LA CAMBIANTE ESCENA EUROPEA

Shmeliov: "La URRS debe endeudarse en el extranjero"

El Kremlin, reticente a dar prioridad al mercado

La URSS debe endeudarse en el extranjero para importar bienes de consumo básico y atajar en los próximos años un malestar social utilizable contra la reforma económica antes de que ésta se ponga en marcha. Esta tesis, causante de un gran revuelo en círculos dirigentes soviéticos, es defendida por el prestigioso economista Nikolai Shmeliov, miembro del Instituto de EE UU y Canadá, con quien conversó EL PAÍS.

En la revista Novi Mir, Shmeliov expuso un programa para afrontar la transición desde una economía planificada hasta el último tornillo a un sistema que dé prioridad al mercad...

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La URSS debe endeudarse en el extranjero para importar bienes de consumo básico y atajar en los próximos años un malestar social utilizable contra la reforma económica antes de que ésta se ponga en marcha. Esta tesis, causante de un gran revuelo en círculos dirigentes soviéticos, es defendida por el prestigioso economista Nikolai Shmeliov, miembro del Instituto de EE UU y Canadá, con quien conversó EL PAÍS.

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En la revista Novi Mir, Shmeliov expuso un programa para afrontar la transición desde una economía planificada hasta el último tornillo a un sistema que dé prioridad al mercado. El endeudamiento y la captación de la inversión extranjera son parte de ese programa que el Kremlin contempla reticentemente."Estoy en absoluta minoría", explica Shmeliov, después de que un alto dirigente soviético le resumiera "la posición oficial" con la frase: "No quiero dejar deudas a mis nietos".

"El período de euforia de la perestroika ha acabado", exclama Shmeliov. "Al principio pensábamos poder hacerlo todo rápidamente y con decisión. No comprendíamos lo difícil y largo que es este proceso ni la inercia del sistema, que no puede cambiar de la noche a la mañana. No valorábamos la fuerte resistencia de quienes tienen algo que perder y, lo más preocupante, el clima social, la confianza de la gente en los resultados positivos".

"Los intelectuales son los primeros en valorar el mayor clima de libertad reinante, pero para la mayoría de la población cuentan, sobre todo, los resultados materiales". Éstos no se notan aún. Las medidas liberalizadoras son neutralizadas por los planes, y los soviéticos sufren las restricciones importadoras que ha traído consigo la menor disponibilidad de divisas. "Nos encontramos en una difícil situación económica exterior. La caída del precio del petróleo nos ha costado muy cara. Si el accidente de Chernobil ha supuesto unas pérdidas de 8.000 millones de rublos, la caída de los precios del petróleo arroja unas cifras del orden de los 16.000 millones de rubios".

"Hemos tenido que recortar las importaciones, no de cereales o de maquinaria, sino de objetos de gran consumo, incluidos el té y el café. Estoy en contra de esta tendencia y creo que debemos ampliar nuestras importaciones de bienes de consumo mientras no hayamos puesto en marcha completamente nuestro mecanismo económico. Para ello podríamos utilizar el reembolso de las deudas de otros países, renunciar a una parte de nuestras importaciones de cereales dando parte de las divisas que ahora nos gastamos en ello a nuestras propias empresas agrícolas y también tocar nuestras reservas de divisas", dice Shmeliov.

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El economista cree que la deuda actual de la URSS, unos 25.000 millones de dólares, "no es nada para un país tan grande". "Sin embargo, nuestra dirección económica no está preparada para endeudarse fuertemente en el mercado financiero mundial".

La reforma de los precios

Los soviéticos han comenzado a temer la "inevitable reforma de los precios" y el paro. "En estas condiciones, doy una importancia primordial a los resultados rápidos positivos que mejoren la vida de la gente". Aparte de los préstamos, Shmeliov ve otras dos vías para ese fin. Una reforma agrícola radical que dé total libertad para arrendar granjas y formar pequeñas cooperativas, y un desarrollo más decidido del cooperativismo en la ciudad.

¿Puede realizarse la perestroika sin créditos? "Se puede", dice Shmeliov, "pero sería mejor aumentar el abastecimiento de nuestro mercado de consumo. Es una cuestión de clima social. Se trata de un problema temporal. Siempre importaremos bienes de consumo, pero en los próximos dos o tres años los necesitamos de forma masiva".

En 1962, en época de Nikita Jruschov, una subida de precios llevó a sangrientos enfrentamientos entre trabajadores y el Ejército en la ciudad de Novocherkaz. "Hemos sacado lecciones de nuestra historia. Los sucesos de Novocherkaz fueron la reacción a una subida de precios combinada con una disminución de los salarios. Todo ello produjo una explosión del estado de ánimo. Nuestra dirección política no repetirá el error, pero no hay que cerrar los ojos ante una eventual tensión social si la reforma de precios se hace sin precauciones y de forma deshonesta. Pueden entonces surgir grandes tensiones sociales". La reforma de precios debe tener un "caracter técnico y no ser una redistribución de los ingresos de la población en beneficio del Estado". Una reforma técnica implica, según Shmeliov, un sistema de compensaciones que deje a salvo los ingresos de los ciudadanos.

Shmeliov cree que la reforma debe introducirse paulatinamente, sin "apresuramientos", y esperar a los años noventa para tocar los precios al consumidor.

Shmeliov advierte un conflicto entre las nuevas medidas liberalizadoras y el plan quinquenal en vigor. Piensa que la XIX Conferencia del Partido, a finales de este mes, tal vez "podría dar luz verde para revisar los objetivos del quinquenio que concluye en 1989. Por el momento, todos, desde el jefe del Gobierno, Nikolai Rizhkov, a las empresas, son esclavos" del plan. La ley de las empresas estatales está lastrada por el encargo del Estado (plan), que se lleva un 82% de lo producido, en tanto sólo un 18% va a parar al mercado. Shmeliov es partidario de reducir el plan a un 25% o un 35% de la producción, en forma de "orientaciones básicas" que afectarían a la energía, los metales estratégicos y los ordenadores, y dejar el resto al mercado. ¿Qué impide abolir el plan? "El miedo al riesgo. La costumbre de controlar totalmente. Nuestro problema es que nadie tiene una idea clara del período de transición, y el viejo sistema garantizaba, mal que bien, una estabilidad".

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