Tribuna:DROGODEPENDENCIA Y PERMISIVIDAD / 1

La fascinación de la serpiente

El fenómeno de la drogodependencia parece fascinar a la sociedad dejándola tan alarmada como inerme. Según el autor de este artículo, ello se debe al carácter paradójico de la droga: proporciona placer y dolor, cura y mata. Por ello los responsables políticos y sociales se debaten entre la represión y la permisividad.

El abuso de la droga se caracteriza actualmente por su enorme potencia expansiva, como resultado de la convergencia de numerosos factores sociales, culturales, económicos y psicológicos; cualquier estadística o investigador lo confirma sistemática y abrumadoramente.El fenó...

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El fenómeno de la drogodependencia parece fascinar a la sociedad dejándola tan alarmada como inerme. Según el autor de este artículo, ello se debe al carácter paradójico de la droga: proporciona placer y dolor, cura y mata. Por ello los responsables políticos y sociales se debaten entre la represión y la permisividad.

El abuso de la droga se caracteriza actualmente por su enorme potencia expansiva, como resultado de la convergencia de numerosos factores sociales, culturales, económicos y psicológicos; cualquier estadística o investigador lo confirma sistemática y abrumadoramente.El fenómeno de la drogodependencia, como si de una serpiente se tratase, parece fascinar a la sociedad, dejándola tan alarmada como inerme. Esa fascinación e indefensión se puede explicar en función de tres componentes: en primer lugar, por el carácter ambiguo, ambivalente e incluso paradójico de la experiencia de la droga: cura y mata, proporciona placer y dolor, se utiliza para evadirse falsamente de la realidad y luego se intenta inútilmente evadirse de la droga, produce la expansión y, a la vez, el estrechamiento de la conciencia; es síntoma y, a la vez, causa de graves desajustes personales y sociales; descubre y oculta la realidad, es una experiencia límite de la libertad, que acaba anulándola; en segundo lugar, por la multiplicidad de factores que la determinan -genéticos, biológicos, psicológicos, interpersonales, sociales, culturales, existenciales-, ya que su compleja interacción impide conocer, atribuir y controlar las responsabilidades y, en último lugar, la dificultad o incapacidad para controlar el uso y el abuso de la droga, especialmente en lo que se refiere a su iniciación, al rompimiento de la, espiral destructora y a la readaptación deseada.

La reacción de responsables políticos y sociales, de profesionales y de algunas personas y grupos especialmente sensibilizados, aunque a veces vacilante y en ocasiones cómplice, ha terminado por concretarse en una firme determinación de erradicar o, por lo menos, reducir la drogodependencia. Ocurre, sin embargo, que por las razones aducidas no se ha sabido bien si actuar o abstenerse, si actuar en una dirección o en la contraria; como, por otro lado, la drogodependencia es un fenómeno sumamente complejo y heterogéneo (no es lo mismo una droga que otra, ni en un contexto que en otro), se ha optado por aplicar el procedimiento de ensayo y error, y así unas veces se ha utilizado un paradigma represivo y otras un paradigma permisivo.

Represión y libertad

El paradignia represivo (aunque naturalmente permita diversas modalidades y numerosos matices) parte del rechazo absoluto de los comportamientos que conducen a la droga. Los instrumentos más utilizados han sido la prohibición, la represión, el castigo, el temor, las atribuciones peyorativas (a la perversidad, a la criminalidad, a la enfermedad), la utilización de etiquetas que clasifican y definen de tal forma que implican la inmodificabilidad y la irrecuperabilidad del drogodependiente, la propensión a aislar el fenómeno y a los sujetos y el distinto tratamiento que se ha otorgado a las drogas legales e ilegales.

Razones éticas y pragrnáticas, hoy suficientemente evidentes, han ido imponiéndose al discurso represivo de tal forma y con tal contundencia que, en general, ya no se reconoce ni su legitimidad ni su eficacia.

El paradigma permisivo (que también presenta modalidades y matices) parte del supuesto de la libertad del consumidor de drogas. Al no ser intervencionista, este paradigma no se ocupa de crear ni de usar instrumentos para enfrentarse a la droga directamente; esgrime argumentos contra el paradigma represivo y tiende'a desplazar el eje y la responsabilidad del problema a la sociedad. Entre los argumentos que se manejan destaca el derecho del drogodependiente a consumir las sustancias que desee, aunque sean nocivas, incluso letales para él; se critican sistemáticamente los procedimientos y esquemas represivos y se subraya su ineficacia; se pone un especial énfasis en los aspectos positivos de la droga y de la cultura que la rodea (la exaltación de la convivencia, la actitud antíviolencia, el rechazo del sistema, la vuelta a la naturaleza); se insiste en el tratamiento hipócrita que se da a las drogas legales, y últimamente se empieza a manejar la idea de que la permisividad y, en concreto, la despenalización y liberalización del tráfico de la droga evitaría consecuencias secundarias, tales como el inc remento de la delincuencia y la expansión del SIDA.

es catedrático de la universidad Complutense de Madrid y profesor del Instituto Complutense de Drogodependencias.

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