Tribuna:

Versalles

El día 24, el humorista Vázquez de Sola va a presentar su último libro. Que se titula Me cago en el quinto centenario. Como ustedes comprenderán, la reciedumbre de la frase no ha caído lo que se dice bien en el mundo oficial, más proclive a la pamema cortesana. Por eso, no han conseguido contratar el Centro Cultural de la Villa y tampoco el Ateneo, y al final el libro verá la luz en unos locales de Comisiones Obreras y con un ambiente casi clandestino, al cual Vázquez de Sola está sobradamente acostumbrado.El volumen recoge sus estupendas caricaturas y un puñado de chistes, unos más gra...

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El día 24, el humorista Vázquez de Sola va a presentar su último libro. Que se titula Me cago en el quinto centenario. Como ustedes comprenderán, la reciedumbre de la frase no ha caído lo que se dice bien en el mundo oficial, más proclive a la pamema cortesana. Por eso, no han conseguido contratar el Centro Cultural de la Villa y tampoco el Ateneo, y al final el libro verá la luz en unos locales de Comisiones Obreras y con un ambiente casi clandestino, al cual Vázquez de Sola está sobradamente acostumbrado.El volumen recoge sus estupendas caricaturas y un puñado de chistes, unos más graciosos y otros más borricos, pero en todo caso tremendamente refrescantes en su tono de adolescente irreverencia. He visto en TVE humoristas famosos infinitamente más groseros que Vázquez de Sola, pero, claro, se cuidan mucho de pinchar al poderoso. Vázquez de Sola, en cambio, es un alma perdida; desde siempre se ha mostrado inquieto ante el poder y exasperado por las convenciones versallescas. Pobre de él: nuestra sociedad parece acomodarse más y más en la autocomplacencia, en una rutina de silencios cómplices (hoy me callo por ti, y mañana, viceversa), en la pringosa construcción de una apariencia tersa. España se está. convirtiendo en un inmenso salón por el que deambulan, pajarita al cuello y copa en mano, un sinfín de satisfechos figurones.

Es un ambiente en el que no caben disensiones, y por eso Vázquez de Sola está procesado por unos chistes que publicó cuando el referéndum de la OTAN, pecado por el que le piden seis años y un día. Los chistes, créanme, eran más bien tontones. Pero en esta ola de victorianismo que nos cruje ni siquiera se admite que un niño diga caca. Vázquez de Sola ha pasado 25 años de exilio en Francia, publicando en Le Monde y en Le Canard Enchaïné, sin que los franceses, que llevan siglos siendo finos, tuvieran la ocurrencia de procesarle. Pero nosotros somos unos parvenus de la finura, y hemos condenado a Vázquez de Sola, y a los que son como él, al exilio interior. Qué indecencia.

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