Editorial:

Apuesta por la razón

EL GOBIERNO anunció ayer oficialmente su disposición a reanudar los contactos con ETA que quedaron interrumpidos a raíz del brutal atentado de Zaragoza, el 11 de diciembre pasado. La decisión de interrumpir las conversaciones que venían desarrollándose en Argel, así como la advertencia de que "con atentados no habrá contactos", fue acertada. Transcurridos más de dos meses desde aquella fecha, parece oportuno retomar la iniciativa que tantas esperanzas despertó en su día. Durante este período, las posiciones del Gobierno legítimo se han fortalecido.En su conjunto, ello significa que la dinámica...

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EL GOBIERNO anunció ayer oficialmente su disposición a reanudar los contactos con ETA que quedaron interrumpidos a raíz del brutal atentado de Zaragoza, el 11 de diciembre pasado. La decisión de interrumpir las conversaciones que venían desarrollándose en Argel, así como la advertencia de que "con atentados no habrá contactos", fue acertada. Transcurridos más de dos meses desde aquella fecha, parece oportuno retomar la iniciativa que tantas esperanzas despertó en su día. Durante este período, las posiciones del Gobierno legítimo se han fortalecido.En su conjunto, ello significa que la dinámica de la negociación se ha impuesto sobre las intenciones puramente instrumentales con que ETA venía planteándola hasta fecha reciente. En la sociedad vasca, incluidos sectores situados en el mundo político del radicalismo abertzale, nadie concibe ya la negociación como un objetivo destinado a acceder a "una fase cualitativamente superior de lucha", sino sencillamente como la posibilidad de acabar de la manera menos vergonzosa posible con la locura que produjo asesinatos como el de Yoyes o matanzas como las de Hipercor o Zaragoza. Los propios terroristas ignoran todavía cómo podrá lograrse ese objetivo, pero su disposición a hablar de ello -y no de fantasías imposibles- es ya un triunfo de la razón.

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La apuesta implícita que hace el Gobierno -y con él todas las fuerzas democráticas que respaldaron su postura mediante los acuerdos firmados en Madrid y en Vitoria- al asumir los riesgos políticos inherentes a la negociación es la de que la propia práctica de la paz (se la llame tregua o de otra manera) acabará por convencer a los violentos de aquello que es ya compartido por la inmensa mayoría de los vascos: que la violencia de ETA es actualmente el principal obstáculo para el cumplimiento de aspiraciones como el pleno desarrollo del autogobierno -incluyendo la sustitución de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado por la policía vasca-, la superación de las secuelas de la crisis económica y la reconciliación interna de la sociedad vasca. Esa apuesta del Gobierno en favor de, la razón y de la paz merece el apoyo de todos los demócratas.

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