Cartas al director

Mandela

El Gobierno dictatorial y racista de Suráfrica, encabezado por el siniestro tirano Pieter Botha, acaba (le manifestar su preocupación ('?') por la salud de Nelson Mandela. Esta irónica preocupación del Nerón surafricano por la vida del hombre que mantiene en prisión después de más de un cuarto de siglo es una bofetada a la dignidad de ese preso, Mandela, cuyo único delito ha sido pedir y desear hacer efectivo el principio de "un hombre, un voto". Es decir, que negros y blancos, y blancos y negros, en África del Sur sean iguales en derechos y dignidad. Es también una bofétada y una burla...

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El Gobierno dictatorial y racista de Suráfrica, encabezado por el siniestro tirano Pieter Botha, acaba (le manifestar su preocupación ('?') por la salud de Nelson Mandela. Esta irónica preocupación del Nerón surafricano por la vida del hombre que mantiene en prisión después de más de un cuarto de siglo es una bofetada a la dignidad de ese preso, Mandela, cuyo único delito ha sido pedir y desear hacer efectivo el principio de "un hombre, un voto". Es decir, que negros y blancos, y blancos y negros, en África del Sur sean iguales en derechos y dignidad. Es también una bofétada y una burla a toda la comunidad humana, que se ha cansado de verse burlada en sus reiteradas peticiones de libertad para Mandela, por alguien como Botha, que ignora qué es la dignidad humana.Esta burla y bofetada a la dignidad de Nelson Mandela, por un lado, y de la humanidad, por otro, se acrecientan cuando, en las últimas horas, se ha escuchado la macabra proposición del criminal Botha de que piensa liberar al más famoso preso de conciencia, siempre y cuando éste renuncie a la violencia. Bien, ¿hay acaso mayor violencia que la de privar a un hombre de su libertad durante tanto tiempo? ¿No es mayor la violencia del Estado surafricano, que traspasa los límites de su territorio atentando contra la soberanía de otros Estados? ¿A quién ha matado Mandela para sufrir como un asesino? ¿Puede acaso Botha compararse con Mandela en rectitud política, en dignidad humana, etcétera? ¿No será que Botha teme que si Mandela muriera ahora sería un mártir, y que muerto será más peligroso que vivo? Sea como fuere, podrá Botha acallar la voz del hombre, pero su palabra, su pensamiento quedarán para siempre vivos en la memoria y el corazón de los hombres de bien. Así, pues, hay que pensar y considerar la preocupación, pero, sobre todo la preocupación del dictador surafricano, como que no olet bene-

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