CAMBIOS EN EL ESTE

Al menos 167 presos políticos, segun el editor de 'Strana i Mir'

Al menos 167 personas permanecen encarceladas aún hoy en la URSS por motivos políticos, según afirmó ayer a EL PAÍS Kronid Lubarski, editor de la revista rusa en el exilio Strana i Mir (El país y el mundo) y de un anuario sobre los presos políticos en la Unión Soviética que se publica cada 30 de octubre en la RFA.Lubarski, hoy residente en Múnich y en el pasado prisionero político soviético, es uno de los asistentes al simposio La Perestroika: ¿a dónde va la Unión Soviética?, que se inaguró ayer en Barcelona. Doscientos veintitrés nombres de reclusos figuran en su anuario sob...

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Al menos 167 personas permanecen encarceladas aún hoy en la URSS por motivos políticos, según afirmó ayer a EL PAÍS Kronid Lubarski, editor de la revista rusa en el exilio Strana i Mir (El país y el mundo) y de un anuario sobre los presos políticos en la Unión Soviética que se publica cada 30 de octubre en la RFA.Lubarski, hoy residente en Múnich y en el pasado prisionero político soviético, es uno de los asistentes al simposio La Perestroika: ¿a dónde va la Unión Soviética?, que se inaguró ayer en Barcelona. Doscientos veintitrés nombres de reclusos figuran en su anuario sobre la persecución ideológica en la URSS."De ellos", nos dice, "56 nombres son dudosos, pero el resto pertenece a personas cuyo encarcelamiento tiene motivos políticos"."Hasta ahora, los prisioneros políticos en la URSS están saliendo a cuentagotas. Nikita Jruschov tardó en liberar a varios millones de personas menos tiempo que Gorbachov a varios centenares", afirma Lubarski, que considera "incorrecta" la cifra de 20 prisioneros de conciencia dada por Sajarov la pasada prirnavera."Sajarov solo tenía en cuenta una categoría, los prisioneros juzgados por propaganda antisoviética, de acuerdo con el artículo 70 del código penal de la República Federativa Rusa. Nosotros tenemos en cuenta muchos otros artículos, comprendidos aquellos que condenan por motivos religiosos, la penalización de la objeción de conciencia para cumplir el servicio militar y el artículo 83, que castiga el cruce ilegal de fronteras", declara Lubarski.

El número de personas recluidas por nacionalismo, señala, ha disminuido sustancialmente en la URSS. "Las autoridades soviéticas han puesto en la calle a todos los nacionalistas de las repúblicas del Báltico, a los de Georgia y los de Armenia. Quedan, sin embargo, algunos nacionalistas ucranianos", afirma el editor. "Hay que reconocer que cada día nos enteramos de nuevas liberaciones, pero creemos que se tarda demasiado. Hay gente que muere antes de conocer la libertad", agrega:

Lubarski, de 54 años, trabajaba como físico especializado en astronomía antes de su condena por actividades antisoviéticas en 1972. Se dedicaba a los aspectos astronómicos de los vuelos no pilotados con destino a Marte cuando sus actividades de difusión de samizdat (literatura clandestina de confección casera) le valieron cinco años de cárcel y campos de internamiento. En 1977 se le dio la opción de continuar su reclusión o emigrar a Occidente. Eligió lo segundo y ha conseguido llevarlo sin la amargura reconcentrada y hostil que es característica de ciertos sectores de la emigración rusa.

Hoy Strana i Mir, fundada en 1984, es considerada una de las mejores revistas rusas en la emigración. "No escribimos para los emigrantes, sino para lectores en la URSS. Consideramos que tenemos una tarea de ilustración, ya que incluso con la glasnost o 'transparecia informativa hay sectores donde no hay suficiente claridad. Los soviéticos, además, tienen poca información sobre los sucesos del mundo exterior. Nosotros pretendemos subsanar ese déficit y, sobre todo, tender un puente entre nuestro país y el exterior", declara.

En Strana i Mir se han publicado artículos que, con algo más de retraso, aparecieron en la URSS. Autores soviéticos reconocidos como el periodista Vas¡li Siliunin, el escritor N. Zhigulin o el economista Gavril Popov han visto sus textos en Strana ¡Mir sin que ello les haya causado conflicto con la autoridad. A la URSS la revista llega mediante una difusión de tipo manual, es decir, en el sentido literal, de la mano los soviéticos que comienzan a salir al extranjero con más libertad.

Lubarski estuvo el pasado marzo en el encuentro entre intelectuales soviéticos e intelectuales en la emigración que, en Copenhague, rompió el hielo entre quienes se vieron forzados a exiliarse y quienes se quedaron en la URSS. Entre Copenhague y Barcelona han pasado unos meses, pero hoy el clima entre estos dos fragmentos de una sociedad desgarrada ha cambiado sustancialmente. "En Copenhague el ambiente era más tenso. Se tardó un poco en lograr un clima distendido. Aquí, en Barcelona, las cosas han sido más fáciles y nos hemos relacionado de forma más libre y cordial desde el principio".

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