Tribuna:

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Hoy voy a escribir una columna utilitaria. Ni adjetivos restallantes ni comentarios sandungueros. Hay asuntos, tan sobrecogedores que repelen las florituras literarias del mismo modo que el agua escupe la gota de aceite. Y el tema de la miseria está entre ellos.Esta semana, un grupo de premios Nobel nos ha recordado que cada día mueren 40.000 niños de hambre en todo el mundo. Saquen ustedes las cuentas: salmos a un ritmo letal de un fallecimiento por cada dos segundos. Ahora mismo, mientras escribo este artículo. Mientras lo leen ustedes. Al compás de nuestro aliento y nuestros pulsos. Aspiren...

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Hoy voy a escribir una columna utilitaria. Ni adjetivos restallantes ni comentarios sandungueros. Hay asuntos, tan sobrecogedores que repelen las florituras literarias del mismo modo que el agua escupe la gota de aceite. Y el tema de la miseria está entre ellos.Esta semana, un grupo de premios Nobel nos ha recordado que cada día mueren 40.000 niños de hambre en todo el mundo. Saquen ustedes las cuentas: salmos a un ritmo letal de un fallecimiento por cada dos segundos. Ahora mismo, mientras escribo este artículo. Mientras lo leen ustedes. Al compás de nuestro aliento y nuestros pulsos. Aspiren, espiren: ya ha caído otro. Aspiración-espiración y la Tierra se cubre de muertos minúsculos. Y en ese cómputo siniestro no están incluidos los adultos, los ancianos. O esos adultos que parecen ancianos a los 30 años, de puro marchitos. Aspiren, espiren. Cuántos cadáveres crecidos habremos de añadir a la cifra infantil. Qué cuota de dolor y de agonía.

Sí, lo sé. Hay gentes que argumentan que para qué preocuparnos de la miseria exterior cuando tenemos tanta a domicilio. Pero no estoy de acuerdo; el nivel de sufrimiento y exterminio es tan astronómicamente mayor en el Tercer Mundo que no admite prioridades ni retrasos. Y además, quienes sostienen esto tampoco suelen mover un dedo por sus cacareados pobres patrios. Tan responsables somos del mendigo de la esquina como del esquelético bebé de Bangladesh. Estamos viviendo un genocidio y es nuestra obligación moral procurar paliarlo. Exijamos que el Gobierno dedique fondos contra la miseria mundial. Y aportemos lo que podamos a las organizaciones de ayuda. Una cuota mensual. Siquiera lo que nos cuesta un whisky. Aquí van unas cuantas sugerencias: Ayuda en Acción .(Españoleto 13. 28010 Madrid. 91 / 447 52 1l), Manos Unidas (Barquillo, 38. 28004 Madrid. 91 / 410 75 00), Médicos sin Fronteras (Lluís Sagnier, 64. 08032 Barcelona. 93 / 347 11 5 l). Y hay otras organizaciones. Escojan la suya. Cuanto antes.

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