraguay es un país rural y los que tenemos la cultura y la palabra debemos ayudar a que los campesinos se expresen". Su acento se refleja en tres temas fundamentales. La juventud, que en este país constituye la verdadera mayoría natural, "una juventud que ha nacido en dictadura y que tiene conciencia de la gravitación de su generación en nuestra historia"; la mujer, de la que dijo que ha sido la verdadera constructora de Paraguay en medio de las constantes hecatombes destructivas que ha sufrido este país -y aquí las mujeres presentes le aplaudieron-; y el papel de la cultura como portadora de la "misión de hacer que aclaremos nuestros enigmas más profundos, tanto individuales como colectivos".

Herencia de la dictadura

Dijo Roa Bastos que viene a enterarse; sabe más de lo que aparenta. Sabe que va a encontrarse con la herencia del dictador Stroessner. Con un país quéempieza a vislumbrar amplios espacios de libertad de expresión -que él reivindica como inapelable-, pero que aún debe soportar la sobrecarga de un país corrupto y políticamente desorientado. Los partidos, hoy, tanto oficialistas como de oposición, son aquí decimonónicos. El Partido Liberal Revolucionario Auténtico, que con Domingo Laíno a la cabeza se define como el más claro oponente del general Andrés Rodríguez, cuyo único mérito consiste en haber puesto a su consuegro, el ex presidente Strossner, en Brasil, no es precisamente la avanzadilla de las formaciones.

En Paraguay, aun hoy, el peor insulto que se le puede adjudicar a nadie es tildarlo de marxista: si ya le llaman comunista es de ejecucion. Sólo muy cautamente formaciones como el Movimiento Democrático Popular y el Partido de los Trabajadores empiezan a dejarse ver en la escena pública.

Pero para Roa Bastos hay que hablar de consenso. "Este país lo tenemos que hacer entre todos. Estoy hablando de un amplio consenso nacional. De todos los paraguayos. Pero, que quede claro, no estoy hablando de consentimiento". La ventura de Paraguay y de la Roa Bastos acaban de empezar.

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