Cartas al director

Catolicismo y filosofía

Le agradezco al doctor José María Antón su amable carta a EL PAÍS del 12 de septiembre de 1988 puntualizando la frase de una entrevista de la que fui objeto en este mismo periódico: Catolicismo y filosofía: incompatibles.La réplica del señor Antón es lapidaria e irrefutable: se afirma filósofo y católico. En su carta, mi impugnador cita además una larga lista de filósofos católicos. Considero innecesario este último argumento: la palabra y la

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persona del filósofo católico Jose María Antón me bastan...

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Le agradezco al doctor José María Antón su amable carta a EL PAÍS del 12 de septiembre de 1988 puntualizando la frase de una entrevista de la que fui objeto en este mismo periódico: Catolicismo y filosofía: incompatibles.La réplica del señor Antón es lapidaria e irrefutable: se afirma filósofo y católico. En su carta, mi impugnador cita además una larga lista de filósofos católicos. Considero innecesario este último argumento: la palabra y la

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persona del filósofo católico Jose María Antón me bastan: a ellas rindo mi respeto.

Sólo que la cuestión planteada por aquella provocativa sentencia está en otro lugar. Nada tiene que ver ni con el católico anticlericalismo español ni mucho menos con una profesión de violencia contra filósofos y creencias religiosas. La cuestión a la que aludía (y siento que el espacio limitado de una respuesta periodística no dejara pie a mayores explicaciones) es histórica. Muy brevemente: la cultura. medieval española contaba con una tradición hermenéutica que posibilitó el Renacimiento europeo; y la cultura española del XVI contó con un principio moderno de Ilustración, en lo social, lo religioso y lo filosófico, que estaban en consonancia con los movimientos de reforma europeos. Los nombres de Maimónides, Valdés o Vives sirvan de ejemplo. Sus conceptos claves fueron la crítica hermenéutica y el principio de libertad que la habita, y la defensa de la autonomía ética, epistemológica y jurídica del sujeto humano.

Esta tradición, sin embargo, no dejó apenas huellas y su principio crítico (el Humanismo y la Ilustración) chocó harto violentamente en España con el principio dogmático de la fe ciega y de la mediación absoluta de la Iglesia en todas las cuestiones relativas a lo que podemos conocer, a nuestras formas de vida y a nuessociedad española está asumiendo. Considero muy discutible (aunque muy indiscutida) la consistencia intelectual de la filosofía española actual. Y creo sinceramente que por lo menos una de las grandes razones de su confuso estado flotante reside precisamente en el hecho de que nunca ha tenido el coraje de revisar críticamente su propia historia (estrechamente ligada al dogmatismo católico español) ni su propia realidad social. Éste, y no las creencias personales o virtudes intelectuales de nadie, era el centro de la cuestión que señalé en mi respuesta a la pregunta: ¿Qué piensa usted sobre la filosofía española de hoy? A esta cuestión la llamé nuestro vacío, que es, a la vez, filosófico y social, y cuyas raíces históricas, en mi opinión, arrancan de los días de la Inquisición y de la Contrarreforma, e incluso cuentan con una fecha emblemática: 1492.- .

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