Tribuna:

Drogas judías y alemanas

Reflexiona el autor del artículo sobre las distintas valoraciones en torno a las drogas y halla sólo una explicación económica a la distinción entre "legales" e "ilegales". Concluye que lo bueno o malo no es la droga, sino el uso que de ella se haga.

Ya todo el mundo es experto en drogas. Cada día sale el tema en periódicos, en la tele, en apasionadas conversaciones de ascensor, en el Senado. Todos hablan y pocos se entienden. No se distingue entre consumos, entre adictos. Mas flota la sensación de que la droga es "una amenaza que puede llegar a todos los hogares" (G. Mellado). Parece e...

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Reflexiona el autor del artículo sobre las distintas valoraciones en torno a las drogas y halla sólo una explicación económica a la distinción entre "legales" e "ilegales". Concluye que lo bueno o malo no es la droga, sino el uso que de ella se haga.

Ya todo el mundo es experto en drogas. Cada día sale el tema en periódicos, en la tele, en apasionadas conversaciones de ascensor, en el Senado. Todos hablan y pocos se entienden. No se distingue entre consumos, entre adictos. Mas flota la sensación de que la droga es "una amenaza que puede llegar a todos los hogares" (G. Mellado). Parece existir consenso en que las drogas ilegales son un peligro público que está causando estragos, principalmente en la juventud.Pero ¿por qué son unas drogas legales y otras no? El único motivo racional es el económico. Otras causas son producto de añadidos simbólicos, asociados a determinadas drogas. Por cada muerte debida principalmente, al consumo de drogas ilegales se producen más de 200 debidas prioritariamente al consumo de drogas legales. Teniendo en cuenta factores de proporción de consumidores, impureza del producto y tiempo y condiciones de consumo, hay que concluir que la nocividad, en caso de ser admitida como. argumento contra la prohibición, no es válido para declarar unas drogas legales y otras no. Entonces, ¿por qué ciertas drogas se consideran una gran amenaza, un peligro público y son ilegales?

Veneno y remedio

Las drogas se entienden desde la antigüedad como veneno y remedio. El opio, según manuales de medicina del siglo pasado, era el mejor remedio de la farmacopea. ¿Por qué el opio y sus derivados han pasado de ser el mejor remedio al peor veneno?

Se ha producido lo que en psicología se conoce con el nombre de disociación esquizoide. Las drogas no son malas ni buenas, se usan mal o bien. Se ha proyec tado sobre las drogas ilegales el mal que produce su mal uso y otros muchos males añadidos que guardan escasa o nula relación con tomar drogas ilegales. Por contra, se le han negado cualquier bondad.

Se han metido en el mismo saco las drogas ilegales, al consumidor esporádico, al adicto y un montón de cosas que no deseamos ver, que queremos alejar de nosotros mismos: delincuencia, vicio, falta de valores... Todo es uno y lo mismo. Tal vez en el otro extremo estén los deportistas, representando valores en alza, culto a la imagen, competitividad, salud. Para evitar confusiones no se les permite el mínimo desliz, son obligados a un aparente total control antidroga.

Adicto, en la antigua Roma, era denominado el esclavo que adquiría, tal condición por no haber podido pagar sus deudas. Era alguien que había perdido su identidad y adoptaba una impropia. Al actual adicto también se le impone una falsa identidad, sobre él se proyectan, se depositan, ansiedades y tensiones sociales que, en su mayoría, le son impropias. Tiene un rol dentro de la sociedad, hace creer que no es la dinámica social la que genera inseguridad, delincuencia, fracaso escolar, apatía, paro, falta de valores... Son las drogas ilegales, es el adicto, el que se hace cargo, el culpable, el portavoz de estos problemas; preserva así al resto de la sociedad de ser la causa de sus propios desajustes y mal funcionamiento. Por eso al adicto se le margina, es un deseo de eliminar, de alejar el desajuste.

Una paradoja se produce cuando un factor refuerza a su contrario, pretende hacer ver que trata de suprimir lo que en realidad mantiene con medios contrarios al fin. Así se da la paradoja de que se trata de hacer algo, en una bienintencionada teoría, para acabar con el problema de las drogas ilegales (penalizar el consumo, por ejemplo), y lo que se hace es echar más leña al fuego para que el problema de las drogas ilegales siga enmascarando esos otros de base: educativos, laborales, recreativos, oferta social de consumo, etcétera.

Estado represivo

El desmontaje de una relación paradójica tiene muy mal pronóstico, ya que se convierte en tabú cualquier crítica a la misma, por eso las paradojas se perpetúan. El Estado debería modificar su rol de padre represivo, con lo que el montaje institucional dejaría de ser una cadena que perpetúa el problema manteniendo sus contradicciones básicas Las instituciones deberían fomentar una ciudadanía activa abriendo, creando posibilidades para el desarrollo de las capacidades individuales.

El adicto adopta una identidad impropia porque la sociedad le dificulta la consecución de una propia. Para prevenir, movilizar el rol del adicto, habría que fomentar el asociacionismo, la creación de centros culturales autogestionados, las radios libres, la animación sociocultural, la ciudad educativa, el cooperativismo, las publicaciones y creaciones de todo tipo. La comunicación social tiene que ser abíerta, fluida, multidireccional. Los individuos deben conocer y desempeñar un rol, ni impuesto ni rígido, Para crearse su propia identidad.

La represión, desde luego, no ha creado el problema, existen infinidad de factores entrelazados que lo explican. La tristeza de la represión es que sumerge al adicto en la marginación, en el consumo adulterado y sus enfermedades asociadas, en la criminalidad, en la muerte prematura (y hace florecer los seguros, los servicios de seguridad, el número de policías y funcionarios de prisiones, los rehabilitadores, los abogados, etcétera).

El sinsentido de la represión es que es azarosa e impide una verdadera prevención. No se puede predicar la abstemia desde una cultura de farmacia, de drogas legales, de consumismo y hedonismo. Existen estudios fehacientes que demuestran que la forma más rara y anormal de conducta es no tomar ninguna de las sustancias que alteran la mente.

Cacheos vaginales y anales

Tratemos, dentro de nuestras posibilidades, que la gente sepa lo que hace, y, mientras no atente contra la libertad del prójimo, dejémosle hacer. En la escala de los derechos humanos está mucho antes el respeto a la libertad individual que la preservación de la salud por parte del Estado. Resultaría degradante autorizar cacheos vaginales y anales, y encarcelar a alguien por consumir drogas ilegales. ¿Dejará de hacerlo por encerrarle?, ¿se le aleja de la droga encerrándole?, ¿preservamos su salud?

Hay que quitarle etiquetas y añadidos infundados a las drogas, aprender a usarlas y convivir con ellas. Se debe tender de forma paulatina a una normalización, con planificación a largo plazo. En unos años se podría llegar a una liberalización progresiva dentro de la comunidad.

No metamos en campos de concentración a los que consumen otras drogas.

es psicólogo social y miembro de la Comisión sobre Drogas del Colegio Oficial de Psicólogos.

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