PESADILLA EN EL EGEO

"Aún suena el silbido de la granada en mis oídos"

Testimonio de los dos jóvenes supervivientes españoles que escaparon a nado del 'City of Poros'

Todo comenzó en la parte de babor de barco de recreo. Nosotros habíamos cambiado a estribor hacía muy poco porque queríamos estar a la sombra. Oímos unas ráfagas de metralleta. Pero no vimos nada. Nuestra primera reacción fue echarnos al suelo. De pronto aparecieron dos jóvenes alemanes que decían estar heridos. La gente empezó a correr y a empujarse. En medio de los empujones, nos encontramos metidos en la cabina de mando. Justo a la otra puerta de la cabina en la que estábamos sonaron nuevos disparos y de pronto una tremenda explosión de una granada. Aún me repite el silbido en los oídos [Ma...

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Todo comenzó en la parte de babor de barco de recreo. Nosotros habíamos cambiado a estribor hacía muy poco porque queríamos estar a la sombra. Oímos unas ráfagas de metralleta. Pero no vimos nada. Nuestra primera reacción fue echarnos al suelo. De pronto aparecieron dos jóvenes alemanes que decían estar heridos. La gente empezó a correr y a empujarse. En medio de los empujones, nos encontramos metidos en la cabina de mando. Justo a la otra puerta de la cabina en la que estábamos sonaron nuevos disparos y de pronto una tremenda explosión de una granada. Aún me repite el silbido en los oídos [Margarita]. En la proa estaban mirando hacia nosotros. Pensé que sería mejor ir hacia allí, bajando un piso del lugar en que nos encontrábamos [Luis Ramón]. Las ráfagas de metralleta y las explosiones volvieron a repetirse nos tumbamos nuevamente, tras unas vallas metálicas."Nos lanzamos al mar"

Los disparos cesaron, pero el incendio y el humo se hacían cada vez más intensos. Empezaron a repartirse salvavidas entre los grupos de amigos. No vimos en ningún momento a nadie de la tripulación. Pensamos que quizá estaban muertos. Quise ir solo [Luis Ranón] a buscar salvavidas, pero tenía que meterme de nuevo en el centro del conflicto. No quise separarme de él y fuimos los dos [Margarita]. Entré en el comedor, donde el agua ya me cubría los pies. Allí encontré algunos de los últimos chalecos. Casi todo el mundo llevaba uno [Luis Ramón]. Intentamos meternos en una de las barcas de salvamento que etsaba abarrotada de gente. Una chica con quemaduras visibles , la ropa destrozada pedía auxiIio. El bote salvavidas estaba en la primera cubierta y nos dijimos unos a otros que de allí el bote no saldría y menos cargado de gente. Salimos del bote como pudimos y nos dirigimos nuevamente a la proa. El barco iba cediendo por la parte de ropa. Pensamos que se hundía y decidimos lanzarnos al mar.

En un primer momento se acercó un barco igual que el nuestro, pasó cerca por babor, pero pasó de largo sin detenerse. Otro barco, el Lils, con compuertas traseras como las de los llamados canguros, vino por estribor, dio una vuelta y se paró. También se acercaron tres embarcaciones pesqueras de color verde. Dos más grandes y una pequeña.

Nos tiramos al mar desde cubierta después de sacarnos los zapatos y abandonar todo lo que llevábamos menos la documentación. Me la puse en un bolsillo del short y se salvó Margarita]. Lo que sí perdimos es una cámara tomavistas, una fotográfica y una bolsa. Me tiré al mar con las gafas en la mano y las perdí al llegar al agua [Luis Ramón]. Primero quisimos nadar hacia las barcas de pescadores que eran las más cercanas, pero la corriente nos empujaba hacia el otro barco y nos fuimos para allí. Yo nado bastante bien y estoy acostumbrada a tramos largos, pero Luis Ramón casi no sabe nadar [Margarita].

Llegamos al ferry, que había bajado la rampa de entrada de vehículos. Desde allí nos tiraron unos cabos. Me cogí a uno e ellos y me subieron [Margarital. Vi que Luis Ramón pasaba de largo arrastrado por la corriente y me cogió un ataque de histeria. Un marinero impidió que me tirara de nuevo a buscar a Luis Ramón [Margarita]. Tiraron nuevos cabos para que se cogiera, pero todos quedaban lejos. Uno de ellos lo asió otro superviviente y entonces se dirigió nadando hasta mí, nos cogimos de la mano y fuimos hasta la rampa y allí me subieron [Luis Ramón].

Miré el reloj y habían pasado 45 minutos desde la primera ráfaga [Luis Ramón]. Allí nos atendieron los pasajeros del Lils. Hasta nos dieron ropa para podernos secar y un saco de dormir para taparnos. En total, recogieron a unos 20 supervivientes. Nos dijeron que no mirásemos al barco siniestrado. Entoces me puse histérico por primera vez. [Luis Ramón].

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Nos fuimos del lugar sin más. Yo creía que el City of Poros se habría hundido. Al llegar al Pireo no nos dejaban desembarcar sin antes dar nuestras referencias a dos chicas que no sabemos quiénes eran, pero que no llevaban ningún uniforme. Hablaban francés y no eran griegas. Una vez en el puerto, casi desnudos, estuvimos esperando ante la mirada de multitud de curiosos que nos preguntaban cosas. Nos dijeron que vendrían a buscarnos en un autobús, pero nadie nos decía nada. Un matrimonio francés con una criatura de unos dos años optó por irse. Había mucha policía, soldados, oficiales de Marina e incluso ambulancias, pero nadie nos dijo nada. Al final, tras preguntar a una telefonista de una garita del puerto si podíamos irnos, nos dijo que sí. Salimos del puerto andando. Paramos un taxi, al que pagamos con unos billetes remojados, y llegamos al hotel, en calzoncillos [Luis Ramón] y en camisón [Margarita] y envueltos en un saco de dormir.

Al día siguiente fuimos a la agencia de viajes para cancelar el billete y salir en el primer vuelo disponible. Nos facilitaron todo y nos acompañaron hasta el aeropuerto. Salimos en un charter de la compañía Hispania y llegamos a Barcelona en la tarde del martes. Nos quedan imágenes terroríficas, de heridos, de charcos de sangre, sensación de asfixia por el umo, y el silbido de la explosión de la granada en los oídos.

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